Por: Chiara Marinelli Tagliavento
Estudiante de Derecho de la PUCP. Miembro del Consejo Editorial de Enfoque Derecho y de la Asociación Civil THEMIS.

Hoy, 3 de octubre, millones de peruanos se han levantado, han salido de sus hogares y se han dirigido a votar. ¿Por qué? Por ejercer un derecho, por un deber cívico, por no pagar una multa, por la costumbre… El voto es un derecho y un deber: ¿Deber para con quién? ¿Con el Estado? ¿Con los demás? ¿Consigo mismo? Lo único que se sabe bien es que un voto, en este país, vale alrededor de S/. 18.00[1].

En principio, el voto es un derecho subjetivo; una facultad reconocida al individuo para realizar libremente actos a favor de su propio interés. Si entendemos por ello que todo derecho debería poder ser ejercido o no por su titular, entonces ¿cómo es que en este caso el ejercicio de mí derecho –derecho al voto- se me obliga bajo pena de sanción?

Los argumentos a favor del voto obligatorio son varios y diversos; pero, ¿realmente se sobreponen al derecho a la libertad de ejercicio de un derecho?

Lo primero que se indica entre los defensores del voto obligatorio es que aquel es el instrumento de cada persona para ejercer su derecho a participar en la construcción del país. Un país más justo, más igual, un Estado que llegue a todos los ciudadanos: un ideal de país. Sin embargo, ¿no debería nacer de la voluntad de cada individuo el deseo de participar en dicho ideal? ¿Es que acaso se nos pueden imponer deseos o metas? En la medida en que cada uno desee una mejora dentro de la Nación, un cambio o un nuevo ideal, no habría necesidad de una obligación de voto; ya que toda persona, en miras a lograr su objetivo, concurriría a votar si es que ello implicaría la vía adecuada para el logro del objetivo propuesto.

En otras palabras: si yo quisiera que se de un cambio en la política nacional, y se por cierto que es a través del voto donde puedo lograr dicho cambio, entonces sería lógico que el día de las elecciones me apersone voluntariamente a ejercer mi derecho. ¿Por qué la obligatoriedad entonces? Me aventuro a pensar que, en la figura de Estado paternalista, no se permite que la persona realice por si sola el proceso de razonamiento antes descrito; sino que impongo una coacción y lo obligo a realizar un acto según el razonamiento que yo creo es el mejor y el único posible.

Por otro lado, otro argumento esgrimido es que si no habría voto obligatorio, muchísimas personas no concurrirían a votar y la legitimidad de los vencedores se vería mermada; y, junto con ello, la poca estabilidad política reinante se vería soterrada. ¿Es la solución la obligación de voto? Nuevamente, no. La política nacional tan desprestigiada no mejora porque los 28 millones de habitantes[2] se apersonen a las urnas el día de las elecciones; pensar que los ciudadanos ven con mejores ojos a la clase política solo porque ejercen su derecho a voto estando obligados a ello es querer cerrar los ojos ante la realidad. Si existe un desinterés general por la política, es por culpa de la clase política misma; si las personas ya no creen en que un cambio sea posible, es la clase política quien debe cambiar y reconstruir un nexo entre ellos y la ciudadanía. Obligar al voto es sólo decir: yo no he cambiado, no he mejorado; pero tú sigue votando, algún día lo haré. ¿Qué estímulo tengo yo para votar si todo sigue igual? Querida clase política, es justo perder la esperanza.
La clase política peruana tiene aún mucho por hacer; el voto voluntario sería un impulso para que se inicie dicha labor. ¿Cómo así? Pues, si el voto se ejerciera de forma libre, los partidos políticos tendrían que institucionalizarse y formar sus bases de forma anticipada; se consolidarían así partidos políticos serios y se evitarían los candidatos de último momento en partidos vientre de alquiler. Los candidatos deberían centrarse en construir planes de gobierno posibles y hacerlos conocer a la ciudadanía; ya no podrían permitirse debates que más parecen una pelea de gatos o gastar tiempo y dinero en desprestigiar al resto de participantes. Un voto facultativo permite que sólo los realmente interesados en la política se aproximen a ejercer el derecho y estos no gastarían esfuerzos (tiempo, costos, etc.) para votar por una cara bonita; sólo las ideas y los objetivos reales y posibles convencerían a la población a evitar un domingo de descanso y concurrir a votar.

Aquí seguramente muchos seguirán con el típico argumento de que sólo las personas de más recursos y con un mayor acceso a la educación se verían en condiciones de votar, ¿por qué? Si lo que preocupa es la falta de educación de las personas, lo que se debe hacer es mejorar la calidad de dicha educación; no obligar al ejercicio de un derecho. Lo último ciertamente no resuelve lo primero.
Aquí me detengo. Seguramente, existen aún algunos puntos no tocados sobre porque es importante un voto obligatorio; no obstante, creo que ya mucho se ha dicho. Seguir encontrando fallos en los argumentos propuestos por los defensores de dicha postura, parecería redundar. Creo que con lo dicho, queda claro que ningún argumento es suficientemente fuerte como para poner el tela de juicio que cada quién debería estar en la posibilidad de decidir sobre el ejercicio de su derecho a voto. Decisión pensada y responsable; pero siempre decisión libre e individual. Existen fallas en el sistema político, aboquémonos a resolverlas y no a camuflarlas pensando en que un voto obligatorio es signo de legitimidad política.

[1] Costo de la multa para los sectores de extrema pobreza. Cabe resaltar que para los sectores de mejor nivel económico la multa sube a S/. 72.00 ¿Es que el voto de uno es mejor o vale más que el de los otros? Lo dejo para comentario posterior.

[2] Es importante conocer que para las elecciones generales del 2006 sólo existían 16 millones de electores hábiles, ¿a ello denominamos legitimidad? Habría que preocuparse ya por iniciar a dotar del derecho a voto a los 12 de millones restantes; sería un gran avance.

¿Cómo citar este artículo?
MARINELLI TAGLIAVENTO, Chiara. ¿Cuánto te cuesta, cuánto te vale? Un voto, S/. 18.00. En: Enfoque Derecho, 03 de octubre de 2010. https://enfoquederecho.com/¿cuanto-te-cuesta-cuanto-te-vale-un-voto-s-18-00 (visitado el dd/mm/aa a las hh:mm).

6 COMENTARIOS

  1. Chiara, no sin antes felicitar que como estudiante de derecho te animes a escribir sobre un tema «un tanto más político» que jurídico. Tampoco estoy de acuerdo con el voto obligatorio, aunque por razones distintas. No obstante, ahora me limito a aportar algunas cosas, para animar al debate:

    Tu argumento es válido, si tengo derecho a votar, debería poder ejercerlo a través de abstenerme de hacerlo, más o menos lo que pasa cuando decido votar en blanco. No votar sería lo que actualmente significa votar en blanco (aunque sería mejor una opción que diga más o menos: «ninguno de esos señores me convence», para así obtener a la vez un índice que indique cuántas personas deciden ir a votar para expresar su desacuerdo con los candidatos, lo cual sería un mensaje de las preferencias de los electores hacia los candidatos para que en próximas elecciones cambien sus estrátegias de «marketing»). No votar podría implicar una presunción de que acepto la decisión que proviene del resto, de los que sí se interesan en ello.

    Pero entendiendo a la democracia como un sistema de agregación de preferencias, decir que un voto «vale» S/.18, no es un razonamiento muy feliz. En todo caso, me parece más acertado decir «cuesta» 18 soles (ya que los votos, no valen en términos monetarios sino que representan una unidad de preferencia). No obstante, cabría preguntarnos si una multa de S/. 18, lejos de ser un incentivo para que la gente vaya a botar, podría generar un efecto contrario, sustituyendo el reproche interno del individuo (algo así como pagar S/.18 alivia el reproche que yo mismo me hago por no participar en el proceso democrático). Esto último podría estudiarse siguiendo un método parecido al que citan los geniales Levitt y Dubner (¿qué tienen en común un maestro de escuela y un Luchador de Sumo?) de una investigación en una escuela donde se comprobó que aplicar multas a las madres que demoraban en recoger a sus hijos, lejos de disminuir esta conducta, la incrementó considerablemente.

    • Estimado Alexis,
      ¡Gracias por las felicitaciones! Personalmente, creo que el Derecho –de una forma u otra- se encuentra en muchos casos ligado a la política; escribir de ella me resulta una tentación obligatoria, más aún siendo Enfoque Derecho un portal de actualidad jurídica: ¿cómo no rendirnos ante el debate de voto obligatorio o facultativo?
      Por otro lado, lo que adviertes es cierto a mi parecer. Un voto en blanco resultaría signo de una abstención, no de un voto en contra. Dar la posibilidad de poder expresar nuestro descontento con los candidatos que se presentan a una elección permitiría recoger datos más verídicos y así sincerar la voluntad de los ciudadanos.
      En cuanto al “valer” o “costar” de un voto; realmente no temo indicar que poco sé de economía y simplemente me pareció que la frase se ajustaba a lo que quería expresar en el artículo. Ahora bien, en cuanto a que la multa genera el efecto contrario porque podría convertirse en un paliativo frente al auto reproche del individuo que no acudió a votar, también considero que la multa no cumple sus efectos por lo siguiente: durante la época de elecciones el precio de los pasajes se eleva considerablemente; entonces, si yo tuviera que dirigirme a votar a, por ejemplo, Iquitos, me queda claro que preferiría una multa de S/ 18.00 a pagar un pasaje de más de S/100.00. Cuestión de lógica. Con esto no quiero cubrir el hecho de que una persona que ya reside varios años en Lima debería ya haber realizado el cambio domiciliario; pero, hay supuestos donde al aplicar una norma -como la multa- se debe también tomar en cuenta la realidad para que pueda funcionar.
      Gracias por tu comentario nuevamente, y pasaré a revisar la investigación que propones para tener una mejor idea sobre lo relativo al paliativo del reproche interno.
      Un abrazo,
      Chiara

  2. Chiara,

    Pese a que no coincido con algunos puntos de tu argumentación, te felicito por tocar un tema de esta naturaleza de forma tan clara y ordenada.

    Estoy de acuerdo con la libertad del voto, porque creo que es un derecho y, en tanto que tal, su ejercicio no puede ser coaccionado.

    Sin embargo, no creo que la obligatoriedad nos impida cuestionar a los dirigentes. Es decir, si estamos hartos del sistema y los candidatos son «más de lo mismo», ¿acaso no podemos viciar nuestro voto?

    Por otro lado, creo que caes en una confusión respecto a la relación de la posición socioeconómica del votante con el voto. La relación – creo – no pasa por el nivel de educación, sino por la disponibilidad de tiempo que puede permitirse una persona de mayores recursos. La educación, especialmente en países como el nuestro, por lo general va de la mano con el nivel socioeconómico.

    En todo caso, si llegamos a reconocer – cosa que yo no creo – que el nivel educativo sí afecta la asistencia a votar, ¿esta no sería una justificación para obligar a votar y, de esa forma, garantizar que hasta aquellas personas con menor nivel educativo sean representadas, incluso contra su voluntad? Quiero decir, es cierto (¡y urgente!) que mejoremos nuestro sistema educativo pero, hasta que ello ocurra, ¿no sería la obligatoriedad del voto una garantía para los votantes menos educados?

    Por último, la verdad no entendí lo de dotar a los restantes 12 millones de habitantes de derecho a voto. ¿Querrías explayarte un poco más sobre ese punto? ¡Gracias!

    De nuevo, felicidades a ti y a todo el equipo de Enfoque por esta excelente web.

  3. Hola Chiara, leí tu artículo, está muy bien, te felicito. Además no sé por qué tus comentaristas asumen que es un tema político, cuando en realidad también es uno jurídico. Tú bien señalaste que el voto es, en principio, un derecho, sin embargo, en el Perú no lo es. Por el contrario, el voto es un deber (una situación jurídica de desventaja) en la que se me obliga bajo apercibimiento de sanción a realizar un acto dentro del cual se me permite cierto grado de elección, pero la principal que es decidir realizar el acto como tal (que es lo que se requiere para que sea un derecho subjetivo) no me es permitida. En tal sentido, en sentido jurídico en el Perú no hay tal cosa como el derecho al voto (no pueden existir derechos obligatorios), más bien está el deber de votar. En ese marco tú análisis es correcto. Imponer ese deber a las personas es absurdo.
    Te felicito nuevamente.

  4. Estupendo Chiara. En primer lugar felicitaciones por tus reflexiones y por la nueva página de Enfoque. Ahora bien, quizá si incorporamos en el análisis el tratamiento del voto en blanco y viciado las cosas podrían variar un poquito. Si tenemos derecho a repudiar a los candidatos y al propio sistema político con mensajes explícitos en la cédula, creo que la libertad que defendemos está a salvo. La multa es por no ir al mesa, no por dejar de votar. Todas las libertades soportan límites basados en el interés público, como imponer ciertos cursos cívicos en la educación básica. Quizá es de interés general que en un sistema democrático que no tiene ni 10 años de continuidad se impongan ciertos deberes de participación como parte de la educación política de la población, al menos por ahora. Sobre la multa, no parece que faltar a la mesa sea mas grave que cruzar la pista fuera de las lineas peatonales, no?.

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