Por: Charles Philbrook
Catedrático Distinguido, Centro de Altos Estudios Nacionales (Ministerio de Defensa).

y Guillermo Cabieses
Profesor de Economía y Derecho, UL, PUCP y UPC.

Leímos la columna de Nano Guerra García “Emprendedores”, el domingo, en Perú.21, y la verdad, nos asombramos de la inconsistencia y falta de seriedad con la que está escrita, más aún cuando el autor es supuestamente uno de los principales expertos en la formación de “emprendedores”.

Guerra García empieza su columna señalando que un joven le preguntó por la expresión “emprendedor”, y que un amigo le consultó “¿por qué lo emprendedor tiene que entrar en política?”, para luego describir cuál es el origen del término y  cómo debe ser entendido en el campo económico, filosófico, educativo y político, todo ello en no más de 300 palabras. Nosotros nos ocuparemos, por motivos de espacio, sólo sobre la definición del término en los aspectos económico y político.

Para empezar, Nano Guerra García señala que el término fue acuñado por “Richard Cantillon, un economista inglés que postulaba que la riqueza y el progreso de una nación se deben a individuos generadores de productos”.  No dice en qué contexto es que Cantillon menciona el término ni que significado le atribuye, pero uno puede inferir que, desde su óptica, emprendedor es el individuo que genera productos (Es decir: un mero productor).  Además, puede inferirse también que la riqueza y el progreso de una nación se deben a estos productores.  Curioso.  Pero ¿qué pasaría si nadie consume lo que éstos producen?  Eso, empero, no es lo más grave, pues  para hacerle honor al economista irlandés Richard Cantillon (“inglés”, según Nano, que esperemos no cometa semejante confusión en un pub, pues podría poner en riesgo su integridad física), no fue él quien acuñó el término por primera vez, ni tampoco lo usó en el sentido que Guerra García afirma.

Un rápido vistazo al Oxford English Dictionary (OED), edición de 1971, nos pone al tanto de que entreprenour (sí: −our), de la que deriva la hoy tan de moda expresión “emprendedor”, se usó por primera vez en 1475, en uno de los párrafos de un libro titulado Noblesse, en el que se decía del cónsul romano Publius Decius que era “un gran emprendedor en la batalla”.  Tres siglos más tarde, en 1732, el Diccionario de Autoridades, el primer diccionario de la lengua castellana, describía al emprendedor como “la persona que emprende y se determina a hacer y ejecutar con resolución y empeño alguna operación considerable”.

Sin embargo, ése no es el único error de Guerra García, que señala que según este economista la riqueza y el progreso se debían a los productores. Si se hubiese dado la molestia de leer al gran teórico monetarista ¡irlandés!, habría arribado a la conclusión que éste lo que hizo fue tomar el término “emprendedor” en el sentido en que fue acuñado originalmente, para luego agregarle algo: el factor “riesgo”.  Lo redefine entonces de manera tal que, ahora, el emprendedor, si bien tiene la visión, el valor y la entrega de Publius Decius en batalla, también tiene la capacidad de enfrentar la incertidumbre, pues como bien dice Cantillon, “toda actividad es incierta, implica un riesgo, y alguien tiene que asumirlo con la esperanza de obtener una recompensa en el futuro”.    Los emprendedores entonces son mucho más que “individuos generadores de productos”, después de todo, si algo diferencia a éstos de, digamos, un burócrata o un trabajador cualquiera —y esto explica por qué las grandes ideas y los grandes descubrimientos no nacen en el sector público, sino en el privado— es la visión de futuro que tienen aquéllos  (y es que funcionario y empresario, cual Jano, miran en direcciones opuestas, de forma tal que, mientras el primero lo hace en dirección al pasado, a lo que es convencional y a lo que debe ser, el segundo lo hace en dirección al futuro, a lo que es nuevo y a lo que debería ser).  Queda claro, pues, que los emprendedores van más allá de lo que el proceso productivo implica, porque si no fuera así, trabajar en algo y trabajar por algo serían indiferenciables.  En esta gran diferencia preposicional, precisamente, yace la esencia de lo que el empleado y el emprendedor (empresario) representan en todo proceso productivo.

Sobre esa gaseosa base y esa errónea apreciación, Guerra García señala que la concepción de emprendedor “(…) que tenía un contenido económico y social, fue recogida por J. B. Say que, en el s. XIX, indicó que el emprendedor era lo que una nación necesitaba para su desarrollo”. Aquí da a entender que J.B. Say entendía por emprendedor al individuo que genera productos, pues aduce recogió la noción de Cantillon que él mal ha entendido. Sin embargo, tal cosa es falsa, Say utiliza el término “emprendedor” para referirse al empresario como un tomador de riesgos, siguiendo en esto sí a Cantillon, pero no en la forma planteada por Guerra García.

Luego (y esta es una de las perlas de su improvisada columna) señala que “a comienzos del s. XX, Joseph Schumpeter le dio una explicación dentro de la teoría económica que le valió el premio Nobel de Economía”. No dice cuál fue la explicación, pero eso es marginal, pues no hay una sola cita correcta en su columna. Lo curioso es que Schumpeter nunca ganó el premio Nobel de Economía, como afirma Guerra García, pues éste se instauró en el año 1969, y Schumpeter murió 19 años antes, en 1950. Parece que Nano, en su esfuerzo “emprendedor” por vender una idea sin sustento, en su flojera por investigar o en su afición por citar aquello que al parecer no lee, decidió concederle el premio.

De otro lado, el concepto de empresario emprendedor ya había sido incluido en la teoría económica desde Cantillon y J.B. Say, aunque ciertamente en la visión del empresario emprendedor de Schumpeter es distinta, aunque no en lo referido al aspecto central, ser un tomador de riesgos, sino en lo referido a su rol, pues Schumpeter lo considera un innovador. Por ello, afirmar que “le dio una explicación dentro de la teoría económica” es inexacto, pues este concepto del empresario tomador de riesgos ya había sido explicado por muchos autores antes, sencillamente cambió el rol que al empresario comúnmente se le atribuía (lo que ciertamente no es poca cosa).

De estos errores de atribución en la columna de Guerra García arribamos a su aporte, su apreciación de cuál es el rol de los emprendedores en la política. “En la política —sentencia categóricamente Guerra García— [el ser emprendedor] debería significar una toma de acción a favor de los que generan la riqueza desde abajo.  Es decir, la mayoría”.  En lógica a este tipo de razonamiento se le llama falacia non sequitur, porque la conclusión no se puede deducir de las premisas, sin embargo en el mundo de los “emprendedores” de Nano Guerra García se les llama columna de opinión.

Guerra García no sólo cita mal Cantillon y Say (cuyo concepto de emprendedor partía del empresario que asume riesgos) y lo mismo a Schumpeter (cuyo concepto de empresario está referido a la innovación), sino que incluso si los hubiese citado bien, es decir si hubiese señalado que es a través de la innovación que implica un riesgo que los empresarios emprendedores, es decir, aquellos intermediarios entre los factores de producción trabajo y capital (Say), generan la riqueza que finalmente conduce al desarrollo (Say), entonces su conclusión sobre lo que debe ser en la política el término emprendedor es errada, pues desde el momento que sólo unos cuantos en la sociedad son emprendedores, innovan e intermedian entre uno y otro factor de producción mencionado, el ser emprendedor debería significar una toma de acción a favor de los que generan riqueza desde arriba, es decir, una minoría, ¿no?  Sin embargo, en una muestra de nanodeducción, Guerra García llega a la conclusión opuesta. Para él pues, los líquidos, pareciera, no sólo fluyen de arriba hacia abajo, sino que también lo hacen de abajo hacia arriba.

Concluye su análisis señalando que: “Sin embargo, para muchos, es un término sin contenido; para otros, una palabra de moda y, para pocos, un eje clave en una propuesta de gobierno. Para ello, basta leer los idearios y programas de quienes pretenden plantear algo para nuestro país”. No creemos que sea verdad lo afirmado por Guerra García, pero si alguien cree que es un término sin contenido es sin duda él que al parecer no tiene idea de qué cosa significa ser emprendedor, más bien ponderamos que quienes sí saben qué se define con ese término, entienden también que no es la única receta para el desarrollo de un país.

Para concluir, no creemos que la clave para el éxito de una país sea sólo contar con gente emprendedora, no consideramos que todos seamos o debamos ser empresarios tomadores de riesgo, pues si bien éste ofrece una mayor rentabilidad potencial, también ofrece una mayor pérdida potencial. Más bien sospechamos que el éxito de una sociedad está en que cada quién sea libre de decidir si quiere ser emprendedor o conservador, si quiere ser empresario o asalariado, dependiente o independiente. No existen, en nuestro concepto, recetas para el éxito, pero sí las hay para el fracaso, la más recurrente de ellas decirle a las demás personas qué deben ser y qué es lo que les conviene. Esos actos de arrogancia son una fórmula segura para el desastre, y los “emprendedores” que los realizan tienen la ventaja de no verificar en sus propios bolsillos las pérdidas. A eso se debe nuestra resistencia a los supuestos “emprendedores” que dicen tener la receta mágica a la solución de todos los problemas, pues a diferencia de lo que la economía enseña, no son ellos los que asumen el riesgo.

¿Cómo citar este artículo?
PHILBROOK, Charles y CABIESES, Guillermo. La falacia del emprendedor. En: Enfoque Derecho, 27 de noviembre de 2010. https://enfoquederecho.com/la-falacia-del-emprendedor (visitado el dd/mm/aa a las hh:mm).

1 COMENTARIO

  1. No todas las conclusiones de las Falacias Non sequitur son necesariamente falsas. Por ello al apoyarse en que son «errores de atribución» para invalidar la frase: «el ser emprendedor debería significar una toma de acción a favor de los que generan la riqueza desde abajo. Es decir, la mayoría” esta cometiendo la Falacia de la regresión. Mire se toman decisiones diariamente en lo personal como en el trabajo, es muy iluso pensar que el riesgo no exista. El minimizar riesgos hasta volverlos insignificantes es muy loable para proteger el interés propio a costa de otros como hacen los bancos por ejemplo. No todos los emprendedores tienen la capacidad de gestión a la que usted hace referencia el frutero de la esquina es emprendedor. Si el comete errores no tiene a un estudio de abogados que lo protejan lamentablemente, el mercado se encarga de eliminarlo. Sin embargo cuando no existe el frutero solo nos queda caminar hasta metro, quien perdió, quien se beneficio y quien brillo por su ausencia? Claro hay emprendedores que son improvisados que cometen errores y perjudican a otros «si es que los cometen dentro de su trabajo o con un cliente» como por ejemplo en un estudio de abogados cuando no manejan muy bien su especialidad y pierden el caso. Pero esto depende del emprendimiento profesional de cada persona y no tanto de que si es empresario o no.
    Hay cosas interesantes como lo que dice aquí:
    «la más recurrente de ellas decirle a las demás personas qué deben ser y qué es lo que les conviene» que interesante ahora los emprendedores somos moralistas… y el sustento de esta afirmación? o es una opinión? no que solo perseguíamos el beneficio propio? hay otra frase interesante: «pues a diferencia de lo que la economía enseña, no son ellos los que asumen el riesgo» y quien pierde el dinero cuando el emprendedor fracasa? a diferencia de las corporaciones que por ser de responsabilidad limitada reparten sus fracasos en la sociedad ejemplo telefónica por ser monopolio puede permitirse dar un mal servicio, o el gobierno de turno que sin un incentivo para manejar una estrategia coherente que permita contribuir a la sociedad la perjudica. Y para terminar creo (mi opinión) que apoyándose en elaborados tecnicismos, medias verdades y opiniones esta buscándole a la fuerza un sentido al termino emprendedor cayendo así en la Falacia del francotirador.

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