El caso de la competencia en el futbol peruano no es “curioso” -en tanto excepcional- por aunar en un mismo mercado a organizaciones con y sin fines de lucro; este fenómeno es cada vez más frecuente en una diversidad de mercados. Lo “curioso” es el trasfondo en que se enmarca el propuesto análisis de competencia: el futbol peruano. Al igual que Benjamin Button, nuestro futbol nació viejo, un poco desfasado, tuvo su momento de madurez y plenitud (“…Perú campeón, es el grito que repite la afición…”), luego se enfundó pañales e inclusive casi desaparece (la FIFA estuvo a punto de desafiliar al Perú de dicha organización).

En fin, nos quedamos en pañales y, por eso, la “cagamos” con despreocupada frecuencia. Una manifestación de dicho fenómeno es la competencia entre los distintos clubes del futbol peruano, que se realiza mucho antes de pisar la cancha. A continuación, propongo un breve análisis que deja en evidencia las situaciones equivocas  a las que conlleva el tratamiento diferenciado entre los distintos tipos de organizaciones en este mercado en particular.

Para simplificar el análisis propongo limitar el universo de clubes a cuatro: dos sociedades anónimas (Sporting Cristal y la Universidad San Martín de Porres) y dos asociaciones civiles (Alianza Lima y Universitario de Deportes). Parece que no es coincidencia, o más bien resultaría una suerte de verdad para la comunidad futbolera, que los primeros cuentan con una mejor gerencia y manejo de finanzas que los segundos.

Hasta cierto punto, esta eficiencia se ha traducido en una mejor competitividad en el mercado, especialmente para el club de futbol de la Universidad San Martín de Porres. En los últimos años dicho club se ha erigido como campeón nacional, y ha logrado consolidar una plantilla decente. El caso de Sporting Cristal revela un panorama menos alentador: hace años que sus jugadores no levantan copas, y contratar jugadores de alto perfil parece contradictorio con el manejo responsable de sus cuentas.

El caso de los clubes Alianza Lima y Universitario de Deportes, por otro lado, es harto conocido por razones distintas.  La palabra “deuda” es una constante en ambos clubes, sea respecto del Estado (SUNAT) o de sus propios jugadores. Ahora bien, el problema recae en que estas ineficiencias no repercuten en la competitividad de dichos agentes en el mercado, sea porque no internalizan los costos de sus acciones perjudiciales o porque simplemente  “no se les mide con la misma vara”.

En ese sentido, entiendo la indignación del directivo del club “santo”, Alvaro Barco, cuando declaró con impotencia que tenía que “dejar ir” a dos jugadores clave a clubes que son sus competidores directos: Alianza Lima y Universitario de Deportes.

Christian Ramos, zaguero de importante biotipo y correcto juego aéreo, empacó sus maletas y se dirigió a Matute.  Barco no dudó en criticar a los dirigentes de Alianza Lima:

Hay clubes que lloran penurias y que piden restructuraciones en las cámaras, incluso no quieren que se quiten puntos por deudas, pero por otro lado pagan cifras espectaculares…

…La cifra que Alianza Lima ha ofrecido por Ramos es imposible de pagar. Yo mismo le dije a Christian que firme de una vez, porque otra oportunidad así no va a tener”

Pablo Vitti, jugador ofensivo de importantes cualidades técnicas, se embarcó en dirección opuesta a Ramos: mientras que éste aterrizó en el Sur, el argentino se sintió más cómodo en el Norte. Las palabras de Barco respecto de esta transacción fueron las siguientes:

“Pablo Vitti es jugador de la ‘U’ por tres años con un récord difícil de superar. Ha sido una inversión escalofriante”.

La cruda realidad es que, a pesar de mantener un comportamiento eficiente en el mercado, la Universidad San Martín de Porres no ha podido traducir debidamente su proceder en ventajas competitivas. Probablemente, todo esto no entraría en discusión meses o, inclusive, días atrás. La Universidad San Martín de Porres es bicampeón del torneo nacional, y tuvo un comienzo arrollador en la Copa Libertadores este año. Sin embargo, en los últimos días, dicho club perdió sus tres últimos partidos en el citado certamen internacional, y basta con mirar la tabla de posiciones del campeonato nacional para adivinar que un puesto “tabla-baja” no se condice con su proceder diligente.

Factores externos al dinamismo propio de este mercado –o que, al menos, deberían serlo– amenazan con perjudicar al agente que se comporta con mayor eficiencia. La pregunta es: ¿Qué debemos hacer? ¿Tomar la y varita mágica del Congreso y transformar a las asociaciones en sociedades anónimas?

En mi opinión no. Esta acción, además de haberse probado infructuosa, sostiene una premisa implícita que no es del todo cierta: las organizaciones sin fines de lucro no compiten entre ellas ni con otras organizaciones con fines de lucro en el mismo mercado.

Precisamente esto es lo que señala Barry. D Friedman en un interesante artículo titulado “Como las Organizaciones sin Fines de Lucro se Deshacen de la Competencia” (How Do Non-profit Organizations Fight off Competition):

“El halo que parece flotar sobre las organizaciones sin fines de lucro proveyéndoles de un aura de altruismodistrae la atención del hecho básico de que éstas organizaciones son, primeramente, instituciones económicas[1].”

En muchos casos, como apunta el citado autor, la competencia que plantean las organizaciones sin fines de lucro puede ser, incluso, más “incomoda” que la propuesta por otras organizaciones con fines de lucro:

“Las organizaciones sin fines de lucro gozan de una serie de beneficios […]. Esto les da una ventaja significativa sobre las organizaciones con fines de lucro y pequeños negocios, que se torna evidente cuando ofrecen los mismos bienes o servicios[2].”

Estos beneficios se generan por una serie de “particularidades” enumeradas por el autor:

“(a) El Ingreso de las organizaciones sin fines de lucro, generado por la venta de bienes o servicios, puede estar exento del pago al Impuesto a la Renta.

(b) Las organizaciones sin fines de lucro pueden fortalecer su situación financiera atrayendo subsidios o donaciones de gobiernos, fundaciones e individuos […]

(c) Las organizaciones sin fines de lucro pueden reducir sus costos laborales, mediante la colocación de voluntarios que realizan las mismas labores que los trabajadores a los que una empresa debe pagar.

(d) Las organizaciones sin fines de lucro obtienen otros beneficios y concesiones […].[3]

El propio Friedman concluye que:

“El resultado de estas condiciones es que las organizaciones sin fines de lucro pueden cobrar un precio por debajo del mercado, a la par que generan un excedente, mientras que el competidor con fines de lucro perdería dinero si vendiera al mismo precio. Estas situaciones pueden ser beneficiosas  cuando las organizaciones sin fines de lucro proveen “bienes públicos”. Sin embargo, estas circunstancias no son particularmente deseadas cuando las organizaciones sin fines de lucro proveen bienes y servicios que ya están siendo suministrados, o que podrían ser suministrados, por organizaciones con fines de lucro. Otro resultado es que los métodos ineficientes usados por la administración de una organización sin fines de lucro no impiden que la misma continúe funcionando […] [4].»[El énfasis es nuestro].

El proceder ineficiente de una determinada organización sin fines de lucro que no redunda en su ocaso funcional en el mercado parece ser una aplicación de lo expuesto por Friedman al caso del futbol peruano. El año pasado, los dirigentes y administradores de Universitarios de Deportes y Alianza Lima tuvieron que enfrentar (de alguna manera) las consecuencias de sus decisiones: las enormes sumas que adeudaban a la SUNAT amenazaron con poner en jaque a los “históricos” del balompié nacional. Ello no obstante, cifras más, cifras menos, dichos clubes resistieron el “remezón” (más que nada mediático), y desecharon la alternativa de transformarse en sociedades anónimas.

En mi opinión, como lo mencioné párrafos más arriba, la problemática expuesta no se desprende de la negativa de dichos clubes a transformarse en sociedades anónimas. Esto, por una simple razón: estamos haciendo una diferencia donde la ley no la hace. Tanto el Decreto Legislativo 1034 (Ley de Represión de Conductas Anti-competitivas) como el Decreto Legislativo 1044 (Ley de Represión de la Competencia Desleal) señalan en sus artículos 2 y 3 respectivamente (Ámbito de Aplicación Subjetivo) que,  “La presente Ley se aplica a las personas naturales o jurídicas, sociedades irregulares, patrimonios autónomos u otras entidades de derecho público o privado, estatales o no, con o sin fines de lucro […].”

Entiendo que hay factores socio-culturales que hacen complicado la aplicación estricta de estas disposiciones y que, en muchos casos, la ineficiencia de los actores no puede ser reconducida a ellos mismos, porque es generada indirectamente por el propio Estado con su complacencia. Pero hay que insistir en un dato irreductible: mantenerse como una asociación no implica extraerse del mercado.

Un caso emblemático de esto lo encontramos en la Primera División Española de Futbol. En “la Liga” hay cuatro clubes que se mantienen como tales y no han asumido la particular denominación de “Sociedades Anónimas Deportivas” que les plantea la normativa de ese país. Entre estos cuatro clubes están el Real Madrid C.F y el F.C Barcelona. Me gustaría analizar, particularmente, el caso del primero.

En el año 2004 se difundió la noticia de que el Real Madrid C.F sería estudiado en la escuela de negocios de Harvard (HBS por sus siglas en inglés). En un interesante artículo publicado en “Cinco Días”, el diario más antiguo de la prensa económica española, se destacó, de alguna manera, lo que he intentado decir en este artículo:

“El fútbol es pasión, pero el secreto para gestionarlo es, precisamente, lo contrario. Según el director general corporativo del Real Madrid, Carlos Martínez de Albornoz, ‘un club de fútbol moderno necesita tener una organización profesionalizada, que tome decisiones con la cabeza, no con el corazón’[5].”

No hay mucho más vueltas que darle, si queremos que nuestro futbol sea competitivo, tenemos que empezar por darle competitividad a un mercado que es ajeno a una adecuada noción de competencia.


[1] Friedman, Barry D. «How Non-profit Organizations Fight Off Competition.» PA Times 27, no. 5 (May 2004). Texto original: “The halo that appears to float over nonprofit institutions-providing them with an aura of altruism-distracts attention from the basic fact that nonprofits are, first and foremost, economic institutions.” Traducción Libre.

[2] Ibid. Texto original: “Nonprofit organizations enjoy advantages […].This gives them a significant advantage over for-profit corporations and small businesses that becomes noticeable when both of them are offering the same goods and services”. Traducción libre.

[3] Ibid. Texto original:  “(a) The nonprofit organization´s revenue from the sale of goods or services may be exempt from income tax (b) the nonprofit organization is able to fortify its financial situation by attracting grants and donations, from governments, foundations and individuals […] (c) the nonprofit organization can reduce its labor costs by appointing volunteers to do what the corporation must pay employees to do (d) The nonprofit organization obtains other benefits and concessions […].” Traducción libre.

[4] Ibid. Texto original: “The result of these conditions is that the nonprofit organization is able to charge a below-market price and still realize a surplus, while the for-profit competitor would lose money if it sells at the same price. These circumstances may be beneficial when non-profit organizations provide “public goods”. However, these circumstances are not particularly desirable when a nonprofit organization is providing goods and services that are already provided, or that otherwise would be provided, by profit seeking corporations.   Another result is that inefficient methods used by the management of a nonprofit organization do not impair the continued functioning of the nonprofit organization […].” Traducción libre

[5] Referencia: http://www.cincodias.com/articulo/empresas/Real-Madrid-estudia-Harvard/20040702cdscdiemp_23/ (Revisado: 26/03/2011)

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