Discurso de lanzamiento de ENFOQUE TV / THEMIS: miércoles 27 de abril de 2011

Apertura

Esta es la última vez que me dirigiré a ustedes como Director de THEMIS. Ha sido este auditorio –hoy lleno de caras conocidas-, testigo del trabajo que en THEMIS hemos planeado y ejecutado en estos últimos años. Hoy les hablaré bajo el efecto de una extraña mezcla de sentimientos. Por un lado, la nostalgia de saber que será la imagen de hoy una de las que mi memoria evoque cuando busque recuerdos de los años felices, y; por otro lado, la ilusión de saber que el extraordinario grupo de personas que por este año he tenido el honor de liderar tomará el trabajo que juntos hemos ensamblado solo como un punto de partida, y que llevarán a THEMIS y a nuestro ENFOQUE DERECHO a lograr más y mejores cosas. En este tiempo que hemos trabajado juntos, he aprendido mucho, pero probablemente la lección más importante fue comprender que mientras más prescindible sea el trabajo de un líder; mejor.

Con respecto al trabajo que mi comisión ha venido desempeñando, creo que poco me queda por decir después de las palabras de Ricardo y del video que les acabamos de mostrar, así que aprovecharé la oportunidad para hablar de otro tema.

Introducción

Esta noche, el mensaje que quiero darles, a los que están aquí y a los que lo escucharan y verán a través de internet viene cargado con un llamado urgente a la reflexión sobre algunos temas. Antes de empezar, debo ponerlos bajo aviso: escucharán con frecuencia pendular el uso de una palabra que anda por nuestros días en peligro de extinción. Una palabra a la que los abogados encontramos siempre un modo de esquivar. Hablamos en plural, se habla en tercera persona. Citamos a la jurisprudencia y nos escondemos detrás de la doctrina. Esa palabra es “Yo”. Estas son mis ideas y mis opiniones. Hablar sobre las ideas de otros, o peor aún, hablar sobre las “ideas de todos” sería una traición axiomática a mis principios. Yo hablo por mí. Lo que diré a continuación, lo diré con la secreta esperanza de que algunos de ustedes duden y reflexionen, y estemos quizás –luego de un proceso lógico- de acuerdo.

La pobreza, el Derecho y la Libertad

¿Cuál es el origen de la pobreza?¿Qué tiene que ver esa pregunta con el Derecho?¿Qué tiene que ver con la Libertad? Creo que mucho.

Por varios siglos nos han dicho que el origen de la pobreza de unos es la riqueza de otros. Que debemos investigar cuál es el origen exacto de la pobreza paras poder acabar con ella. Conceptos como justicia social, interés público o bien común han sido frecuentemente utilizados como partes de esta explicación del peor de los males que aqueja al hombre: la pobreza.

Sin embargo, no hemos encontrado ninguna respuesta. Nos hemos encontrado con una contradicción. Ahora, frente a la racional contradicción de no poder hallar una respuesta, podemos tomar dos posturas: la primera, muy de moda en nuestro tiempo, estriba en darle una solución pragmática al asunto: regalar dinero a los más necesitados, aumentar los salarios mínimos, hacer más rígida la legislación laboral, cobrar impuestos a las “sobreganancias” mineras o nacionalizar las “actividades estratégicas” de una economía para ponerlas al servicio de los intereses de la nación.

No dudo que ideas como las anteriores tienen siempre una motivación altruista y humana. Una respuesta pragmática a la contradicción de la pobreza. No obstante, el pragmatismo no es más que la renuncia a la esencia de la humanidad: la razón.

Otra postura frente al tema de la pobreza, -una menos difundida sin duda alguna- es la que a continuación comparto con ustedes: quizás las contradicciones no existen. Quizás cuando nos enfrentamos a una contradicción, antes de lanzarnos a actuar pragmáticamente, debemos revisar nuestras premisas. Veamos:

¿Qué pasaría si es que hemos estado buscando la respuesta a una pregunta que no tiene solución? ¿Qué pasaría si nuestra pregunta no es una pregunta?

La pobreza –señores- no tiene origen. El flagelo de la pobreza es parte de la condición humana. Todos los primeros hombres nacieron pobres. Sin educación, sin formas de cuidar su salud, sin seguridad y sin acceso a un sistema de justicia. Los hombres nacimos pobres e ignorantes. La cuestión es que algunos hombres lograron escapar de la pobreza; otros no.

¿Alguna vez se ha preguntado usted cuál es el origen de la ignorancia? Estoy seguro no, y es que resulta bastante más claro comprender que la ignorancia no tiene ningún origen. Lo que si tiene un origen es el conocimiento.

Quizás hayamos estado buscando la respuesta a la pregunta equivocada. ¿Qué pasaría si nos empezamos a preguntar a cuál es el origen de la riqueza? Claro, parece ser la misma pregunta; o parece ser un juego lingüístico: el vaso medio lleno o el vaso medio vacío; pues no es. La relevancia superlativa de cuál de las dos preguntas elegimos plantearnos reside en que de esto depende la forma en que concebimos el rol del Derecho, y el rol del estado[1] en la Economía y en el mismo Derecho. Escoger bien nuestras preguntas es el primer paso para encontrar buenas soluciones.

Luchar contra la pobreza puede terminar siendo una carga quijotesca contra un monstruo que no es más que un molino.

Hace miles de años, los hombres y mujeres que buscaban satisfacer sus necesidades y sus intereses empezaron a darle forma a la pregunta que hoy pretendemos abordar: ¿Cuál es el origen de la riqueza?

Los hombres –como hemos ido viendo- tenemos una picazón racional por hallar orígenes. Queremos saber cuál es el origen de la pobreza. Queremos saber cuál es el origen de la riqueza. El origen de la vida y el del tiempo. ¿Cuál es el origen del hombre? ¿Quién es John Galt? Ahora, frente a esta necesidad filosófica de conocer los orígenes de las cosas, hemos creado estructuras que nos permiten encajar estas cuestiones en dos grandes grupos: los orígenes de orden natural y los orígenes de orden artificial.

Sobre los órdenes naturales debo decir que estamos rodeados de ellos, por más que la ciencia luche por aniquilarlos incesantemente. Por ejemplo: si en este preciso instante un temblor sacudiese este auditorio, básicamente nuestras explicaciones para saber por qué pasó esto en este preciso instante girarían en torno a dos ideas: el temblor fue producto del azahar o fue producto del designio de alguna divinidad. Sea como fuere, nos quedaría claro que la intención y la voluntad de los hombres nada tuvo que ver con el suceso.

Por otro lado, si hablamos de orígenes de orden artificial es más sencillo encontrar la voluntad de los individuos moldeando la realidad que los rodea. Ejemplo de esto es la construcción de este auditorio. Alguien decidió hacerlos y lo hizo. Otros ejemplos de esto son todos los inventos que han cambiado el curso de la historia de la humanidad. ¿Quién inventó el teléfono? ¿Quién inventó la radio? ¿El foco? ¿Y el automóvil? Artificialmente los inventores cambiaron el curso natural de la vida en la tierra a través la ejecución de su voluntad.

Ahora bien ¿Son esos que acabo de nombrar los inventos más relevantes para la historia de la humanidad? ¿No es cierto que lo cánones occidentales nos han dicho que saber que los inventores son Graham-Bell, Marconi, Edison y Ford? Permítanme replantear mi pregunta: si es que un invento es una innovación racional que permite funciones prácticas antes inexistentes, ¿Quién fue el inventor del lenguaje en el que estoy hablando? ¿Quién inventó la música? ¿Quién inventó el libre mercado? ¿Y la moneda? ¿Y el arte? ¿Quién inventó el Derecho? ¿Quién inventó el Derecho?

Piénsenlo sin mayores abstracciones: quizás buscar saber quién fue el hombre que inventó el lenguaje resulte lejano. De acuerdo; piensen entonces en una escala menor: ¿Quién fue el primer hombre en decir la palabra “bacán”? ¿Quién fue el primero en decir “manya”? ¿Y quién fue el primero en decir “chévere”?. De hecho alguien usó esos términos antes que todos nosotros para referirse a lo que conceptualmente esbozaba. ¿Quién fue el músico que tocó el blues demasiado rápido e inventó el Rock and Roll? A pesar de que no tenemos respuesta para ninguna de las preguntas que acabo de leer, la forma en cómo las buscamos es aquí lo esencial.

A veces la manera en cómo buscamos una respuesta resulta más relevante que respuesta buscada.

Sucede que los humanos vivimos bajo las estructuras artificiales como el teléfono, y las naturales como el temblor; no obstante, hay un tercer tipo de órdenes. Estos son fruto de la mera acción humana, son los que Mises llamó praxeológicos, y los que Hayek llamó órdenes espontáneos. Son también los órdenes a los que probablemente se refería el Chavo del Ocho cuándo decía que fue “sin querer queriendo”. Estos órdenes son aquellos en los que cuando un individuo busca satisfacer sus necesidades con una acción voluntaria, genera una reacción involuntaria en el resto de individuos con los que interactúa en la sociedad.

Es así que el primer ser humano parlante no buscaba dejarle la palabra como legado a la humanidad; probablemente fue un niño que solo quería llamar la atención de su madre, y le dijo “mamá”.

Habiendo dicho todo esto, lo lógico es que ustedes se pregunten por qué es que lo he dicho; la respuesta es que los hombres y mujeres que hace miles de años escaparon de la pobreza empezaron a hacer algo bastante sencillo: comerciar. Comprar y vender. Transar. Contratar.

Es común pensar que cuando una persona le vende algo a otra, una gana dinero y la otra lo pierde. Es cierto; sin embargo, no debemos equiparar riqueza con dinero. Me explico: el dinero es objetivo, es tan objetivo que los precios de los bienes están en números y así los precios nos dan información sobre los que demás buscan: mientras más útil y más escaso sea un bien, más caro. La riqueza es -por su parte- subjetiva. Lo que para alguien vale algo no es lo mismo que lo que vale para otro. Lo que para mi vale mi reloj no es lo que vale para ustedes. Por esa diferencia en las valoraciones subjetivas de los bienes es que nos enriquecemos cuando comerciamos: un individuo cree que su TV vale 80 soles, entonces lo ofrece en 90. Otro individuo cree que ese TV vale 100, entonces lo compra en 90. Después de transar, ambos son más ricos.

El origen de la riqueza es la búsqueda de los individuos por satisfacer sus necesidades personales viviendo en sociedad. Ahora, es harto frecuente pensar en un gordo avaro digno de un cuento de Dickens que -cigarrillo en mano- quiere satisfacer sus intereses a costa de los demás. Cierto, es un ejemplo, pero es a la vez una licencia imaginativa algo hipócrita. Quizás les resulte menos crudo imaginar a un hombre que en los Andes lucha en la madrugada por arar la tierra con su chaquitallca para poder vender sus productos y enriquecerse, y con este dinero comprarle a su hijo su primera bicicleta. Como verán, todo es cuestión de perspectiva.

La riqueza nace espontáneamente cuando los individuos compiten los unos con los otros por recursos limitados, transando entre ellos y generando valor con cada transacción.

Ahora, ¿Qué tiene que ver el Derecho con todo esto? Si entendemos a la libertad de los hombres como el factor que puesto en práctica los enriquece a través del comercio ¿Para qué estamos los abogados? Y más aún… ¿Los estudiantes de Derecho?

Nos han dicho que el Derecho es este gigante acéfalo lleno de constituciones, leyes, normas, reglamentos y códigos. Que es una forma ordenar a la sociedad, o peor aún: una forma de controlar a la sociedad. El problema es que nos lo hemos creído. El Derecho -y perdonen coleguitas que los baje del Olimpo- es un mecanismo para resolver problemas. Nada más que eso. Ahora, el tema está en que hemos creado un Derecho que genera más problemas de los que resuelve.

Un Derecho que se escuda en conceptos vacíos, o arbitrariamente nutridos como dignidad, moral o social para imponer posturas y restringir libertades.

Los abogados debemos convertir al Derecho Privado en un catalizador de transacciones, que incentive a los individuos a actuar dentro del sistema y a enriquecerse con él. Tenemos que convertir al Derecho Público en la matriz de un estado que deje de ser un elefante blanco y se transforme en una hormiga atómica encargada de asegurar la Libertad individual, la paz y la Propiedad Privada, sin la cual comerciar carece de sentido. Un estado que deje de arremeter contra monstruos inexistentes con su lanza de pragmatismo y genere posibilidades para que los pobres se vuelvan ricos, y para que los ricos sigan siendo ricos.

Lo que digo puede sonar utópico, pero a mí el uso de esa palabra no me genera inconvenientes: es una utopía.

Los abogados debemos recordar que estudiamos Derecho y no leyes; el Derecho hace las leyes, no al revés.

Por último los estudiantes de Derecho tenemos la obligación de dudar. No dar nada por sentado y pensar en qué es lo que separa a nuestro Derecho ideal del Derecho real, para luego poder luchar por acortar esta brecha.

Sin embargo, no es una misión sencilla. Los estudiantes y los jóvenes han sido siempre la voz de las nuevas ideas que se alza contra los enemigos de la Libertad. La defensa de la Libertad tiene que ser -por quienes creemos en ella como valor supremo de la humanidad- axiomática y racional.

Es por esto, que me encuentro en la obligación moral (una moral construida únicamente sobre mis principios y valores) de terminar diciendo lo siguiente:

Hoy que el contexto electoral nos aterriza frente a cualquier sueño utópico, hoy que las paradojas de la democracia nos han empujado a mirar desde el borde del abismo a las antípodas de la Libertad, en mi condición de ser humano libre antes que peruano y libre antes que estudiante, debo terminar diciendo algunas cosas sobre la Libertad:

La sombra del militarismo se acerca desafiante, y elijamos lo que elijamos, debemos recordar que la Libertad no vale nada si no estamos dispuestos a defenderla. Ahora: mucha sangre ha manchado a nuestro país. Muchas balas. Muchos muertos. La defensa de la libertad se libra con las ideas como armas; más nada. Yo no quiero que mis impuestos se gasten en más armas, señores candidatos.

Yo no creo en los fusiles. Yo no creo en los soldados. Quiero morir en mi país y quiero que para ese entonces mi país sea el primer mundo, pero yo no creo en la guerra. Yo creo en los ejércitos comandados por empresarios y exportadores. Por bodegueros y por banqueros. Yo creo en infanterías compuestas únicamente por espárragos peruanos que -vestidos de verde esmeralda- conquisten los mercados del mundo, y en vez de dejarnos muertos nos dejen utilidades.

Yo no creo en los cañones ni en los coches bomba. Que con sus ruidos callan la música, las risas y los llantos.

Yo no creo en un país que construye su identidad sobre la negación de la de sus vecinos. Yo creo en un país que sepa a ceviche, huela a camu camu y que suene como el Grupo 5 unas veces y como los Rolling Stones otras.

Yo no creo en los ejércitos porque premian a sus hombres dándoles galones a cambio de victoria en un juego en dónde la victoria de unos significa la muerte de otros. Yo creo solamente en los galones del esfuerzo y de la competencia libre. Yo creo en mis ojeras. Yo creo en nuestras ojeras. Nuestras ojeras son nuestros galones.

No creo en el colectivismo, pero sí creo que cuando los individuos se reúnen libremente para luchar por lo que nos hace humanos, la bandera de la libertad prevalecerá contra cualquier intentona retrógrada que nos pretenda reducir.

No creo en un puño en alto, pero sí creo en la mano invisible de la libertad de todos derrocando a cualquier tiranía con ideas.

Este será el rol de los estudiantes: defender lo que es nuestro, perder el miedo de decir YO. No importa que no tengamos canas; tenemos ideas. Ya dije que no creo en las guerras, pero nací en un país de héroes que murieron luchando mientras quemaban el último cartucho; los tiempos han cambiado. Yo no creo en esos cartuchos, pero si creo en los cartuchos de mi impresora y en el valor de mis ideas. Yo creo en la Paz, en la Propiedad Privada y en la Libertad.


[1] Yo escribo estado con minúscula; creo en un estado minúsculo.

9 COMENTARIOS

    • Hola Tezura.

      Que increíble el atentado al lenguaje que logras perpetuar en una frase tan corta. No hay nada peor que un Tezura con un teclado a la mano.

      Ahora, sobre tu consulta:

      Es cierto -Tezura- estaba drogado; imagínate lo que puedo hacer sobrio.

      Saludos por la casa,

      Mijael.

  1. Debo decir que este artículo es uno de los peores que he leído en esta página. Y ello, por las siguientes razones:

    1. El estilo. El tono que impregna todo el artículo es uno de superioridad y pomposidad del autor frente a sus lectores, como un profesor universitario reconocido que trata de enseñar física nuclear a un idiota. Frases como «¿Alguna vez se ha preguntado usted cuál es el origen de la ignorancia? Estoy seguro no,» o «El Derecho -y perdonen coleguitas que los baje del Olimpo- es un mecanismo para resolver problemas» son altaneras y agravian al lector. Además, están completamente injustificadas, puesto que nada en este artículo es especialmente revelador, no hay ningún gran descubrimiento. La falta de educación e ignorancia es algo en lo que se profundiza y discute diariamente y no hay ningún misterio en que el Derecho fue creado para resolver controversias, lo enseñan en la primera clase de Introducción a las Ciencias Jurídicas o Teoría General del Proceso.

    2. El mensaje. No es correcto decir que la pobreza no tiene orígenes. Los países pobres no son solamente aquellos que no se han enriquecido, hay países que se empobrecen y las causas del empobrecimiento pueden ser deducidas y, quizás, revertidas. No es siempre cierto que la pobreza es igual a falta de enriquecimiento, a veces está es aumentada o exacerbada por prácticas sociales o gubernamentales negativas. Preguntarse por el origen de la pobreza es perfectamente válido.

    Sin perjuicio de que estoy de acuerdo con el postulado general del texto, que es importante dar libertad al mercado para que genere riqueza espontáneamente, esta es una respuesta demasiado simple. Actualmente, en EEUU hay un gran debate respecto a la intervención del Estado en la economía, con la posición a ultranza republicana de cortar entitlements y bajar impuestos y de los demócratas de cortar limitadamente los gastos, aumentar la deuda externa y subir la recaudación. Hay un debate válido entre libertad y bienestar general. Según John Maynard Keynes, los «busts» como el de 1929 o el del 2008 son causados por los «espíritus animales» del mercado que arriesgan demasiado y terminan perjudicando a todos. La crisis del 2008 ha dado fuerza a esta postura. Para Hayek, son las bajas tasas de interés y la intervención estatal que afectan el funcionamiento del mercado y generan los riesgos durante el «boom», que luego causa su propia crisis. Yo, personalmente, creo que Hayek tiene razón, pero no voy a descartar toda una escuela de pensamiento, sobre todo porque no soy economista, simplemente tomando la bandera de la Libertad.

    En el Perú, la razón por la que OH es presidente electo hoy es porque el progreso económico de los últimos años no se sintió en los estratos más desfavorecidos y eso ha llevado a la gente a escoger a un candidato fuertemente de izquierda. Tu análisis dice que el Derecho tiene el deber de incentivar las transacciones y, por tanto, la generación de la riqueza. Y eso es cierto del Derecho Privado pero te olvidas que la otra mitad del Derecho es el Derecho Público que vela por el interés general. Esa rama del derecho tiene otra vocación, que es la redistribución de la riqueza, a través de obras públicas, tributos y demás.

    Lamento haber criticado tan duramente tu último artículo en enfoque. Hubiera preferido hacerlo con otro escrito infame como fue el de «Peregrinaciones de un paria» pero no hubo tiempo.

    • Diego:

      Te agradezco muchísimo por compartir conmigo tus ideas y opiniones, y te pido mil disculpas por lo bastante que me he tomado en responder.

      Debo yo empezar por decir que respeto que consideres a este artículo (que no es un artículo) como uno de los peores que se ha publicado en esta página. Lo que haré a continuación es comentar algunos de los argumentos sobre los que sustentas tu postulado inicial (que -como ya te dije- respeto).

      UNO: Sobre el estilo.

      Siento mucho no poder decir nada que sirva en mi defensa cuando señalas que percibes un tono de superioridad y pomposidad en mis palabras. Si así lo encuentras, así debe ser.

      DOS: Sobre el mensaje.

      En mi opinión es incorrecto señalar que la pobreza tiene orígenes, y he hecho el mejor intento por explicarlo en el discurso que has comentado. Tristemente, la postura que tú propones (la contraria a la mía: es decir, que la pobreza sí tiene causas) carece -desde mi perspectiva- de cualquier sustento. Dejando de lado lo que yo piense, tú no presentas ningún argumento que respalde tu idea, salvo dos frases (inconexas). Es por todo esto que no puedo responder a tu crítica. (Mi argumento está desarrollado ya en el discurso, explicártelo de nuevo sería como tratar de explicarte física nuclear).

      Me alegra saber que estás de acuerdo con el «postulado general del texto» (¿pomposo yo?), así que no haré ningún intento por refutar tus ideas con respecto a este punto. Sin embargo, si me gustaría puntualizar algunas cosas:

      Los datos que sueltas sobre el debate que hay en EEUU entre republicanos y demócratas no tienen absolutamente nada que ver con lo que he escrito. Estados Unidos es un país -hoy por hoy- gobernado por un Estado intervencionista que aplica políticas económicas contradictorias y que -por lo anterior- se aleja de ser un caso de estudio viable para lo fines que abordo en el discurso.

      Por otro lado, veo que has buscado en Wikipedia qué es lo que pensaba «John Maynard Keynes» (me parece precioso que hayas usado su nombre completo; hasta pomposo. Tipo: Augusto Bernardino Leguía o Manuel Arturo Odría) y también lo que decía Hayek.

      Yo tampoco soy economista, aunque estudié Economía algunos años. Sin embargo, tengo bastante confianza en mi capacidad racional para entender cosas sin estudiar la carrera en dónde las enseñan. Sin ser economista, descarto las ideas de Keynes, por argumentos que no explicaré aquí, básicamente porque tu has empezado reconociendo tus limitaciones en ese espacio del conocimiento humano (Economía), por lo tanto: me da flojera. Sería -una vez más- como hablar de física nuclear.

      Por último: el motivo por el que OH (se ve bestial que uses las siglas) es presidente del Perú -en mi opinión- es que ganó las elecciones. Lamentablemente no me creo tan sapiente como para explicarle a las personas cuál es el motivo real por el que Humala ganó, esa tarea de la dejo a los opinólogos (por suerte para eso no se estudia) y a expertos como tú.

      Sobre esta idea de que el Derecho Público debe i) velar por el interés general y ii) redistribuir riqueza no me queda mucho por decirte: i) el interés es un concepto filosóficamente individual (¿Qué es el interés general?) y ii) considero la «redistribución» de la riqueza como un acto inmoral y ajeno a mi estructura de valores. (No dejo de respetar a quienes consideran ambas ideas como válidas).

      Creo que eso es todo.

      Yo lamento que creas que tu crítica ha sido cruda, ojalá nadie me critique con mayor crudeza que tú; así nunca tendré que pensar para responder. La crudeza de una crítica para mí reside en la agudeza de sus argumentos y en la lógica causal que los une, no en lo que has tratado de hacer, que es:

      Decir que estás de acuerdo con el mensaje de fondo, pero que es el peor artículo publicado aquí porque no te gustó el estilo y sustentar las dos ideas en datos (irrelevantes) de Wikipedia y -a la misma vez- explicar cosas que nada tienen que ver.

      A mí también me hubiera encantado que te regales el tiempo de criticar mi anterior artículo infame, para poder poner en evidencia lo famélica que es la argumentación sobre la que apoyas tus ideas.

      Saludos,

      Mijael.

      PS: Wikipedia es una fuente maravillosa de conocimiento (la uso todos los días), pero algunos departamentos de conocimiento reclaman mayor indagación, creo. Si queda alguna duda de que tu única fuente es Wikipedia: busca.

  2. Muy interesante. El estilo es fresco y sin formalidades superfluas. En lineas generales, he podido notar que haces referencia a Mises, Hayek y supongo que tambien hay relación con Rothbard. De todos tus argumentos hay una conclusión clara: «La imposibilidad de la ingeniería social». Y estoy de acuerdo contigo: No creo que algun iluminado pueda mover alguna «tuerca» y la gente haga lo que el iluminado haya pensado. Basandonos en eso, el pragmatismo resulta ineficaz, ya que, paradojicamente, la gente a la que asisten termina más pobre. En este sentido te dejo otra pregunta: Hay muchos que piensan que tener más hijos te hace más pobre, sin embargo, hay quienes sotienen, como josué de castro, que es la pobreza la que genera más hijos. ¿Que opinas?
    Saludos.

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