Por: Alexander Aizenstatd
Abogado guatemalteco con maestría en Yale, y profesor de Derecho en la Universidad Rafael Landívar y Universidad del Itsmo

Se estima que pronto Palestina solicitará su incorporación como el Estado número 194 de las Naciones Unidas. Sin duda es un asunto que despierta muchas pasiones y la discusión va necesariamente más allá de la diplomacia internacional. En todo caso hay que tener claro que la admisión o no de Palestina no servirá para resolver ninguna de las preocupaciones que uno u otro lado tienen al respecto. Algunos han señalado que la membresía de Palestina en las Naciones Unidas llevará al reconocimiento del Estado Palestino y a su derecho a vivir en Paz. Se equivocan. Bajo el derecho internacional, el reconocimiento de un Estado y su membresía en las Naciones Unidas son asuntos muy distintos. Tanto así que un Estado puede existir sin ser parte de las Naciones Unidas, por ejemplo, tal ha sido el caso de Suiza hasta el 2002, de la República de China o de Kosovo. A su vez se puede ser parte de las Naciones Unidas sin ser un Estado, como la Cruz Roja. De hecho desde 1974 Palestina ha sido admitida como entidad observadora permanente en las Naciones Unidas, con voz pero sin voto.

De conformidad con el derecho internacional, para obtener el reconocimiento como un Estado sólo se deben de cumplir con los criterios de la Convención de Montevideo: 1) población permanente; 2) territorio determinado; 3) gobierno y 4) capacidad para entrar en relaciones con otros Estados. Para ser Estado miembro de las Naciones Unidas se requiere además ser una nación “amante de la paz”, previa recomendación del Consejo de Seguridad y voto favorable de dos tercios de la Asamblea General. Apenas en julio de este año se reconoció a Sudan del Sur como el miembro número 193. Tomando en cuenta que Estados Unidos, miembro permanente del Consejo de Seguridad, ya anunció que vetará una eventual solicitud de Palestina, dudo que el tema llegue a discusión de la Asamblea General. En todo caso es más probable que obtenga reconocimiento como un Estado observador permanente, como lo es actualmente el Vaticano, lo cual puede decidir la Asamblea sin necesidad de acudir al Consejo de Seguridad.

Sin embargo, de presentarse la oportunidad de que la membresía de Palestina como miembro de las Naciones Unidas sea sometida a elección de la Asamblea General, no pueden los Estados dejar de considerar las importantes reacciones que los grupos locales y organizaciones religiosas tendrán sobre esta materia. Aunque algunos sectores han iniciado un modesto cabildeó a favor de Palestina e incluso se han rumorado graves reacciones económicas de los países que apoyan ese tema en contra de los que no voten a favor, es poco probable que se materialicen. Es más, esas amenazas se han realizado desde hace décadas ante cada decisión de importancia relacionada con estos temas en las Naciones Unidas sin mayores consecuencias. Menos aún en aquellos que no tienen a sus principales socios comerciales en el medio oriente. Tampoco han esas naciones realizado un trabajo diplomático importante en Latinoamérica que facilite que aquellos Estados que han anunciado una oposición modifiquen su postura. No hay ofrecimiento de condiciones favorables de comercio exterior, proyectos de desarrollo local ni planes sustanciales para el establecimiento de nuevas embajadas en la región. En algunos casos la zanahoria es más efectiva que el garrote en la diplomacia internacional.

Debe considerarse además que en caso de ser admitida la solicitud tampoco hay ofrecimientos de Palestina para ser parte de los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos más importantes de las Naciones Unidas. Ni se anuncian esfuerzos para conciliar pretender que su capital comparta un mismo espacio con la de otro Estado miembro –Jerusalén-. Algunos proclaman la admisión como la panacea para la causa palestina, pero de hecho no representaría importantes avances para sus habitantes. Este debiera de ser el objetivo de este esfuerzo. Todas las Naciones que desean reconocerla como Estado han tenido la libertad de hacerlo y un gran número lo hace. Su reconocimiento como Estado no tiene relación con su admisión en las Naciones Unidas. Su participación en las Naciones Unidas podría ser beneficiosa para la comunidad de naciones, si esto implicara un reconocimiento de tratados fundamentales de derechos humanos para sus habitantes, según parece no será así. Claro está que hay otros Estados en las Naciones Unidas que no son parte de esos esfuerzos, pero su pertenencia a esa organización no se encuentra actualmente bajo discusión. De ahí que se prevé esta solicitud como un mecanismo para influir en organismos internacionales, como el Comité de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional con el objetivo de lograr fines estratégicos.

Es claro que la participación de Palestina en las Naciones Unidas podría ser beneficiosa y ser una oportunidad para incluir sobre sus autoridades en un foro global, sin embargo si se admite su solicitud sin mayores requisitos se perderá una oportunidad para exigir canjes fundamentales a cambio. Para justificar su pertenencia en esta arena, las autoridades Palestinas más allá de realizar su solicitud debieran liderar los esfuerzos que nos garanticen que es “amante de la paz”, que proveerá de derechos humanos básicos a sus habitantes, que realiza esfuerzos sustanciales para convivir en paz con sus vecinos y contribuir al moribundo proceso de paz. Sin esas garantías pareciera que este esfuerzo poco tiene que ver con mejorar las condiciones de vida de los habitantes de la región.

3 COMENTARIOS

  1. Hasta cuándo van a tener q esperar los Palestinos por «la paz» si los primeros en patear el tablero son los señores de Israel. No se excusen en argumentos falsos. Todos sabemos que Israel no descansará hasta sacar a todos los árabes de su territorio ni buscará tender ningún puente de paz. ¿Hasta cuándo le van a creer a los israelitas?!!!!!!

  2. Pobres palestinos solo llevan 63 años de estar en la misma situación mientras sus lideres continúan viviendo del terrorismo y de las naciones desarrolladas que les prodigan fondos suficientes para derrochar pero no para invertir en elevar el nivel de vida de su población. Ojalá hubiera una primavera palestina para obligar a sus lideres a negociar de buena fe y no como hasta ahora lo han hecho. El peor enemigo de los palestinos son sus propios lideres, no Israel.

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