Por: Malú Machuca
Estudiante de sociología en la PUCP en mención de estudios de genero y LGBT, y activista Queer.

El artículo 234 del Código Civil de nuestro país norma que “El matrimonio es la unión voluntariamente concertada por un varón y una mujer legalmente aptos para ella  formalizada con sujeción a las disposiciones de este Código, a fin de hacer vida común.” Como una persona no sólo pansexual (lo que quiere decir que en mí radica el potencial de sentir amor y atracción hacia personas de todos los géneros, sexos, expresiones e identidades sexuales), sino además poliamorosa (que implica que veo a cada una de mis relaciones sin límites), eso de “vida común” es lo que hago todos los días con las relaciones que decido mantener. Y es que para personas como yo, el matrimonio es un sinsentido.

Más sinsentido aún es que el movimiento LGBT, un movimiento que se alimenta en una tradición de lucha y subversión al orden establecido, tome al matrimonio (¡la institución más normativa y patriarcal que puedo imaginar!) como su bandera principal. Hablar del matrimonio implica no sólo hablar de un tema de “derecho de familia”, sino sobre todo de miles de derechos humanos puestos en un paquete dado con la condición de vivir nuestras vidas sociales, sexuales, económicas y reproductivas sirviendo al bio-poder del Estado bajo una única forma de organización de la vida social. Este “hacer vida común” que menciona el Código Civil, se explica en la jurisprudencia como “una perdurable unidad de vida sancionada por la ley, se comprometen  recíprocamente y cumpliendo los fines de la especie la perpetúan al traer a la vida la inmediata descendencia”[1]. ¿De qué estamos hablando realmente?

En el Perú cuando se habla de “matrimonio gay”, se está hablando principalmente de dos cosas: la primera son los derechos humanos de las personas que no pueden casarse, y por tanto, no son recibidos a menos que formen parte del matrimonio como única forma de organización de la vida social; y, la segunda es que esta única forma (monogámica, heteronormativa, dictada por la sociedad) no es un modelo bajo el que todas queramos organizarnos. Como mujer en un país machista y sexista, las conversaciones acerca de igualdad en el matrimonio no me resultan nuevas: pongámonos a pensar cuántos derechos y deberes que hemos ido consiguiendo han estado vinculados a esta institución. Y por si fuera poco, el matrimonio en este país es una institución históricamente religiosa y marcada por clase: pensemos en las revistas de “Bodas”, “Novias”, y demás, donde lo que se define por matrimonio requiere dinero para pagar una ceremonia en la cual la novia debe adherirse a patrones de belleza heteropatriarcales, además de a una creencia religiosa determinada (judeo-cristiana). La religión, impuesta en nuestro país durante la colonización de nuestras tierras, ha construido un imaginario en el cual el género y la sexualidad se rigen bajo parámetros sociales y emocionales que normalizan al matrimonio y la familia heteronormativa, patologizando y marginalizando a quien quede fuera de ella: los y las divorciadas, madres solteras, homosexuales, gente trans, gente queer poliamorosa que decide organizar su domesticidad de forma alternativa y todas las familias que son formadas sin lazos de sangre, y demás que haya olvidado.

Derechos humanos como el derecho a la familia, la salud, la identidad, la educación, a una casa y un trabajo digno han estado ligados históricamente al matrimonio. Las luchas por el sufragio de las mujeres tenían como traba la premisa que el voto del hombre representaba la opinión de aquellos que conformaban aquella familia, o incluso, que era la única opinión válida. Las luchas de las mujeres por nuestros derechos sexuales y reproductivos tienen su raíz en la creencia que las mujeres tenemos que estar siempre sexualmente dispuestas para nuestros maridos, lo que generaba excesivos y dañinos embarazos que no siempre llegaban a concluirse. El hecho de que hoy en día pueda caminar a la farmacia y pedir la pastilla del día siguiente es el resultado de una lucha que encontró como problema la heterosexualidad obligatoria y una cultura en la cual las mujeres no tenían derecho a decidir, pues en uniones consagradas como el matrimonio, quien siempre ha tenido el poder ha sido el hombre.

No fue hace mucho que la violación se perdonaba con matrimonio; y, en algunas comisarías de nuestro país, muchísimas mujeres siguen sin poder hacer entender a los policías que es posible ser violadas por sus esposos. Cuando estamos en edad de crecimiento, recibimos miles de mensajes al día que nos dicen que debemos ser delgadas, femeninas, bellas, “chicas de su casa”, “señoritas”, “de buena presencia”… o de lo contrario “no encontraremos novio”. De tal manera que el matrimonio resulta ser parte de tu desorden alimenticio y también de tu dieta. Está cuando buscas trabajo y te preguntan “¿con quién vives?” y “¿estás sola?” porque asumen que las mujeres tendremos alguien que nos pague todo. El matrimonio está ahí cuando quieres comprarte una casa sola y no puedes porque los bancos dan préstamos preferencialmente a parejas jóvenes heterosexuales de clase media casadas, y está ahí en el hospital cuando no me dejan ir a ver a mi novia por no ser “su familiar directo”.

Hablar de matrimonio igualitario es hablar de un oxímoron, y si el movimiento LGBT se atreviera a ser todo lo transgresor que puede ser, no tendríamos que pedir que nos den nuestros derechos sólo cuando nos comportamos como heterosexuales, sino en todo momento. Y si es que hablamos francamente, cuando la gente se opone al matrimonio entre dos personas del mismo sexo, no se oponen a que nos queramos o formemos una familia: se oponen a que accedamos a un techo, a un seguro de salud que nos proteja a las dos, a que obtengamos un trabajo digno, y a que controlemos nuestros cuerpos y nuestras sexualidades. Los y las heterosexuales aparentemente progresivas se emocionan y enarbolan nuestras banderas cuando una ciudad del mundo aprueba el matrimonio entre personas del mismo sexo, ergo, cuando somos como ellos. ¿Por qué no mejor luchar para que todos y todas tengamos todos esos derechos a todo momento? ¿Por qué no realmente hablar de los derechos de los que hablamos cuando hablamos del matrimonio? ¿Por qué no luchar por políticas de salud pública gratuitas e inclusivas para todas y todos, que se especialicen además en tratar a lesbianas, ‘maricas’, bisexuales, travestis, transgéneros? ¿Por qué no luchar porque en las universidades se reconozca nuestra existencia, porque en los currículos de educación se resalten nuestras contribuciones al país? ¿Por qué no luchar por asegurar trabajo digno y protección a nuestras compañeras y compañeros trans, quienes luchan con su (in)visibilidad en tantos ámbitos de la vida? ¿Por qué no mejor luchamos para que a los y las profesoras se les enseñe a ponerle el alto al bullying homofóbico que tiene presas a nuestras escuelas, y además, ha llevado al menos a un niño al hospital en los últimos meses?[2]

Vayamos al problema de raíz: todas las personas que gozan una orientación sexual, identidad y expresión de género distintas a la cisgénero heteronormativa, sufrimos una discriminación en la sociedad que se da de forma transversal a varios de nuestros derechos, y que no se resuelve con el derecho al matrimonio. El modelo de matrimonio = familia no funciona, compañeras. Hoy en día sabemos que más o menos la mitad de matrimonios heterosexuales terminan en divorcio,  y que las familias son de tantos colores como los que hay en el arcoíris. También sabemos que las familias heteronormativas no nos protegen, y que es en ese espacio donde ocurren muchos de los abusos que marcan nuestros cuerpos como abyectos desde pequeñas. Tenemos que comenzar a generar un cambio: en nuestras mentes, en nuestras familias, en nuestras leyes.

Mi propuesta es simple: destruyamos al matrimonio como única figura de familia y de organización de la vida en sociedad. Usemos nuestra creatividad al servicio de la justicia, utilicemos nuestra visión en servicio de nuestra comunidad, y utilicemos toda nuestra fuerza, nuestro valor y nuestro coraje en servicio de un mejor Perú.


[1]Cas. N° 3006-2001 – Lima, El Peruano, 02-05-2002 p. 8753

[2]http://elcomercio.pe/lima/1331320/noticia-escolar-que-fue-victima-bullying-podria-quedar-discapacitado

12 COMENTARIOS

  1. Sácame de una duda. Y por qué simplemente no se constituyen empresas «familiares»…. y creas el contrato matrimonial que mejor se arregle al tu estilo de vida??… se puede?

    • Buen texto, comparto contigo la aproximación. Sólo algunos comentarios, tal vez mas a las opiniones que al texto en sí:

      1. No se pueden constituir empresas «familiares» por muchas razones, la más sencilla y formalista… porque esa categoría no existe… es solo de origen doctrinal. Aun cuando no lo fuera, el tema es que como «sociedad» (tendría que serlo, en tanto y en cuanto, habría «reparto de beneficios» a la liquidación de la sociedad); sólo se focalizaría la atención a la acumulación o creación de riqueza y no a la diversidad de factores que traen aparejadas la «vida en común».

      2. Hay un problema en la transferencia sucesoria, toda vez que el «socio» o «pareja», tendría un status semejante al de un accionista, por lo que no habría un fenómeno sucesorio en estricto, sólo una preeminencia en la adquisición del remanente (por el que, al final del día, tendría que pagar). Si alguien sugiriera ir por la vía de la liberalidad, tendría el problema de no exceder la cuota de libre disposición si es que existen herederos forzosos, etc. Todo lo anterior deviene en la necesidad de regular figuras como «civil partnerships» o desarrollar «mecanismos parasucesorios».

      3. Tengo mis dudas de si los grupos a los que se aluden luchan por el matrimonio en sí o por los beneficios legales que vienen aparejado a esta institución, pienso más lo segundo. Si en realidad fuera esto último, entonces salidas como las mencionadas en el numeral precedente que permitirían replicar los efectos legales que se desean podrían ser una salida viable desde un punto de vista práctico, pero para quienes consideran que crear un régimen «especial» significa admitir implicitamente que el «otro» al final del día no es igual a la «mayoría» esto no será siquiera admisible (y sé que hay personas que piensan a sí). El mundo es más complejo e incluso las percepciones entre los grupos involucrados no puede ser subsumida en una única categoría, complicando aún más las respuestas legales a sus necesidades y derechos.

      Saludos,

      RSV

  2. Das explicaciones sociológicas, históricas y hasta religiosas, todas partiendo de tu posición ideológica, y no fundamentos primarios y universales del derecho civil.

    Decir que el matrimonio viene de una tradición judío-cristiana, o que es causa de transtornos alimenticios y que por eso debe ser eliminado es TU OPINIÒN, y una muy subjetiva por cierto. Que tengas algo en contra la iglesia o la imagen que proyectan los medios de la mujer no los hace negativos o nocivos necesariamente.

    Si no te quieres casar, no te cases. Eres mayor de edad, puedes hacer lo que se quieras.

    Pero hay gente que se quiere casar. Tienen derecho a hacerlo y que no se les cuestione por organizar su vida bajo esa forma jurìdica.

  3. El fracaso de las propuestas revolucionarias es explicado entre razones por haber planteado la destrucción de lo existente sin tener poder para construir el nuevo modelo de sociedad en el que las instituciones (matrimonio, familia) no sean impuestas por la norma sino por las personas humanas.

    Destruimos el matrimonio, pero dejamos intocados la educación, la cultura, la religión que lo sostienen?. La libertad debe ser absoluta y tú si eres libertaria, encontrarás eco.

  4. Pesimamente mal enfocado, la raiz del problema no es el matrimonio, son las convenciones en si, el matrimonio es la consecuencia y es tan valido como ser homosexual y acostarse con quienes les de la gana. que existan los divorcios y que hayan matrimonios disfuncionales es tan comun como los homosexuales pedofilos y los promiscuos. Se puede ser homosexual y ser aun mas cerrado de mente que un hetero. Ademas es un jueguito estupido buscar la division a partir de homosexuales y heterosexuales. Tiene hilaciones interesantes pero se desperdician porque estan justificando un prejuicio.

  5. Hola Sandra!
    Quería contestarte y deconstruir un poco lo que dices:

    1) El derecho civil no es ni «primario» ni «universal». Es un constructo social que varía de sociedad a sociedad, y por tanto, pueden utilizarse argumentos para sustentar muchísimas posiciones.

    2) No doy argumentos de derecho pues aquel no es mi campo. Mi artículo es una suerte de carta de amor al movimiento LGBT. Enfoque Derecho me pidió escribir un artículo en mi posición de intelectual feminista y activista queer, y eso fue lo que hice. Si tú o alguien más quiere iniciar un diálogo más basado en derecho civil peruano o lo que fuere, bienvenidos y bienvenidas todas!

    3) Yo no dije ninguna de las cosas que dices que dije en tu segundo párrafo. Fui intencional y cuidadosa con el uso de mis palabras, y si te atreves a leer de nuevo, espero te des cuenta que mi entendimiento de cómo estas instituciones interactúan entre sí (matrimonio, religión, medios de comunicación y desórdenes alimenticios) es bastante más complejo que eso. En todo caso, si algo no quede claro, te invito a cuestionarlo directamente y que podamos dialogar al respecto.

    4) Queda claro que tengo agencia sobre mis decisiones, pero como persona pansexual en un país homofóbico, no puedo «hacer lo que quiera». Es un poco más complicado que eso, y de eso justamente trataba el artículo.

    5) «Pero hay gente que se quiere casar. Tienen derecho a hacerlo»
    En efecto.

    «y que no se les cuestione por organizar su vida bajo esa forma jurídica»
    El artículo que yo escribí no pretende cuestionar a quienes se casan, sino más bien, a que esa sea la ÚNICA forma jurídica de organización de la vida social disponible, y que siendo así, sea sólo para un sector de la población, cuya identidad está ligada al obtenimiento de derechos humanos básicos.

    Saludos!

  6. bien enfocado!
    me dejó pensando en como la misma sociedad nos obliga a cumplir ciertos «ritos», como el matrimonio, con el supuesto de encajar en un círculo social y bla bla bla… lo cual conlleva muchas a veces a un final no tan feliz = divorcio.

    sigue escribiendo… estoy segura que darás luces en aquellas almas que siguen apagadas.

  7. Considero que no tienes la mínima idea de lo que es el Matrimonio, y por eso crees que es un sinsentido. El Matrimonio es una institución NATURAL, esta ni la familia existen por una Ley.

    Pretender que dos personas del mismo sexo se llame Matrimonio es un despropósito, porque la unión de hombre y mujer tiene 2 características NATURALES: 1.- UNION y 2.- PROCREACION; es decir, que hombre y mujer a través del Matrimonio es donde asumen el compromiso de dar todo por el otro, de forma run proyecto juntos, de amar de verdad, sin mediocridades, ni mezquindad.

    Aquél que considera que basta con juntarse con otro por una noche o por meses, pues demuestra que no tiene COMPROMISO, que carece de este valor, y como consecuencia el Matrimonio no le gusta, porque quiere seguir siendo egoista y débil de carácter (no quiere renunciar a nada por amor-porque no conoce que es el amor-).

    El Matrimonio es para aquéllos que están dispuestos a amar sin esperar nada a cambio, el que quiere amar de verdad. El simplón que mejor no se case y que siga conviviendo.

    De todos los comentarios el que más me ha sorprendido es el primero que dice: «Ojalá el arcoiris tuvies tantos colores», que absurdo, y todavía la felicita. ¿Buscar destruir a la familia es para felicitar?, el Matrimonio y la familia son fuente de valores, y es por eso que estos grupos quieren destruir a la institución natural en donde los niños se forma en moral y valores, destruyendola pues será más fácil alcanzar los objetivos (aborto, ideología de género, desviaciones, etc.).

    Te recomiendo que busques la Verdad y puedes empezar conociendo lo que enseña la Iglesia Católica respecto al amor y al Matrimonio, si es que realmente quieres caminar en la verdad hazlo, caso contrario sólo serás una más del montón que sólo anda buscando «peros» para no aceptar la realidad.

  8. «Destruir a la famila», es el sueño de quienes no creen en la moral, de quienes han fracasado como seres humanos y en su vida de pareja, y como ellos no pueden (o mejor dicho: no quieren), entonces la consigna es «para nadie», «el matrimonio no sirve».

    Este artículo no tiene nada de jurídico, pensé que leería algo más serio, es una nota llena de odio, resentimiento con una mezcla de ideología de género, que sueña con que la familia y el matrimonio no exista, porque de esa manera tendrán carta abierta a todaslas inmoralidades que están promueven.

    Una lástima los comentarios de algunos en este espacio, en donde exaltan a una persona que quiere destruir lo más sagrado y hermozo: El Matrimonio y la familia

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