Este artículo ha sido traducido al inglés. La versión traducida se encuentra aquí.

Para Ale, con ilusión.

Es curioso analizar cómo el sistema jurídico regula los derechos del niño. Se reconoce el derecho a la integridad, a la dignidad, a la libertad de conciencia, a la educación, al libre desarrollo de la personalidad, a la identidad, entre otros. Todos estos derechos son construcciones teórico-jurídicas que, pese a ser importantes, no logran enfocarse directa y claramente en lo que, según el psicoanálisis y la psicología, necesita un niño para ser feliz: conocerse a sí mismo, desarrollar su creatividad, tener autoestima y acceder al amor incondicional, expresarse libremente, experimentar la libertad y comprender sus límites.

Un niño puede nacer en un hogar donde casi exclusivamente debe seguir órdenes (explícitas o implícitas) y donde muy rara vez se les pide seriamente su opinión para algo importante. Un ambiente donde nadie promueve que los niños puedan comprender sus emociones y expresar debidamente lo que sienten. Los niños deben reprimir sus dudas, temores y rabias, porque no hay condiciones para articularlas y manejarlas. Son muy pocos los niños que logran pensar y hablar sobre lo que sienten, la gran mayoría solo actúa. Una rabieta es juzgada como malacrianza y engreimiento, y no como lo que probablemente es: la necesidad de expresar un problema interno, una molestia, un miedo, celos, necesidad de atención, entre otros. ¿Qué hace el adulto? Castiga o ignora, dejando pasar la oportunidad de permitir al niño descubrir lo que le ocurre, mostrándole que lo entiende y dándole confianza para que pueda comprender y hablar de lo que siente. Las rabietas continuarán porque su causa es desconocida y esquiva. Esta diaria falta de diálogo significativo y la consecuente represión y desvinculación del niño con sus emociones, es el comienzo de la incapacidad para conocerse y pensar en sí mismo. Probablemente nada afecte más a un ser humano que ese distanciamiento, aunque el sistema legal no lo tenga como un bien jurídico tutelado.

La misma regla se sigue para los asuntos de la casa, que son casi siempre ocultados a los niños o maquillados hasta el borde de desnaturalizar lo que ocurre. Pensamos que los niños no tienen capacidad para entender, que los vamos a afectar. Dolto muestra claramente, sin embargo, que nos equivocamos. Es más la falta de costumbre del padre para comunicar que la del hijo para comprender. Ocultar tan secretamente todos los asuntos que generan preocupación en casa (y que muchas veces involucran la vida del mismo niño) solo genera ansiedad, dudas y falta de autoestima en el niño, que pese a no recibir la información, percibe perfectamente que algo anda mal, sin poder comprender qué pasa. ¿La salida? Reprimir las dudas y la incertidumbre, o inventarse explicaciones en donde él puede terminar pensando que es el culpable del problema y que por eso justamente no se le comunica nada.

Las tareas se hacen siguiendo las pautas[1] y los juegos siguiendo las indicaciones, en los horarios fijados solo por los adultos. Todo debe estar ordenado, en un orden deseado y diseñado solo por el adulto. El niño no es dueño de ningún espacio y su tiempo es, en rigor, el tiempo del adulto. La capacidad para hacer reír imitando al resto y haciendo siempre las gracias que divierten a la audiencia es la moneda que compra su aceptación en el grupo. Quien es introvertido debe dejar de serlo para no quedar excluido. Se considera que a un bebe introvertido le pasa algo, tiene algo mal, cuando la única diferencia es que tiene una configuración genética distinta a los bebes “divertidos”. Por supuesto, desde el sistema legal, ningún derecho se afecta cuando un niño introvertido debe cambiar su personalidad para no perder el amor del grupo.

Las muestras de amor y cariño dependen de que el niño haga lo que papá y mamá, conciente o inconscientemente, esperan que haga. Esto tiene nefastas consecuencias en su autonomía y autoestima. El amor incondicional, es decir, las muestras de cariño y aceptación brindadas al niño independientemente de sus conductas, le brindan la seguridad esencial que le permite desarrollar su individualidad sin el riesgo de perder el amor en el camino. Más aun, la base para su autoestima y seguridad en sí mismo depende en gran medida de que interiorice que el amor de su padre y madre no está en juego, que merece dicho amor por el solo hecho de existir.

Un niño puede ir a un colegio donde accede a su derecho a la educación recibiendo conocimientos y algunas destrezas, sin que se le enseñe a comprender y controlar sus emociones y aceptar y trabajar en sus debilidades. Todos los niños deben ser perfectos y practicar deportes para ganar, no para disfrutar. Se estudia para sacar buena nota y se saca buena nota para mantener el aprecio de la familia y no ser objeto de burla de los compañeros. Esa es la motivación para aprender sobre el mar (en libros), los genes (en libros), la biología (en libros) y la historia (en libros). Las notas: evitar el castigo y lograr el premio. Están horas sentados en sus carpetas, encerrando la curiosa movilidad natural del niño, para luego salir al recreo a matar o a ser objeto de burla, expresando negativamente lo que en su casa no puede articular. Vaya manera de garantizar su libertad de expresión y su libre desarrollo de la personalidad.

Un colegio donde todos los cursos son obligatorios, donde el arte se les esfumó el día que aprendieron a dibujar sin salirse de la línea[2] y la música es un taller para introvertidos y renegados. La primera decisión seria que toma un adolescente en su vida es decidir qué estudiar, como aquellas aves que después de 2 semanas de nacidas y sin experiencia previa deben volar centenas de metros, evitando una caída libre en la boca de los zorros, para llegar a salvo al mar. Evidentemente, la mayoría muere en el camino. Para ser libre es necesario tener experiencias de libertad, de toma de decisiones importantes para nosotros, de sentir la incertidumbre, el arrepentimiento, la satisfacción y la responsabilidad de decidir. Nadie nace libre y, en la situación actual, nadie enseña a ser libre.

La disciplina se usa para cubrir las inseguridades de los profesores y no guardar relación con las supuestas faltas. Hablas en clase, sin recreo. Molestas a un alumno, a la esquina. Te va mal en el año, repites. Rompes una ventana, suspendido. Te olvidas la tarea, demérito. Qué fácil educar así, enseñando que lo bueno y lo malo depende de lo que dice un tercero con autoridad. Buen modo de garantizar la libertad de conciencia.

Una educación para quitar a los niños toda la magia de la niñez e ir haciéndolos, poco a poco, pequeños adultos: amargados, estresados, con miedo, payasos, hechos para seguir patrones, hiperactivos, tristes, violentos, desorientados.

En la calle, los niños tropiezan para poder seguir al papá y a la mamá, quienes no los dejan andar porque muchas veces es, en efecto, muy peligroso. Se amontonan en casi jaulas de arena en parques donde no pueden salir de la vista del cuidador, casi siempre con los mismos juegos de metal. Una calle ruidosa y sin color, con muy pocos refugios para los niños.

El vínculo de los niños con la naturaleza es cada vez más lejano, pese a los incontables beneficios que a naturaleza tiene para la creatividad y para el desarrollo del mundo interior del niño[3]. Hay estudios que muestran incluso que el solo vínculo con la naturaleza mejora los problemas de atención y estrés[4]. Para lo que ahora se trata con pastillas, podría bastar un pequeño bosque. Pese a ello, los niños, cada vez más metidos exclusivamente en mundos aislantes, ficticios e inertes, se alejan de la naturaleza y de todo su misterio, vitalidad y vínculo ¿Qué bien jurídico se dañó cuando se dejaron de construir casas de árboles? ¿Qué ley establece que el vínculo con la naturaleza sea un bien jurídico?

Todos estos son solo algunos ejemplos de lo duro que es ser niño en un mundo de adultos, en un mundo adultizante. Los libros de Winnicott, Miller, Dolto, Wild, Nussbaum, Louv, entre otros, profundizan y abordan otros factores y circunstancias que dan cuenta de cuan terrible es nuestro trato a los niños y no me refiero únicamente a la violencia física (que sin duda es terrible también) sino al silencioso homicidio de todo aquello que reside en la esencia de ser niño y que desaparece paulatinamente junto con los años[5].

Legalmente, según nuestro sistema jurídico actual:

¿Se afecta con todo esto la libertad de conciencia de los niños? No. ¿Y la libertad de expresión de los niños? Tampoco. Ni siquiera está claro que la tengan. Probablemente pensemos que su libertad de expresión podría materializarse en comentarios de niños y adolescentes sobre las elecciones o el gobierno, mostrando nuestra incapacidad para entender su mundo y sus necesidades. Proyectamos en ellos el miedo que tenemos a pensar en nuestro mundo interior y pensamos en la libertad de expresión siempre enfocada en expresarnos sobre lo externo, nunca sobre lo interno. Para el niño, sin embargo, expresar y descubrir sus sentimientos y problemas es esencial para su felicidad y libertad futura.

¿Se afecta la educación o el libre desarrollo de la personalidad? No; o, en todo caso, tendríamos que hacer un informe legal de varias caras para demostrarlo y poder tratar de exigir algo a alguien. Es suficiente que les demos algunas herramientas para que hagan dinero cuando sean grandes y poner algún psicólogo en los colegios para que no se maten unos a otros. Con eso basta.

¿Se afecta el derecho a la identidad? No. La identidad, en el mundo de adultos, se obtiene con el DNI, que sirve para hacer trámites. Lamentable, porque el derecho del niño a formarse una identidad que le permita enfrentarse feliz al mundo no se consigue con un DNI ni con el reconocimiento formal de paternidad. La identidad es consecuencia del amor y de las experiencias de libertad, de la sensación de ser querido y de poder crear, encontrándose en el juego auténtico consigo mismo. Allí nace la identidad, no con el DNI de menores.

Pese a la gran diferencia entre las necesidades de los niños y los adultos, los derechos mencionados son los mismos para ambos. Fueron creados hace centenares de años como reivindicaciones políticas, cuando los niños eran, literalmente, pequeños adultos sin identidad propia. Nada se sabía en ese entonces sobre las necesidades del niño. Aun así, pese a todo lo que sabemos hoy, los derechos siguen siendo pensados por adultos para adultos. Difícil recordar a algún padre de la patria que se haya preocupado por conocer las necesidades auténticas de sus hijos más pequeños.

El bullying, los suicidios, los insultos racistas en el cine, las pandillas, las pastillas, las drogas, la depresión, el estrés laboral, la falta de sentido, la rebeldía y el sufrimiento tienen su origen en este trato antinatural que damos a los niños.

Si es tan claro lo que los niños necesitan para ser felices por qué andar con rodeos reconociendo un conjunto de derechos incompletos e imprecisos, en los que hay que buscar la parte de la parte de un rubro de un derecho para encontrar algo importante. Por qué no reconocer un conjunto de derechos claros que toquen lo central en la vida del niño: el derecho a conocerse, el derecho a expresarse, el derecho al desarrollo de la creatividad, el derecho al amor incondicional, el derecho a la autoestima y la identidad, el derecho a la naturaleza. Hay tantas acciones que podrían seguirse para garantizar estos derechos claros, auténticos, útiles. Basta revisar los autores antes mencionados para darnos cuenta de ello. Acciones que van desde informar a las familias sobre los modos en que sus actos afectan a los niños (muchas veces el problema es la falta de información) hasta crear mundos mágicos en los parques, con casas de árboles y túneles, donde la creatividad, tan esencial para la vida, sea real.

¿Estamos cerca de logra un cambio? No realmente. Las barreras del alma son infinitamente más difíciles de combatir que las burocráticas. Quizá por eso estamos tan refugiados en la idea de que todo se soluciona con dinero, leyes y cambios de estructura. Quizá por eso también toda nuestra teoría-jurídica sobre los derechos de la personas es tremendamente abstracta, hablamos confusamente de la dignidad y de la libertad de conciencia, recurrimos a filósofos y complicamos a estudiantes de derecho para esquivar la mirada a lo esencial, a lo interior, a nosotros mismos. Nos ocultamos del autoanálisis, que por alguna razón esquiva es tan doloroso y positivo a la vez, protegiéndonos dentro del faro de la abstracción, desde el cual alumbramos hacia lo exterior en búsqueda de soluciones, cuando la respuesta se esconde en la oscuridad del interior, donde la luz no llega.

En lo que toca a la niñez creo, con Miller y Dolto, que los adultos tenemos una espesa mezcla de miedo y envidia de reconocer en los niños lo que nosotros ya no podemos ser. De ver reflejados en sus ojos de misterio y alegría nuestra escalofriante falsa certeza y sufrimiento. Es muy riesgoso pensar en qué necesita un niño y más riesgoso aun es dárselo porque eso puede relajar las barreras de la conciencia, que nos protegen del dolor que trae el recuerdo de lo que anduvo mal en nuestra propia infancia. A esto se suma el deseo de venganza y la proyección de nuestros problemas que van a parar justamente en aquellos que no pueden defenderse. No asombra que el Código Civil señale que los niños son “absolutamente incapaces”, una dura entelequia legal que habla de una no menos dura, aunque inconsciente, aproximación a la niñez.

Nunca antes en la historia ha habido tantos suicidios infantiles, tanta violencia en los colegios, tantos niños medicados, tanto estrés infantil, tantas nuevas adicciones a la tecnología, tanta incertidumbre en papás y mamás. Estos hechos nos ha tomado a todos por sorpresa, nadie es causante doloso del problema, pero muchos tenemos la posibilidad y responsabilidad de contribuir a solucionarlo. En esa línea, el sistema legal debería, junto con el psicoanálisis y la psicología, ayudarnos a ver más claramente aquello que los niños necesitan. Quizá en ese camino, los niños nos agradezcan ayudándonos a nosotros, los adultos, a reencontrar “el espíritu de la niñez, el lazo del recuerdo”[6].


[1]Diversos estudios muestran, por ejemplo, que los efectos negativos de la intervención activa de papá y mamá en las tareas del niño (este aprende menos y desarrolla menos autonomía), mientras que a la vez señalan que si el apoyo es supletorio y se da cuando el niño lo pide o cuando el profesor explícitamente indicó que sea un trabajo conjunto, los resultados son mucho mejores. Véase: Homework Help Hurts Learning: http://www.psychologytoday.com/blog/brain-trust/201202/homework-help-hurts-learning, visitado el 28 de febrero.

[2] Solo unas pocas personas, con excepcional valentía y marcado talento y pasión, continúan luego del sistema educativo una vida vinculada estrechamente al arte.

[3] De acuerdo con Stephen Kellert: “Play in nature, particularly during the critical period of middle childhood, appears to be an especially important time for developing the capacities for creativity, problem-solving, and emotional and intellectual development”. Ver: MILKMAN, Janet. Leave no children inside. http://www.erthnxt.org/newsroom/2009/Leave%20no%20child%20inside.pdf.

[4] Véase los estudios mencionados por Richard Louv: http://www.youtube.com/watch?v=VrDIbt80Ve8.

[5] Dice Miller: “Las palizas son sólo malos tratos y resultan siempre humillantes, porque al niño le está prohibido defenderse y a cambio debe mostrar gratitud y respeto hacia sus padres. Pero junto al castigo corporal hay toda una escala de medidas refinadas que se aplican ´por el bien del niño´, medidas que éste no puede comprender y, precisamente por ello, suelen tener efectos devastadores sobre su vida posterior”. MILLER, Alice. Por tu propio bien. Barcelona: Tusquets, 1985, pág. 30.

[6] Kevin Arnold. Los años maravillosos. Capítulo 22. Ver parte final en: http://www.youtube.com/watch?v=He1Ol6FTzHE&feature=related

25 COMENTARIOS

  1. Qué buen artículo Fernando te felicito. El mundo sería otro si se tomara en cuenta todo esto.
    Yo me siento identificada, por mis tres hijos, cuando leo…..»solo algunos con excepcional valentía y marcado talento y pasión, continua luego del sistema educativo una vida vinculada estrechamente al arte.».

    Un abrazo, Chari

  2. Muy interesante. Me parece que muchos de estos problemas tienen sus orígenes en el deseo inconsciente de los padres de ver a sus hijos como extensiones de si mismos y no como unos seres con identidad propia. Este problema, potenciado por la insatisfacción general de los tiempos actuales que hace que los padres quieran que sus hijos sean las personas que ellos siempre quisieron ser, genera una carga de estrés que muchos niños no pueden sobrellevar. Me parece que la solución a estos complejos problemas escapa al alcance del derecho, aunque este puede ser una herramienta útil en algunos casos.

  3. Muy buena reflexión, ojalá q los niños de ayer podamos reestructurar (aunque sea en nuestros hogares) la idea q se tiene de educación, disciplina y libertad…pues lo q aprendimos ha traído como consecuencia el desequilibrio de la psique.

  4. No te felicito porque es trágicamente real e infeliz todo lo que escribes, tal como siempre lo imagino pero con una asombrosa capacidad de síntesis, buen trabajo y espero que sigas en la cuerda, tengo dos hijos pequeños y siempre he tratado de que sean libres de verdad aunque me es difícil en cierto modo por algunas de las cosas que brillantemente identificas, lo mejor es que mañana los haré un poco mas libre y mandare al carajo parte de la basura que nos quieren hacer creer como libertad, cada día tenemos la oportunidad de ser mejores padres, pero no nos damos cuenta que la infancia, la «edad de oro» se va muy rápido también. Aprovechemos cada día las locuras sanas de nuestros niños, vienen al mundo a enseñarnos, pero les damos la espalda con adulteces, Asi los tratamos. Por lo pronto mañana me reiré tanto como pueda y celebrare que todavía no vienen tareas que les quitan tiempo para jugar y disfrutar de la libertad de vivir. Si quieres trabajar en algún proyecto relacionado con el tema de los niños cuenta conmigo. Saludos

  5. Muy buen artículo Fernando, nosotros como docentes debemos ser conscientes de todo esto; para que dentro de la escuela, por lo menos, creemos los espcios donde del niño, se sienta libre y autónomo a crecer, aprender y desarrollarse, como niño, adolescente y joven. Luego de leer me siento más comprometida aún.

  6. Gracias por sus comentarios.

    Es gratificante ver que las ideas tienen sentido para quienes están involucrados día a día en su labor de padres o madres, y de profesores (labores de fundamental importancia y gran dificultad). Sería genial conocer sus experiencias positivas en estos temas. Hay colegios en los que, por ejemplo, si se promueve bien el arte (al menos bastante más que en otros). Algunos han tenido, por ejemplo, muy buenos profesores y talleres de teatro!

    Comparto también la preocupación de que el derecho no pueda lograr cambiar, por sí mismo, el asunto. Me parece necesario reconocer ese límite. Algunas veces, el cambio en la norma termine siendo más una consecuencia de un cambio de mentalidad, lo inverso es más difícil aunque, quizá, si el cambio en las normas es parte de un movimiento más amplio se podría contribuir. Por eso me parece imprescindible comenzar a trabajar interdisciplinariamente desde el derecho.

    Me alegro de que les haya gustado el artículo, y les recomiendo ver los videos que están como notas a pie. El video de la nota a pie N° 4 es especialmente bueno!

    Gracias!

    Fernando

  7. Cualquier comentario pudiera parecer en mi caso como naturalmente parcializado y por tanto carente de objetividad , solo decirte hijo que estoy muy orgulloso de ser tu padre y seguro que serás tú mucho mejor padre que yo , continúa investigando y desarrollando esta novedosa disciplina de la Psicología Jurídica , ESTOY CONVENCIDO QUE PODRÁ CONTRIBIUIR A A CREAR UN SISTEMA NORMATIVO ACORDE CON LA NATURALEZA DEL SER HUMANO Y MAS UTIL PARA SATISFACER SUS NECESIDADES Y ANHELOS .

  8. Muchas gracias Fernando por compartir este artículo. Como docente me siento comprometida para tratar de lograr una educación en la cual la autonomia y libertad del niño no sean simplemente palabras. Me siento orgullosa de haber sido tu maestra y de ser testigo de tu trabajo hoy en día. Sigue adelante, personas como tú necesita nuestro mundo.

  9. Hola Fernando;

    Muy interesante y cierto lo que dices, aunque debo mencionar que no estoy de acuerdo respecto al mensaje que transmites (o que por lo menos he captado a partir de tu post). Me da la impresión que sugieres que el sistema legal está teniendo un enfoque errado respecto a los derechos de los niños. Creo que no es así. No es que el enfoque sea errado; creo, por el contrario, que es incompleto. Y como dices tú, el psicoanálisis y la psicología deben ayudarnos a ver el «panorama completo» de lo que el niño necesita para desarrollar su personalidad.

    Sin embargo, no debes perder de vista que la propuesta que planteas guarda un peligro latente: ¿por qué el Estado debe decidir cómo educamos a nuestros hijos? ¿Acaso está mal que uno quiera que su hijo sea extrovertido en vez de tímido, por ejemplo? ¿Puede el Estado obligarme a no educar a mi hijo para que sea más sociable? Ciertamente, yo no quiero que ningún tercero me diga cómo educar a mi hijo.

    Creo que antes que un tema netamente legal, veo esto como un tema educativo y cultural; como un tema de «política pública» enfocada en el desarrollo pleno de la sociedad.

    Me encantaría que complementes tu comentario en un post siguiente donde propongas una solución legal/psicoanalítica al problema que planteas, creo que ahí podríamos tener una discusión más rica sobre el tema.

    Sigue escribiendo cosas así de interesantes. Un abrazo;

    Mario

  10. Hola Fernando, te felicito por el artículo. Está bien escrito y se nota que has investigado.

    Comparto, sin embargo, las mismas dudas que Mario. Ya que estamos en la onda de compartir sentimientos, me da escalofríos la idea de un Estado ya no solo diciendo como llevar a cabo la actividad empresarial (como muchas veces hace), sino además algo tan íntimo como la educación de los hijos.

    No sé quien dijo que la gente que se contradice es más inteligente, pero en todo caso lo comparto. A veces tenemos varias ideas compitiendo en la cabeza y reescribiendo nuestros propios discursos. Así, cito este párrafo donde me parece que das una idea en relación a nuestra preocupación que, en alguna medida, es opuesta al resto de tu artículo:

    «(…). Las barreras del alma son infinitamente más difíciles de combatir que las burocráticas. Quizá por eso estamos tan refugiados en la idea de que todo se soluciona con dinero, leyes y cambios de estructura».

    Tendería a pensar que las normas no son el problema en relación a los temas que mencionas. Quizá por eso, el Derecho se ha mantenido apartado de estas discusiones tradicionalmente; no solo por un descuido de los «juristas», sino porque intrínsecamente estos son temas que no nos competen.

    Un abrazo,

    Óscar

  11. Gracias Pa. Sin la familia que tengo difícilmente hubiera podido lograr dedicarme positivamente a lo que me apasiona y menos aun abordar estos temas!

    Gracias también Silvia, lo mismo aplica para el colegio que, con sus pros y contras, fue una muy grata experiencia, sobre todo por la horizonatalidad de los profesores y la diversidad de los alumnos!

    Seguiré dedicándome a estos temas, con la esperanza de lograr algún impacto real en el asunto.

  12. Gracias Mario. Comparto tu preocupación, aunque con un poco más de optimismo.

    Siento que hoy en día hay temor en recurrir a que las teorías psicológicas (principalmente a las psicoanalíticas) porque no tienen pruebas. Paul Bloom, de Yale, dice, por ejemplo, que el psicoanálisis está en la historia porque no se puede probar que Freud tenía razón y tampoco se puede probar que está equivocado. Es, para Bloom, demasiado ambiguo como para estudiarlo o utilizarlo (debería visitar a sus colegas de la Facultad de Derecho para ver que se equivoca). Yo creo que no es un tema de falta de pruebas, sino de que hay una corriente muy fuerte (demasiado fuerte) a la que solo le gustan algún tipo de pruebas: aquellas de laboratorio y de experimentos. Los libros de Dolto, Miller, Jung, Freud, entre otros, tiene un rigor científico muy sólido en muchos temas y no veo porque debería dejárse de lado. Freud y Jung quería separar la idea que une a la filosofía con la psicología justamente por el rigor científico de sus aportes.

    Los trabajos de educación y psicoanálisis son particularmente rigurosos. Por lo demás, muchas de los descubrimientos de las neurociencias se están usando para probar (con las pruebas que están de moda) muchos postulados del psicoanálisis.

    A esto se suma que hay muchos descubrimientos con un sólido sustento, como por ejemplos los efectos positivos de la naturaleza en los niños.

    Dicho esto, quiero dejar claro que, pese a las pruebas, nunca se me ocurriría siquiera pensar que el Estado pueda obligar en ninguna medida a una familia a seguir ciertas pautas. Goldstein y Anna Freud son muy claros en los efectos desastrozos que eso tendría (efectos vistos en muchos casos de custodia en USA).

    Sin embargo, creo que hay muchas cosas que puede hacer el Estado:

    i) Dar información, que puede ser de diversas aproximaciones (aunque, te soy sincero, hay un tremendo consenso en muchos temas entre las diversas escuelas psicológicas). Los papás y mamás están desorientados y hay una gran cantidad de muy mala información en el mercado. Yo creo que el Estado está en posibilidad de decidir entre las más sólidas e informar (acaso no lo hace, en todo tipo de asuntos, desde el económico?)

    No se trata de decirle a los padres que no hagan nada para que su hijo sea más extrovertido. Se trata de decirles que no es su culpa que sean introvertidos, (es genético!) los papás piensan que están haciendo algo mal, siente culpa, luego culpan al hijo y se arma un problema tremendo que termina afectando a todos, principalmente al niño (no sé que derecho le afcete, pero sin duda le genera un gran problema). Si es introvertido (y de esto hay pruebas, ver, por ejemplo, los trabajos de Jerome Kagan, desde la genética, o Dolto, desde el psicoanálisis) hay formas de darle las herramientas para que eso no afecte su desarrollo de modo serio. ¿Por qué no darle esa información a las familias?

    ii) El espacio público también puede ser de gran ayuda y el derecho puede contribuir, con políticas públicas que hagan a las ciudades más atractivas para los estudiantes.

    iii) En educación, yo creo que el Estado también puede influir. Por lo pronto, es responsable de la educación pública, y hay mucho material (experiencias comparadas de gran éxito) en muchos temas que podrían implementarse. A nivel privado, se podrían dar incentivos por el uso de arte o la naturaleza en colegios, por ejemplo.

    iv) Otro tema es, por ejemplo, la investigación. El Estado debería promover la investigación en estos temas e incluso ellos mismos estar, al menos, enterados de las nuevas tendencias y descubrimientos.

    Creo que hay que cuidarnos de la moda de querer probar todo con cierto tipo de pruebas que, incluso, pueden ser muy atractivas y fáciles de vender al público, pero encerrar problemas respecto al alcance y limites de las técnicas. Lo más importante, me parece, es que la aprobación de normas sea fruto de una discusión interdisciplinaria, donde se escuhe a todos, y no solo a los que tienen las «fórmulas» para lograr los «cambios».

    Finalmente, creo que hay dejar espacio para el misterio, para la duda. El ser humano es pésimo probando, sabes de la gravedad, de la causa-efecto, y de la función de algunos genes (y este conocimiento es muy limitado). ¿Eso es todo lo real? ¿Nada más existe? Hace un tiempo, le hubieran dicho loco al que decía que la naturaleza podía curar el estrés, quizá por eso hoy se trata todo con pastillas que quitan un síntoma pero generan daños en otros niveles. Guardar lugar para lo misterioso no es ser un loco o un chamán, es simplemente reconocer que hay mucho que el hombre no puede probar. Reconocer ese límite es vital para evitar el fundamentalismo de la prueba que vende más en los medios.

    Muchas gracias por tu comentario, espero seguir la conversación y también seguir leyendo tus investigaciones sobre behavioral law and economics.

    Fernando

  13. De acuerdo. No obstante, presenciamos también el otro extremo en muchas de las manifestaciones adultas actuales (con toda la culpa por no poder dedicarles más tiempo y la ansiedad por darles «lo que yo no tuve»): los padres que no ponen límites, que prácticamente dejan que los niños hagan lo que quieren, que les dan lo que sea ante cada pataleta. La tentación de dar demasiadas cosas, por otro lado, resulta siempre contraproducente. Uno de los derechos básicos de los niños debería ser «a ser debidamente acompañados en su proceso de crecimiento y maduración». Se les debe incentivar a ir participando gradualmente de decisiones, pero no dárselas desde un principio. Se les debe poner límites claros, pero acompañándolos y orientándolos en su comprensión de sus propias reacciones emocionales (frustraciones, por ejemplo). Y claro, se les debe dar tiempo de calidad, no sólo jugando sino conversando y comunicando. La libertad es fundamental, pero hay que ir acompañando en el proceso de conquistarla.

  14. Gracias Fernando, muy bueno.

    Es importante que se comparta este conocimiento a los actuales padres y educadores de niños. Es tiempo ya de evolucionar en nuestra sociedad que anda tan limitada y limitante. Los niños son el futuro, es claro, y si no sabemos confiar en ellos desde pequeños, no vamos a poder dejar este mundo optimizado en todo sentido.
    La evolución hacia la paz y el amor se entorpece una vez que dejamos entrar el miedo a través de los prejuicios, un niño que crece con miedos los replicará de adulto en sus diversas facetas a menos que le surja una oprtunidad que le abra los ojos y alimente su alma.

    El video de Kevin Arnold es triste, es una realidad y a su vez un ejemplo muy interesante del que se puede sacar una conclusión. ¿Para qué se taló el bosque?
    Obviamente, fue un tema de desarrollo, el cuál puede ser considerado para una mejora en la sociedad. Sin embargo, esto estuvo una repercusión profunda en los actores ya que su libertad fue limtada otra vez visiones adultas.
    Además de verlo por el lado de que se anuló una vez más lo que hizo posible ese sentimiento de niñez, lo ata al medio ambiente. La naturaleza es tan pura como los niños, libre de miedos y prejuicios y es la base de todo lo que nos rodea. Cuidarla y enseñar a los niños a ser en ella positivamente estimularía la conciencia individual y en masa. En la naturaleza hay un lugar para todo tipo de personalidad; comprendiéndola nos dirije al sentimiento de igualdad y unidad por el que tanto luchamos entre humanos, enseñándonos de que tan solo es cuestión de de abrirse y ser en el amor con Fe.

    Te felicito!
    Un fuerte abrazo,
    Rafo

  15. Gracias Oscar. Concuerdo contigo en que hay una ambivalencia en el artículo. Creo que es muy difícil lograr un cambio en el problema descrito en el artículo y que el derecho tiene una capacidad limitada para ayudar. Sin embargo, sí me parece que puede contribuir, junto con otras medidas que deban acompañarlo, a generar mayor conciencia del asunto e ir cambiando la aproximación a la niñez. Me parece que hay muchos factores que influyen en la vida de los niños (y, por tanto, también en la nuestra) donde la evidencia es sólida, el tema del vínculo con la naturaleza me parece evidente y esa es información que los papás y mamás no tienen, muchos colegios ni siquiera lo saben. Hay pruebas además de que el maltrato afecta neurológicamente al niño, que el miedo no sirve para hacer aprender, que la comunicación ayuda tremendamente en diversos niveles, que el amor incondicional asegura la autoestima. Pese a ello, no planteo, en absoluto, que se deba obligar a las familias a seguir ciertas líneas, eso sería, incluso psicológicamente, nefasto para niños y adultos. Lo que digo es que hay información valiosa que puede ser puesta a disposición de las familias y que, además, sería bueno que nuestras directrices, para políticas públicas e incluso para la sociedad civil, sean derechos enfocados en lo más importante para los niños y no en abstracciones y medidas que no ayudan en nada a que los niños alcancen la felicidad.

    Otro punto es el manejo del espacio público y de la educación pública, donde el Estado podría tener un impacto claro, pero en donde, actualmente, se «cumplen» la mayor cantidad de reglas formales de educación. Incluso a nivel de manejo de fondos públicos para la investigación el estado podría dar prioridad a algunos de estos temas. Los distintos programas sociales que tiene el Estado también podría seguir metas más adecuadas si los derechos a garantizar estuvieran mejor enfocados.

    El problema es que actualmente se piensa que el niño solo tiene derecho a que no le peguen y a ir al colegio para hacer plata después. El cambio en el derecho podría ayudar a cambiar también esa idea, que es muchas veces inconciente.

    Comparto también tu temor por el riesgo de que el Estado comience a utilizar estos temas indebidamente, por ejemplo, dando información según lo que más le convenga para fines políticos. Para ello, se podrían fijar quizá restricciones constitucionales, aunque ese es definitivamente un punto a considerar seriamente. Pese a ello, me parece que hay poco margen para dañar más la situación actual. La situación de los niños es terrible y, sin embargo, formalmente, no se les afecta casi ningún derecho.

    Muchas gracias por el comentario, creo que sirve mucho para tener en cuenta las limitaciones y riesgos del derecho en estos temas tan complejos (por su carácter íntimo y, en muchos casos, inconciente).

    Un abrazo, Fernando.

  16. Gracias Juan Carlos. El tema de los límites es crucial, me alegro que lo hayas indicado en tu comentario. Los límites son básicos para asegurar la libertad y la felicidad, sin límites no es posible ser libre. Los límites hacen también que el niño se sienta considerado y querido, los niños a los que se les deja hacer lo que quieren son niños que no le preocupan a su papá y mamá y eso lo sienten claramente.

    El tema es cómo se ponen los límites, usualmente la disciplina es irracional, no tiene ninguna lógica. En muchos colegios las reglas y sanciones no tienen un fundamento claro, son simplemente la costumbre o el capricho del profesor. En las casas muchas veces pasa lo mismo.

    El trabajo de Piaget y de Rebeca Wild para comprender cómo las normas y límites pueden estar a favor del desarrollo del niño y en contra. Se trata de que los limites brinden un espacio se seguridad donde el niño pueda actuar libremente (dentro de los límites), garantizando además la satisfacción de sus necesidades naturales. Si un niño está sentado 4 horas sin poderse mover ni hablar, y se para y grita, no hay un problema de sanción sino de que la regla es absurda y agresiva para el niño. Pero si un niño le paga a otro debe haber sin duda una respuesta de la autoridad colocando claramente el límite y luego entrando a comunicarse con el agresor y la víctima. Creo que el tema es, entonces, cómo se ponen los límites y sin duda estoy de acuerdo contigo en su importancia.

  17. Gracias Rafo, me alegra que te haya gustado el artículo, más aun siendo alguien con experiencia de trabajo directo con la naturaleza. Me parece muy importante lo que mencionas sobre cómo la naturaleza puede estimular la conciencia individual y también el punto sobre cómo en la naturaleza hay lugar para cada tipo de personalidad. Creo que por eso es tan efectiva en estimular y curar a los niños. Carl Jung muestra cómo proyectamos muchos de los contenidos de nuestro mundo interior en la naturaleza, en un vínculo que nos permite encontrarnos con nosotros mismos. El árbol, por ejemplo, es símbolo de la unión de la materia (tierra) con lo espiritual (cielo). Me imagino que un niño tiene amplias posibilidades de articular su propio mundo interior en ese vínculo con la naturaleza, más aun cuando, como mencionas, la naturaleza es tan diversa y tiene historias de las que muchos podríamos aprender.

    Es también elocuente que estemos maltratando a la naturaleza tanto en estos días, quizá tenga algo que ver con una agresión a nosotros mismos, o, al menos, a nuestro mundo interior. El impulso de muerte del que habla el psicoanálisis. Ojalá que la cosas vayan cambiando.

    Gracias por tu comentario. Un abrazo, Fernando

  18. Me encanto este artículo, hubiera querido leerlo hace 20 años, para corregir lo errores que cometi como madre.

  19. Muchas gracias Lidia. Concuerdo en que hay mucha información que debería estar al alcance de todos! Hay libros de Dolto muy interesantes, no solo sobre niñez sino también sobre adolescencia, uno de ellos es La Causa de los Adolescentes, quizá te podría interesar.

    Gracias nuevamente por tu comentario!

    Fernando

  20. Gracias Alejandro. Sería genial conocer un poco más cómo es el desarrollo del tema a nivel de terapias acá en Perú. ¿Sabes si hay algún estudio sobre el tema?

    Gracias!

    Fernando

  21. Gracias A.! La cita de Jung es muy apropiada (más aun viniendo de alguien como Jung, que tuvo una infancia bastante complicada). Es interesante reflexionar sobre el tema de la comunicación a propósito de eso, muchas veces la comunicación con el niño se da a través de gestos y actos más que de un modo verbal.

    La lectura de cuentos de hadas también es una medio de comunicación de particular importancia, como advierte Bruno Bettelheim, ya que el niño se identifica, a nivel inconsciente, con el personaje del héroe, que debe superar dificultades externas e internas para lograr sus metas, y descubre que ser malo no está mal por las sanciones sino porque los malos siempre pierden. Además los temas son siempre asuntos de universal importancia y realidad, por eso los niños se quedan maravillados con algunas de estas historias y piden que se las cuentes una y otra vez. Temas como la pérdida, la tristeza, los sentimientos ambivalentes, la soledad, la alegría, el placer, entre otros, permiten al niño trabajar a nivel inconsciente con su mundo interno, conocerse más y ver vias de solución para sus problemas.

    Lamentablemente, cada vez se usan menos estos cuentos (al menos sus versiones originales) y se sustituyen por historias que aburren a los niños porque en ellas todo es lindo y bueno, y no guardan relación alguna con sus vidas.

    Recomiendo el libro: Psicoanálisis de los cuentos de hadas, de Bettelheim para quienes estén interesados.

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