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Perdida, entre la prueba y la especulación

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Por Carlos Rojas Klauer, Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Con estudios en Psicología del Consumidor en la Escuela de Post Grado de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y Neuromarketing en Biia Lab. Asociado de Lazo, De Romaña & Gagliuffi Abogados.

En tiempos de inseguridad ciudadana, conflictos sociales y denuncias por corrupción, se observa el aumento de campañas de distracción –psicosociales- a la orden del día. Las llamadas “cortinas de humo” tienen copados los titulares de los principales medios de prensa ante una opinión pública que no genera interlocutores capaces de captar el interés por temas cruciales y relevantes para el bienestar de todos los peruanos. Se ha creado un consumo que persigue una dosis de surrealismo, de presunta liberación y que en realidad permiten que el ciudadano –estresado por la rutina, el tráfico y los placeres mundanos- siga envuelto en una sociedad auto-contemplativa y renuente a enfrentar sus propios problemas.

Obligados a reflexionar, sin pretender ocupar algún espacio del que no esté destinado a PsychoLAWgy, vemos pertinente relucir el problema de percepción sesgada al momento de plantear pruebas que involucren una acusación, una posición o fundamento que respalde nuestra propia búsqueda de la verdad.

En el Perú, se ha incrementado un fenómeno para la acusación o desarrollo de una posición –lejos de lo aprendido en las aulas sobre la teoría de la prueba-, nos enfrentamos al uso de los medios de comunicación como primera instancia judicial, como la vitrina para promover o manipular el poder de la opinión pública, para ejercer persuasión o para –en una visión positiva- involucrar a los agentes decisores en el contexto y nutrirse de este para poder llegar a la verdad.

Ahora bien, el camino a una verdad es algo relativo y depende del interlocutor, y debemos ser sensatos en creer que la historia la escribe quien de alguna manera domina el contexto o ejerce algún tipo de legitimidad. En tiempos en los que nos sentimos perseguidos por la responsabilidad de ejercer algún tipo de cambio, es que llego a nuestros ojos la película Perdida[1] o en su título original “Gone Girl”, inspirada en el libro de la periodista Gillian Flyn, novela que trata sobre miedos, obsesiones, decepciones, engaños y el lado más oscuro del matrimonio, en tiempos de crisis y de exposición –auto reconocimiento– pública.

Trailer Gone  Girl. 

En la trama, “por un lado tenemos la voz de Nick, el marido, que, ante la desaparición de su esposa, se convierte en sospechoso, y que nos cuenta su versión de la historia de su matrimonio, desde que se conocieron, intercalándolo con la investigación posterior a la desaparición. La otra voz, la de Amy, la esposa desaparecida misteriosamente, nos cuenta también su historia, en forma de diario, un diario que permanece oculto y en el que narra su versión de los mismos hechos”[2].

Nuestra intención no es discutir si la adaptación y trabajo del director David Fincher se ajusta al libro[3], ello puede ser materia de comentarios posteriores. Nos interesa rescatar el ángulo en que se presenta al uso de los medios de comunicación, como vitrina o timón de juzgamiento público sobre un caso de asesinato, situación que nos resulta constante en estos días.

A luz de la Economía Conductual, la falta de información hace que confiemos en las decisiones de los demás (que suponemos que sí están informados). Lo anterior se debe en gran medida a las influencias reputacionales. Confiamos en la palabra de ciertas fuentes (gente que admiramos, noticieros, políticos, etcétera) y generamos lo que se denomina cascadas de disponibilidad. Cabe indicar que Perdida solo ingresa al terreno prejudicial, por lo que el sesgo retrospectivo[4] –frecuente en las decisiones judiciales- no es desarrollado lo suficiente, salvo mejor opinión.

De otro lado, resulta relevante destacar como el lenguaje no verbal juega un rol importante en la formulación de una hipótesis, sobre la cual se sustenta la incriminación mediática y la duda sobre la inocencia de una persona, situación que resulta similar a las expresiones no verbales de Rosario Ponce, en el conocido caso de Ciro Castillo.

gone girl 2

En los casos de juzgamiento público, el sesgo cognitivo se forma por la efectividad de una búsqueda, desde la investigación policiaca de encontrar un culpable hasta el interés periodístico de generar controversia. Perdida es un claro ejemplo de cómo la gente puede formar o crear una percepción sesgada, incluso errada, sobre ciertos riesgos, no solo de llevar a la pena de muerte a una persona, sino también probabilística sobre la ocurrencia de un evento. Conforme concluye Juan Manuel Gonzalez “la paranoia de Perdida juega con un escenario contemporáneo y tecnológico y exige un tiempo para deglutir la inteligente tomadura de pelo, que de manera coherente Fincher no se molesta en ocultar. Porque tras la gran mentira, primero, y la paranoia mediática, después, lo que queda es una tragedia humana y sentimental[5].

En tal sentido, la capacidad para modelar o guiar a la opinión pública es un mecanismo persuasivo del cual debemos guardar cuidado al momento de enfrentar una investigación o proponer pruebas, siendo que la presión mediática puede ser un arma de doble filo para cualquier de las partes involucradas.

Finalmente, nos preguntamos qué podemos hacer ante esta clase de fenómenos. Perseguir a la prensa no es precisamente la respuesta. La propia Economía Conductual dispone que el camino para mitigar dicho riesgo implica el someterse a un procedimiento de neutralización –debiasing-, pero para ello debemos de reconocer y estudiar a los sesgos cognitivos e incorporarlos al lenguaje jurídico.

Al respecto, Alonso Gallo indica que es “necesaria la incorporación al derecho procesal, a la teoría del delito y a la jurisprudencia de las aportaciones del análisis conductual del derecho. Estas aportaciones tienen también un valor explicativo de instituciones ya existentes. Por ejemplo, las teorías que desde la imputación objetiva limitan el concepto del riesgo desaprobado a los roles que desempeñan los sujetos o los ámbitos de competencia de cada uno, según las cuales si el riesgo creado es ajeno al ámbito de competencia del sujeto éste podrá desentenderse de él, pueden explicarse como una forma de introducir parcialmente en la imputación objetiva el marco de la decisión. (…) Cuando las personas limitan la valoración de las situaciones de incertidumbre a lo que les requiere su ámbito de competencia. reducen el estrés cognitivo que se deriva de la necesidad de tomar decisiones en condiciones de racionalidad limitada”[6].

En suma, existen consideraciones conductuales que aportan al Derecho y Perdida es una película que retrata dicha circunstancia; y es que el sensacionalismo puede distorsionar y condenar quien a los ojos de todos puede resultar culpable. Sin embargo, los invito a ver la película y tomar sus propias conclusiones.


[1] Para ver el tráiler https://www.youtube.com/watch?v=_lh2shRDdww

[2] Para mayor información ver: http://conunlibroenlamano.blogspot.com/2013/04/perdida-gillian-flynn.html

[3] Para mayor información ver:  http://www.thecult.es/critica-de-cine/critica-perdida-gone-girl-david-fincher-2014.html

[4] Al respecto, Kahneman señala que “la tendencia a revisar la historia de nuestras creencias a la luz de acontecimientos reales genera una poderosa ilusión cognitiva. El sesgo de la retrospección tiene efectos perniciosos en las evaluaciones de quienes toman decisiones, Induce a los observadores a evaluar el carácter de una decisión no por lo adecuado de la misma, sino según sea bueno o malo su resultado”. Kahneman, Daniel, “Pensar rápido, pensar despacio” España, 2013, Pág. 266.

[5] Para mayor información ver: http://www.libertaddigital.com/cultura/cine/2014-10-10/juan-manuel-gonzalez-critica-perdida-gone-girl-de-david-fincher-73692/

[6] Alonso Gallo, Jaime “Las decisiones en condiciones de incertidumbre y el Derecho Penal”, Indret, España, 2011, Pág. 25

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