Por Marcela Huaita Alegre (autora invitada), profesora de la PUCP y ex ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables.

La brecha salarial que persiste en el Perú en contra de las mujeres se debe no sólo a políticas empresariales que permiten contratarlas con un salario inferior a los hombres, problemática a la que parece estar dirigido el último proyecto de ley presentado por la bancada de PPK al Congreso al considerar discriminatorio, como efectivamente lo es, “brindar un trato salarial distinto a hombres y mujeres que cumplan los mismos requisitos de acceso al empleo y desempeñan las mismas labores”[1]. Sin embargo, creemos que este proyecto se enriquecería si toma en cuenta el concepto que hace un tiempo nos viene proponiendo la OIT, que es el de “Igual remuneración a trabajo de igual valor”[2], y que está referido básicamente a remunerar de la misma manera a quienes realizan trabajos diferentes (porque requieren competencias o calificaciones diferentes, o se realiza en condiciones diferentes), pero su trabajo es de igual valor para la empresa. Sin duda, este es un concepto que coadyuvaría de una manera más radical a la disminución de la brecha salarial.

No obstante, la problemática es aún más profunda, y se debe por ejemplo a que las mujeres tenemos menor tiempo presencial a disposición de la empresa y por tanto muchas veces nos enrolamos en horarios partidos o flexibles, por las responsabilidades domésticas que tradicionalmente asumimos. Este menor tiempo de dedicación tiene un costo en relación a posibilidades de capacitación por ejemplo o, en el hecho de no estar presentes en el momento de reuniones extra laborales pero cruciales para la toma de decisiones en materia empresarial. Por tanto, si asumimos que el trabajo a distancia (teletrabajo) es una solución para que “miles de personas competentes puedan dedicarse a las responsabilidades familiares”, como lo propone el editorial del 5 de octubre de El Comercio[3], podemos correr el riesgo de que esta importante herramienta no coadyuve a reducir la brecha salarial sino que simplemente refuerce una vez más que las mujeres se queden en la casa asumiendo solas las responsabilidades domésticas y familiares.

Sin duda, los sectores público y privado deben promover el teletrabajo, pero al mismo tiempo deben reforzar el mensaje que esta no es una opción exclusivamente para las mujeres sino una oportunidad para que los hombres también asuman las responsabilidades familiares y compartan el trabajo doméstico al que son tan esquivos. La encuesta del uso del tiempo realizado en el Perú el 2010 demostró que era irrelevante si el hombre tenía trabajo fuera del hogar o no lo tenía, o si tenía estudios superiores o solo primarios, porque su dedicación semanal a las labores domésticas era la misma -en promedio 15 horas a la semana-, mientras que las mujeres dedicaban más del doble de horas y estas aumentaban exponencialmente cuando en la familia habían personas dependientes (niños o niñas pequeñas, personas enfermas, o personas adultas mayores)[4].

Por supuesto, que también existen otros elementos que coadyuvan a la brecha salarial, como por ejemplo el hecho que cuando las mujeres enfrentan una entrevista de trabajo tengan menor habilidad para negociar su remuneración, o una vez en el empleo, las mujeres tienen menor disposición para pedir un aumento salarial, todo ello por razones que van desde menos autoconfianza hasta evitar riesgos de propuestas indecentes, entre otros. Además, de la penalización que aún sufrimos las mujeres por causa de la maternidad y que se traducen en menores oportunidades laborales, mayor dificultad en ascensos y por supuesto menores remuneraciones, gratificaciones y finalmente pensiones.


[1] P L. N° 343/2016-CR

[2] OIT. Recomendación 90.

[3]http://elcomercio.pe/opinion/editorial/editorial-son-formas-noticia-1936567ref=flujo_tags_110369&ft=nota_47&e=titulo

[4] INEI, 2010

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí