Por: Óscar Sumar, Director de Regulación Racional, ex Director de Contenido de Themis, doctor en Derecho por UC Berkeley, abogado en Sumar & Sánchez Abogados y profesor de Calidad Regulatoria en la PUCP

El día de ayer (27 de marzo), Claudia Cisneros puso en su cuenta de Twitter que “Nuestra política está tomada hace años por el poder económico que opera detrás del poder político. En otros gobiernos los empresarios dependían de un político para disfrazar sus leyes. En el de PPK, el capitalismo neoliberal se vio entero, sin disfraz político, totalmente desnudo”. La pongo como ejemplo, pero su opinión es compartida por muchos: “capitalismo neoliberal” equivale a un Estado tomado por empresarios.

En gran medida, estoy de acuerdo con que el Estado fue tomado por intereses particulares durante los últimos años en Perú (o quizá durante casi toda su historia). Lo que no comparto y me parece bastante criticable viniendo de una “líder de opinión”, es que se confunda “mercantilismo” con “(neo)liberalismo”.

Así como mercantilismo es algo que hemos tenido en Perú casi siempre (entre otros males), liberalismo es algo que prácticamente nunca hemos tenido. El liberalismo (en Perú, más exactamente, el movimiento libertario), como su nombre lo indica, vela por la libertad individual, por un Estado pequeño en el que cada persona sea responsable de su destino. También, velamos por una sociedad donde la regulación se justifique racionalmente desde el punto de vista moral, social o económico, y no pretenda defender el interés de algún grupo de interés específico, sea de empresarios o ciudadanos (consumidores).

Eso se diferencia radicalmente de lo que menciona Cisneros: un Estado en el que la “cosa pública” es usada para sacar provecho, sea a través de obras injustificadas otorgadas a empresarios sin escrúpulos o mediante leyes que restringen la competencia. Justamente, ese es uno de los males que el movimiento libertario pretende evitar y denuncia desde la academia y la sociedad civil.

De hecho, uno de los principales estudiosos de la regulación (y de la intervención del Estado en la Economía), el que fuera el profesor con tendencia libertaria de la Universidad de Chicago, George Stigler, dijo que las empresas habitualmente utilizan el Estado, sea para obtener rentas o para reducir la competencia. Justamente eso es lo que los liberales en lo económico queremos evitar (entre otros males de la regulación) (ver, aquí).

Entonces, que confundan el mercantilismo con el liberalismo es bastante penoso. Es como como confundir el periodismo con la desinformación. Ni PPK ni Keiko (ni si quiera Alberto Fujimori) son representantes del liberalismo económico, sino más bien del mercantilismo. Recordemos que cuando Fujimori privatizó la telefonía por un módico precio en 1994 siguiendo –supuestamente- los mandatos de Washington y el Consenso pro-capitalista; al mismo tiempo le otorgó un monopolio de 5 años a Telefónica. Créanme que los monopolios legales no son el sueño de los liberales, como tampoco lo son las carreteras desiertas hechas por empresas y que cuestan 6500 millones de dólares.

Escribo estas líneas no para hacer una disquisición lingüística, sino porque creo en los valores del movimiento libertario y creo que si se promovieran tendríamos menos pobreza y menos corrupción en el país. No debemos confundir el movimiento libertario -y una economía abierta y libre- con el provecho que algunos obtienen justamente de un Estado que no conoce sus límites, confundiendo el provecho privado con el bien público.

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