Por:  Carlos Rojas Klauer
Adjunto del Curso “Derecho y Desastres” de la Facultad de Derecho de la PUCP. Ex miembro de THEMIS.

Desde la teoría de la conspiración, el HAARP[1] y las predicciones de Nostradamus hasta los calendarios Mayas, el documental de Al Gore y el cambio climático, hemos tratado de darle una explicación, a veces de maneras más creíble que otras, a la ocurrencia y predicción de los desastres. Lo cierto es que, actualmente, no sabemos el momento exacto en que sucederán algunos desastres, como los terremotos.

La pasada madrugada del sábado 27 de febrero, a Chile le toco enfrentar un terremoto de 8.8 grados en la escala de Richter. Con la amenaza de un tsunami en nuestra costa, los peruanos recordamos lo sucedido en el 2007, sin olvidar lo que en enero de este año se vivió en Haití. Las cifras son alarmantes y más allá de lo necesario que es cuantificarlas, lo que más se requiere es ayuda humanitaria y coordinación por parte de los actores sociales involucrados. Existen dos dimensiones comparativas interesantes a observar a partir de los más recientes casos: Chile y Haití.

Mientras Chile ha vivido varios terremotos en el pasado cercano, en Haití, hace más de 250 años que no ocurría un terremoto. En Chile, la cifra de fallecidos no supera las mil personas; por el contrario, en el país caribeño se habla de unos 300 mil fallecidos. Lo más resaltante de la comparación es que la intensidad del terremoto en Chile habría sido 800 veces más fuerte que el ocurrido en Haití[2].

Ante estas comparaciones, siempre señalamos que sólo nos queda es estar mejor preparados para enfrentar futuros desastres; pero ¿qué tantos desastres más podremos sobrellevar? Es desde ahí en donde vemos que desde el Derecho, podemos estudiar a los desastres. Y es que hace unas décadas éste tema únicamente era estudiado por científicos, no obstante, ahora “gracias” a la globalización, nos empieza a involucrar a todos. Los desastres vienen demostrando que la interconexión global no es sólo una ventaja, sino una condición para la supervivencia humana, mientras ello no sea internalizado, seremos meros espectadores de nuestra propia destrucción.

Los desastres no son naturales

Los fenómenos climáticos y geológicos son naturales, pero los desastres, no. Por ello, debemos diferenciar a los fenómenos naturales, que siempre han sucedido, independientemente de la presencia humana, de los desastres, que sólo se presentan cuando las personas se ven envueltos por los mismos.

Un desastre es conocido como una disrupción de la funcionalidad de una comunidad que causa grandes pérdidas humanas, materiales, económicas o ambientales que exceden la capacidad de la comunidad afectada para continuar utilizando sus propios recursos y responder al caos provocado por él mismo. Cada desastre responde a un determinado proceso de riesgo y puede ser explicado con la siguiente ecuación:

Amenaza x Vulnerabilidad / Capacidad de Respuesta = Riesgo

El riesgo es el resultado de combinar una amenaza (espacio físico) con la vulnerabilidad (ámbito social) entre la capacidad de respuesta de la sociedad afectada por el evento. Con la obtención del riesgo como probabilidad, se puede proyectar la ocurrencia de un desastre[3]. Mientras exista una amenaza (evento natural) y una sociedad muy vulnerable con poca capacidad de respuesta, el valor cuantitativo del riesgo va ser proporcional a la ocurrencia y posterior efecto del desastre.

Los casos de Haití y Chile son distintos ejemplos de ver cómo internalizamos los desastres. Mientras en Haití se solicitó la ayuda humanitaria de forma inmediata, dada su extrema pobreza, en Chile, la presidenta Bachelet señaló que el gobierno iba a evaluar la situación, para ver si era necesario el ingreso de la cooperación internacional, dándole confianza a su población.

Chile ha demostrado que sí se puede mitigar el efecto de un terremoto como el vivido recientemente. La fase de emergencia implica la ayuda humanitaria, la búsqueda de personas desaparecidas, la remoción de escombros, el restablecimiento de las comunicaciones, entre otras tareas. En índices generales y comparativos, Chile ha mostrado que con los años de experiencia en estos menesteres, logró asimilar que es un país sísmico y que tiene que estar preparado. Aun hay mucho por hacer, la alerta de tsunami levantada por dicho gobierno es un claro ejemplo de la vulnerabilidad institucional que debe ser corregida para el futuro[4].

Percepción y gestión de riesgos

Los problemas de percepción y gestión de riesgos se ven ejemplificados cada vez que en la sierra de nuestro país, por ejemplo, hay una temporada de huaycos e inundaciones[5]. Una comunidad se torna más vulnerable al tomar decisiones ineficientes producto de una percepción sesgada de los riesgos en los que viven. Esto se complejiza aún más cuando el Estado no logra crear políticas inclusivas que reduzcan eficaz y eficientemente la vulnerabilidad de todos sus individuos. El enfrentamiento de dicho problema tiene dos dimensiones. Por un lado, se requiere de herramientas que mitiguen la vulnerabilidad antes descrita; por otro, avizora una finalidad humanitaria, que no es escapar del desastre y encontrar lugares seguros[6] (hecho que es irreal), sino evitar que estos sucedan y afecten a la sociedad, lo que de forma indirecta perjudica la sostenibilidad de la comunidad global.

¿Podemos evitar la ocurrencia de desastres? Creemos en la reducción de sus dimensiones, implementando políticas públicas de gestión de riesgo, que logren mitigar el impacto de los desastres, ya sea desde la fiscalización de construcciones informales hasta el desarrollo de un sistema de prevención y alerta temprana.

Una adecuada gestión de riesgos no es sólo el reflejo de una correcta previsión normativa sino que se vislumbra en la acción y ejecución de políticas públicas, en las distintas fases del desastre (emergencia, transición y desarrollo), como en el reforzamiento de los niveles de vulnerabilidad evidenciados posteriormente. Las previsiones normativas se aprecian de las conclusiones científicas sobre la certeza de un riesgo estudiado, pero ese riesgo y saber científico se integraran en un precepto jurídico, protegiéndose con el Derecho una posible vulneración en el futuro.

El Derecho tiene una injerencia transversal en el estudio de los desastres. Ejemplos de ello: la falta de planificación en el crecimiento urbano, la ordenación del territorio frente a la densidad demográfica, la protección de zonas de cultivo, la seguridad alimentaria y los biocombustibles, la proyección del crecimiento sostenible sobre infraestructuras informales, los riesgos biotecnológicos, las crisis energética, hídrica y financiera, los conflictos externos, internos y los desplazamientos forzados, las actividades extractivas, la pobreza, la contaminación, etcétera. Una suma de factores que desde el Derecho pueden regular que estos desastres se vuelvan aún más complejo.


[1] En sus siglas en inglés el High-frequency Active Auroral Research Program es un proyecto del Ejército estadounidense que empezó a desarrollarse a mediados de los años noventa y cuyo objetivo es poder controlar las condiciones atmosféricas. Entre las supuestas aplicaciones prácticas que los creyentes de esta teoría le otorgan al HAARP, están las de provocar tormentas, sequías y terremotos. El proyecto HAARP tiene su sede en Gakona, Alaska, y está definido en su página webcomo un programa de investigación de la ionosfera de la Tierra, con particular énfasis en su uso para mejorar las comunicaciones y la vigilancia con propósitos civiles y de defensa. Fuente(visitado el 3 de marzo de 2010).

[2] Para mayor referencia ver: fuente (visitado el 5 de marzo de 2010).

[3]  Gustavo Wilches-Chaux nos brinda un ejemplo al respecto, “(…) un ciudadano que ha desentejado su techo para efectuar unas reparaciones, con lo cual su casa se ha vuelto temporalmente vulnerable frente al fenómeno del aguacero (riesgo). La probabilidad de que caiga un aguacero durante el tiempo en el cual la casa carece de techo (probabilidad que se manifiesta en negros nubarrones y truenos cercanos), constituye una amenaza para el ciudadano. La ocurrencia efectiva del aguacero en ese tiempo, lo convertirá en un desastre. La intensidad del mismo (es decir los daños que produzca) dependerá de la magnitud (cantidad de agua, duración) del aguacero y del grado de vulnerabilidad de la casa (porción de la casa sin techo), y valor y cantidad de los bienes expuestos al riesgo (mayor será el desastre si estaba descubierta la biblioteca que si lo estaba el patio de ropas)”. En: fuente (visitado el 16 de agosto de 2009)

[4] Para mayor detalle ver: fuente (visitado el 5 de marzo de 2010).

[5] Para mayor referencia ver: fuente (visitado el 4 de marzo de 2010)

[6] “Las relaciones entre la acción humana, la gestión ambiental, el cambio climático y el riesgo de desastres se están tornando cada vez más decisivas. Los desastres no sólo afectan a los países pobres tradicionalmente más vulnerables, sino también a aquellos que parecían estar bien protegidos. En los últimos años, la magnitud de las inundaciones sin precedentes que se produjeron en Canadá, la República Checa, Francia, Alemania, Polonia, el Reino Unido y Estados Unidos hizo necesario reevaluar los procedimientos de protección hasta entonces aceptados, así como la eficacia de medidas estructurales”. En: fuente (visitado el 18 de agosto de 2009)

 

¿Cómo citar este artículo?

ROJAS KLAUER, Carlos. A propósito del terremoto de Chile. ¿Por qué el Derecho debe estudiar a los desastres? En: Enfoque Derecho, 17 de marzo de 2010.  https://enfoquederecho.com/?q=node/281/ (visitado el dd/mm/aa a las hh:mm).

 

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