Por: Gustavo M. Rodríguez García
Abogado PUCP y Magíster por la Universidad Austral (Argentina).

Hace algunos días la alcaldesa de Lima anunció la aplicación extendida del Plan Zanahoria. Este plan, que se venía aplicando en algunos distritos, establece limitaciones para el expendio de bebidas alcohólicas en bares y discotecas en función de una determinada hora. No solo eso. También limita el horario de funcionamiento de tales establecimientos comerciales. Nuestra alcaldesa ha justificado su posición señalando que “la gente puede aprender a pasarla bien sin alcohol”.

Realmente, parece ridículo sostener que una medida que restringe el acceso libre a un producto –destruyendo la libertad individual en el camino- pueda ser considerada como una disposición orientada al desarrollo. Sostener que debe defenderse esta medida porque el alcohol tiene efectos nocivos (como lo hemos podido escuchar de algunos comentaristas) bien podría justificar que se prohíban los cigarros, las gaseosas, la comida grasosa, entre otras cosas. Si esa es la fundamentación, es un argumento inaceptable.

Si, por otro lado, el fundamento es la necesidad de reducir la violencia o accidentes derivados del consumo de alcohol, pues lo cierto es que el impacto de la medida será absolutamente intrascendente. Al contrario, lo que la medida genera es el desplazamiento del consumo de alcohol hacia, precisamente, las calles. La medida alienta el acopio de bebidas alcohólicas y su consumo en espacios en los que el control se reduce. Al menos dentro de un establecimiento puede existir un control menos costoso del consumo indiscriminado ya que el espacio de consumo es reducido. En las calles, el monitoreo es mucho más costoso.

Adicionalmente, la medida perjudica negocios legítimamente establecidos en aras de lograr los resultados de imposible verificación que hemos comentado. Finalmente, y no menos importante, el Plan denota cierto desprecio por la libertad individual. Si uno quiere tomar hasta morir, pues debe ser libre de hacerlo. Si se produce un daño, ciertamente deberá adoptarse la medida que corresponda. La propuesta opta por un modelo de intervención ex ante como si la autoridad edil contará con información perfecta sobre las consecuencias del consumo de alcohol en todos los supuestos.

En efecto, cuando el Estado posee menos información sobre la peligrosidad de los actos de los individuos que la información de las propias partes, la intervención legal debe producirse, si acaso, en momentos posteriores. No por el hecho que las armas de fuego sean potencialmente peligrosas, se desaparecen las armas. Siguiendo el esquema de Shavell (Foundations of Economic Analysis of Law, 2004), la intervención puede producirse en tres momentos diferenciados: (i) antes de la conducta; (ii) después de la conducta; y, (iii) después del daño.  Cuando existe menos información y certidumbre sobre los efectos de una conducta, se justifica relegar la intervención a la producción concreta de un daño.

Tomar bebidas alcohólicas no genera daño alguno per se (al menos, no para terceros). Podríamos discutir si se genera un daño para el propio sujeto pero debe resultar claro que la intervención no puede justificarse en el deseo de impedir la proliferación de auto-victímas. En consecuencia, la regla es que en estos casos la intervención debe limitarse a la producción de un daño. El Plan Zanahoria, no obstante, pretende restringir la producción de la conducta.

Las prohibiciones de este tipo posiblemente alienten el consumo de bebidas con efectos fuertes que reduzcan el tiempo de espera para el logro de un resultado determinado. Esto incrementará la violencia y la inseguridad en las calles y, sin duda, producirá un verdadero mercado negro de venta de alcohol fuera de la prohibición. Finalmente, generará un espacio adicional para la corrupción, esto es, para que se pretenda sobornar a los pocos agentes de seguridad o policiales que fiscalicen el cumplimiento del Plan Zanahoria.

En suma, a mi juicio, uno debe ser “bien zanahoria” para creer que este Plan tendrá algún tipo de efecto. Es un Plan que no tendrá los efectos sustanciales que se pretende pero que, sin duda, genera un verdadero costo en términos de libertad individual. Como escribió Mises, “una vez que se admite el principio que el gobierno debe proteger a los individuos de su propia estupidez, no pueden existir objeciones serias contra mayores invasiones”. Particularmente, me parece estúpido que alguien necesite estar cayéndose de ebrio para pasarla bien. Eso no justifica, sin embargo, que apoye un Plan que reconoce la potestad del Estado de tratar a los individuos como incapaces mentales.

7 COMENTARIOS

  1. Creo que el artículo es bastante apresurado. Entiendo que no es la idea desarrollar algo extenso, pero no se puede dejar de lado la ligereza de no tomar en cuenta -ni siquiera se mencionó- la reducción del 30% del índice de homicidios y agresiones en el distrito de la Victoria. Estos datos se obtuvieron de cruzar información con Hospitales como el Dos de Mayo y la Morgue Central de Lima. Por lo tanto, la principal crítica esgrimida, la que hace referencia a la falta de información, queda refutada.

    No se puede decir que no existe una relación entre el expendio y consumo de bebidas alcohólicas y los daños a terceros. La relación no necesariamente será de causalidad, pero es un factor que maximiza las probabilidades de agresiones y accidentes de tránsito.

    Es evidente que muchas personas que no toman mientras manejan y que no agreden a otras personas cuando consumen alcohol se verán perjudicadas y verán restringida su libertad a consecuencia de este Plan, por lo cual debe exigirse que los recortes a la libertad sean razonables y eficaces, siempre que no haya otra medida menos gravosa que se deba implementar como política pública.

    Respecto a la hipótesis que se dibuja en torno a que la gente saldría a tomar a las calles y que esto haría que sea muy costoso de vigilar, hay dos objeciones. La primera es que por alguna razón esto no ocurrió en la Victoria y es un buen precedente para reforzar la idea de que la hipótesis es débil. Es importante tomar en cuenta el contexto cultural y el problema que se trata de resolver.

    Lo cual nos lleva a la segunda objeción, la gente que toma en las calles, lo seguirá haciendo, ya que es algo bastante común en nuestra sociedad. El tema es que la gente que lo hace, se junta con sus amigos en un ambiente distinto al de bares y discotecas donde la probabilidad de que se produzcan agresiones producto de una mezcla de frustración y alcohol, es considerablemente mayor.

    Es necesario tomar en cuenta los hechos sociales a los que apunta a modificar el Plan y sobre todo, los resultados de experiencias pasadas, para evaluar críticamente los fundamentos y los alcances de esta política pública.

  2. Por más que el consumo en la calle pueda ser una alternativa, yo creo que lo que va a ocurrir es distinto y tiene que ver con los incentivos que crea esta medida para los empresarios. Si yo fuera dueño de una discoteca (y espero nunca serlo) lo que haría es avisar una media hora antes de la hora «zanahoria» para que los que están en la discoteca «compren provisiones» y se compren X soles en cerveza. La compraventa se ha hecho antes de la hora zanahoria así que es legal, y lo único que hace la discoteca es guardar las botellas hasta que el comprador las reclame. Ahora, lo grave es que ahora ya el consumidor no toma «lo que puede tomar» sino que tiene que justificar un pago previo de X soles en puro trago. Al final, la necesidad de tomar «X soles de trago o perder X cantidad de dinero» va a hacer que la gente tome más (porque la gente, sobretodo gente que ya ha tomado algo esa noche, nunca calcula bien qué tanto pueden tomar en una noche). Al final entonces, lo único que va a hacer el plan zanahoria es que la gente tome más.

    Francamente no sólo es una intromisión en la vida privada de las personas sino que no tiene mucho sentido. Si el plan ha funcionado en La Victoria, probablemente sea porque tienen empresarios poco creativos.

    Saludos!

  3. De hecho es bastante lógico lo que mencionas sobre los incentivos. Sin embargo dudo mucho de que al momento de pensar la fase de implementación de dicha política pública no se les haya ocurrido esa idea. Antes que pensar que en la Victoria, no hay empresarios «con sentido común» para vender el bien más demandado de lejos: «el trago», opto por otra hipótesis más razonable. La prohibición es de venta y consumo a partir de las 3AM -en las discotecas-, y otorgan un margen razonable de minutos para que la gente acabe el trago que compró antes de las 3.

    De hecho deben haber más alternativas para asegurar la eficacia de la prohibición, las cuales deben explicar los resultados en la Victoria. El supuesto de que no se les ocurrió la criollada de ventar provisiones antes de las tres, es bastante poco razonable.

  4. Gustavo, totalmente de acuerdo contigo desde una posición de principio. No es moralmente admisible, por más resultados buenos que se tengan como los que arguye Edward (discutible por cierto, pues habría que ver qué otras medidas se tomaron para bajar los índices de delicuencia, no creo que la correlación sea directa).

    De otro lado, si bajo ese argumento reducción de indíces de accidentes y delicuencia, estamos dispuestos a invadir la esfera privada de las personas y su libertad empresarial, entonces podríamos prohibir las combis (causan miles de accidentes), que la gente se mueva en bicicleta como dijo la alcadesa en algún momento. Podríamos de plano prohibir el licor (los mercados negros no existen en el mundo socialista).

    Además el argumento esgrimido por la alcaldesa es tristemente arbitrario, ha dicho «las tres de la mañana me parece una hora prudente» (así es que los empresarios y consumidores estamos a lo que a ella le parezca prudente) y que la gente «debe» aprender a divertirse sin tomar. Imagino que también «debe» dejar de fumar o «debe» lavarse las manos antes de ingerir alimentos o «debe» ir a misa, en fin, ella determina lo que las personas «deben» hacer, pues esa es la típica visión paternalista de la izquierda, que si supuestamente fuese moderna no interferiría en la libertad civil de la personas, esta señora de progresista, no tiene nada.

    Si una persona quiere tomar hasta morir es su problema, si quiere manejar así, también es su problema, se dirá que crea una externalidad negativa, la forma de internalizarla es la sanción, no la prohibición de la actividad.

    Esta medida lo único que demuestra es una visión retrogada visión totalitarista e invasora de la vida de las personas.

    Saludos,

    Guillermo

  5. Creo que generalizar nunca trae consecuencias positivas, menos en discusiones que tratan de sacar algún provecho académico. Yo también podría decir que existe un libertarismo pop entre los de derecha que defienden la libertad con malos argumentos, pero eso sería un poco imprudente. No creo que la izquierda tenga esa típica visión paternalista absurda. El paternalismo no es incompatible con la libertad tampoco, eso es algo que en los medios de comunicación no se dice y se llega a una confusión terrible; pero en todo caso se les excusa porque no usan un lenguaje académico, ni lo pretenden. Ser paternalista es establecer procedimientos obligatorios que modifiquen tu conducta -sin tu permiso- pero para asegurar un resultado que tú valoras, que es de tu interés. Esto último hace la gran diferencia entre el paternalismo y el perfeccionismo que sí intenta modificar o imponer valores con los que uno no comulga. Sólo a modo de ejemplo, Sunsstein habla de un paternalismo-libertario en su libro «Nudge».

    Por otro lado, la «esfera privada» es un concepto muy gaseoso y creo en el fondo todos estamos de acuerdo en que no se debería intervenir, pero me parece que a lo que se hace referencia es a la libertad; por citar un ejemplo: manejar en la vía pública no es parte de mi esfera privada, pero sí es parte de mi esfera de libertad. Por otro lado, no es lo mismo intervenir que vulnerar. El límite está en la valoración que se le otorgue a las restricciones que se nos impongan, por lo tanto es una cuestión cualitativa, que tiene que ver con la interpretación que le demos y los argumentos que usemos para catalogar una medida como razonable o no.

    Existen innumerables ejemplos en los que el Estado nos impone la obligación de realizar medidas para evitar daños a terceros y daños a nosotros mismos. Parece que con lo primero no hay problemas, según los libertarios de derecha, y creo que con lo segundo tampoco habría problema sí la medida satisface un resultado que uno mismo valora y desea: usar casco cuando uno maneja moto. Pensar que uno siempre actúa de acuerdo a sus preferencias y que el razonamiento es siempre impecable contando con toda la información del caso, es un mito que la economía ya no acepta. Sin embargo las restricciones deben ser mínimas y eficaces, siempre garantizando el resultado que uno desea.

    Sin embargo el Plan Zanahoria tiene que ver con lo primero y no con lo segundo. Efectivamente, la restricción en el expendio no fue la única medida usada para combatir el índice de homicidios y agresiones. Toda política pública que se respete tiene que añadir una serie de mecanismos de supervisión para que esta sea efectiva. Pero decir que por esa razón, la prohibición no es la parte central o que no hay un relación directa, es sobre-dimensionar los efectos de las medidas que buscan asegurar un resultado. Quitemos la prohibición y tendremos lo que tenemos en todos los distritos que no usan el Plan: los mismo resultados. No es difícil de comprobar, la prueba se puede realizar para «re-confirmar» que el eje del éxito es la restricción en el expendio.

    Decir que es una visión retrógrada atendiendo a las declaraciones de Villarán, es un acto de justicia, yo también lo haría. Pero catalogar así al Plan luego de contar con los índices y luego de tomar en cuenta que aceptamos ciertas restricciones en nuestros comportamientos riesgosos para con terceros, es un poco exagerado. Por cierto, los fundamentos éticos, cuya ausencia se reclaman, se encuentran en las vidas que se protegen y en la eficacia probada de la medida restrictiva que tiene como objetivo garantizar lo primero. Decir que no hay fundamentos morales es decir que no se pueden implementar medidas restrictivas que protejan las libertades de terceros.

  6. Esta abuelita está preocupada por sus nietos:

    Dos frases, una medida y algunas reflexiones

    ”Yo no prometo, me comprometo” y “esta es una lima de todos, donde todos participaran por el cambio “Palabras que según villarán marcaban la línea ética de su campaña y consecuentemente el camino a un lima de ensueño. La imposición del plan zanahoria parece más una medida desarrollada en por un conjunto de abuelas preocupadas por sus nietos. No por correcto interés en el abuso del alcohol, sino por las consecuencia que se pueden derivar de su implantación.
    Desde el punto de vista del empresario:
    Sin mencionar el hecho que no participaron decisión de la media impuesta (lima de todos donde todos participaran en el cambio) los negocios que expenden alcohol no están dispuestos a dejar percibir los ingresos que implicaba la venta de alcohol, productos complementarios como bebidas gaseosas, energéticos entre otros. Por lo tanto pueden hacer algunas cosas simples para dejar de recibir ese monto.
    Lógicas soluciones “ZANAHORIAS “para el empresario
    1. Compensando las horas perdidas de ventas: incentivar el mayor consumo en la cantidad de tiempo en el cual los cliente (nosotros) están en el local.(bajar precio)
    2. Compensando la menor cantidad de licor vendido: bajar la calidad de los mismos equiparar los ingresos del bar.
    3. Compensar los menores ingresos con menores costos fijos (lo que se tienen que hacer de todas maneras): personal de seguridad, seguros contra incendio, mantenimiento de servicios, limpieza entre otros.
    4. Menos ingresos, menos comodidades para mis clientes: dejar de gastar en ventiladores, personal que ofrezca guardar casacas entre otros.
    En conclusión esta medida puede derivar en, mayor consumo de alcohol en una menor cantidad de tiempo, con menor calidad, menos servicios, limpieza comodidad y seguridad para los usuarios del local.
    Abuelita Villarán: ¡!!esto no suena tan zanahoria ¡!!
    CRV.

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