De lejos, el desarrollo económico ha probado ser la piedra filosofal del político contemporáneo. A diferencia, no obstante, de los linderos que la química y la realidad imponen a la alquimia, para el economista entendido está medianamente clara la matriz general de precondiciones necesarias para que determinada sociedad crezca, económicamente hablando, y se beneficie la población de dicho proceso -aquello a lo cual se refiere la ciencia como Desarrollo -estrictamente, va más allá del crecimiento económico: es cómo se transfiere el crecimiento a mejoras en la calidad de vida, vía los mecanismos sociales, políticos e institucionales que se implementan para dicho fin.

Y si bien es cierto que en la frontera de la investigación económico aún quedan espacios -incontables, habrá que añadir- de mejora en cuanto a la implementación de las ideas, en lo abstracto podemos identificar ciertas variables claves como necesarias para toda aquella población determinada a encaminarse en dicho sentido. Tal vez por ello dos grandes proyectos liderados por el Banco Mundial (Haciendo Negocios) y el Foro Económico Mundial (Reporte de Competitividad) nos sirven hoy como referencia del impacto que las buenas -y malas- políticas gubernamentales imponen en sus economías.

Recientemente publicados, ambos muestran una figura prometedoramente similar para el Perú: en el Haciendo Negocios (BM) saltamos del puesto 46 en el 2010 al puesto 36 en el 2011; en el Reporte de Competitividad (FEM) pasamos del puesto 73 al 67 en dicho lapso. Ese es el resumen, positivo a primera vista sin dudas; no obstante -y lamentablemente- el diablo se encuentra en los detalles.

El avance cuantitativo se debe primordialmente a mejoras en aquello que resalta en mayor medida -de ahí la mejor posición relativa- en el ambiente para realizar negocios: abrir y cerrar una empresa, registrar una propiedad o transacción, facilidad para importar y exportar productos y servicios, entre otros. Todo ello beneficia la dinámica empresarial al permitir la mejora en la eficiente asignación de recursos vía la reducción en los costos de emprender una idea determinada.

Los retos, no obstante, se presentan en áreas donde las reformas son complejas, dado que requieren de mayor consenso político y social, lo cual incrementa finalmente el costo asociado a las mismas. El Índice de Competitividad presenta a la Corrupción, la Ineficiencia Gubernamental, las Regulaciones Tributarias y Laborales como las primeras restricciones al desarrollo; esto es, aquellas variables que competen a las instituciones y la ideología predominante a nivel local, dos grandes asuntos que aún no han logrado siquiera llegar a una mesa de debate en la cual los peruanos fijemos, de una vez por todas, qué país deseamos en el futuro. Tal vez este sea el primer encargo que emana de dichos informes.

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