Por Elody Malpartida y Rodrigo Vega, estudiantes de la Facultad de Derecho de la PUCP y miembros del Consejo Editorial de Enfoque Derecho.

El viernes pasado, el Secretario de Estado de los Estados Unidos de América (EE.UU), John Kerry, viajó a Cuba con la finalidad de reabrir la embajada de su país. Esta es una de las medidas acordadas por ambas naciones desde que empezó la primera fase del restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. Además de lo mencionado anteriormente, se han liberado a prisioneros políticos y se acordó que EE.UU quitaría a Cuba de su lista de países que apoyan el terrorismo. Si bien pareciera ser que ambos estados están más cerca de lograr una reconciliación, el proceso aún está en una fase inicial, pues persiste un punto de quiebre vinculado a una de las barreras  más emblemáticas entre ellos: el embargo impuesto por EE.UU hacia Cuba. Por ello, el presente artículo buscará analizar si es que esta medida – vigente desde los años 60 – debería eliminarse ahora que ambos países han optado por restablecer sus relaciones diplomáticas.

Para empezar, es importante recordar el origen de esta medida y el contexto en el que surge. Previo a la revolución castrista en 1959, Cuba era prácticamente un estado norteamericano debido a la influencia que la potencia ejercía en su política. No obstante, cuando Fidel Castro toma el poder en 1959, la política del país da un giro de 180º, en el que el gobierno de turno decide rechazar por completo cualquier presencia de EE.UU en Cuba. Es así que se opta por el comunismo como régimen político y se decide aliarse con la Unión Soviética en el contexto de la Guerra Fría. Una de las primeras medidas tomadas por Castro fue la expropiación de propiedades y compañías de ciudadanos estadounidenses en el país. Es como respuesta a ello que EE.UU decide imponer un embargo en octubre de 1960, el cual se fue extendiendo hacia casi todas las importaciones en los años siguientes. Si bien con el tiempo se han ido flexibilizando las restricciones establecidas inicialmente – tanto por motivos humanitarios como comerciales -, casi 55 años después (y sin una Guerra Fría de por medio) el embargo sigue existiendo.

Ahora bien, es debido al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU que el debate sobre el levantamiento del embargo ha surgido nuevamente. Principalmente, es una discusión que la protagonizan los políticos estadounidenses, desde la tribuna republicana y la demócrata. Los primeros, por su parte, han  criticado la aproximación que ha tomado Obama frente a Cuba, lo que ha llevado a que la mayoría republicana en el Congreso se oponga al levantamiento del embargo. Asimismo, consideran que Cuba sigue siendo un régimen dictatorial que vulnera los derechos humanos, por lo que EEUU no debería dejar de lado el único elemento de presión que permitiría que en un futuro el país decida devolver a sus ciudadanos ciertas libertades. Mientras tanto, los segundos creen que desde que el embargo se impuso, este no ha logrado más que perjuicios para ambos países y no ha contribuido a los intereses de ninguno de ellos.  Es así que consideran que es momento de darse cuenta que la sanción se impuso en un contexto de Guerra Fría, el cual es ajeno a la realidad de hoy.

El propósito principal del embargo era imponer presión económica a fin de desplazar la dictadura castrista fuera del poder en un intento por respetar la democracia, las libertades y los derechos humanos. Evidentemente sí tuvo implicancias negativas para el régimen, pero ya han pasado más de 50 años, y el régimen castrista se mantiene, la represión prevalece y el régimen económico ha cambiado muy poco. Entonces, resulta evidente que el embargo no ha sido efectivo.

Luego del colapso de la Unión Soviética, casi toda la comunidad internacional se manifestó en contra de que EE.UU mantenga el embargo. Así, la mayoría de  la Asamblea General de las Naciones Unidas ha votado más de 20 veces para que se levante el embargo. Incluso en el 2014, 188 Estados votaron a favor de una resolución que criticaba el embargo por atentar contra la igualdad soberana de las naciones e interferir en asuntos internos. Por ello, la presión internacional por levantar el embargo se viene dando desde hace varios años.

No solo se trata de una medida inefectiva, sino que también ha generado costos y perjuicios para ambas naciones. Desde su implementación, el embargo le ha generado a Cuba un daño económico mayor a $116.8 billones, teniendo muchas implicancias negativas para el pueblo cubano -a quien se buscaba proteger en teoría. A su vez, el hecho de que en un momento hubo una severa restricción hacia las importaciones de medicamentos en los noventas, tuvo consecuencias severas en la salud de Cuba en la medida que llevó al incremento de muertes por tuberculosis. De nuevo, siendo el pueblo cubano el perjudicado.

En cuanto a EE.UU, el embargo afecta a numerosas empresas, pues los excluye de un mercado potencial que el resto de empresas sí pueden aprovechar. Incluso, a EE.UU le resultaría más barato comprar ciertos productos como el azúcar en Cuba, en lugar de adquirirlo de Asia. Ahora, dado que ya no está la Unión Soviética y que Venezuela se está quedando sin poder petróleo para abastecer a la Isla, EE.UU tiene una oportunidad para ejercer influencia en un territorio que por más de 50 años ha sido ajeno. Por lo expuesto,  resulta inviable continuar con una medida que se dio en un contexto de Guerra Fría ajeno a la realidad de hoy.

Sin perjuicio de ello, es fundamental tener claro que el embargo no es la razón principal de las condiciones en Cuba. La situación del pueblo cubano proviene de la naturaleza del régimen, un sistema que no ha funcionado nunca y que no tenía chance de perdurar en Cuba. No es de sorprender que Raúl Castro esté adoptando ciertas medidas que apuntarían a una transición, aunque bastante lejana aún. Lo preocupante radica ahí, pues no hay certeza de que haya una reforma sustancial en el corto plazo; más aun sabiendo que en el 2018 Castro dejará el poder en manos del actual vicepresidente Miguel Díaz-Canel. Podrá haber indicios y se podrá afirmar que los nuevos líderes estarán orientados hacia la reforma, pero hasta no ver cambios estructurales internos, aún es un panorama borroso.

Entonces, más allá de que para algunos nos resulte evidente que no resulta viable mantener el embargo, lo cierto es que actualmente son los republicanos del Congreso quienes tienen el verdadero poder para tomar la decisión. Como es de esperarse, ellos mantienen la posición de que el levantamiento implicaría ceder ante una dictadura. Por ende, tal como está el escenario político, le corresponde a Cuba mover sus fichas. Es decir, la única chance de que los republicanos reconsideren su decisión es si Cuba demuestra reformas sustanciales que sirvan como garantía de que efectivamente están buscando yendo hacia una transición. En este ámbito, el apoyo y el asesoramiento de las organizaciones internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional pueden ser sumamente útiles para Cuba.

De lo contrario, es indiferente que los demócratas sigan insistiendo al Congreso, pues los republicanos mantendrán su posición. Por lo tanto, si el régimen de Castro es realmente consciente de que el embargo no ayuda en lo absoluto y que su levantamiento será útil para la reforma, lo único que queda es dar garantías de que habrá un mayor respeto por las libertades y por los derechos humanos. Justamente, a nuestra manera de verlo, el levantamiento del embargo servirá como un hábil complemento hacia los cambios estructurales internos orientados a la transición.

Evidentemente, las medidas orientadas hacia cambios sustanciales no son una cuestión que se implemente de un día para otro. No obstante, como venimos reiterando, EE.UU ya ha movido varias fichas en las negociaciones a través de las medidas ejecutivas tomadas por Obama; ahora le toca a Cuba. El embargo ha demostrado ser completamente inviable, pero debido al escenario político, la única chance de que se levante es si Cuba da mayores garantías de que se aproxima un verdadero cambio estructural. Si es que esto no se da, la restauración de relaciones se verá estancada cuando se llegue a los puntos cruciales, e incluso podría retroceder de acuerdo a cómo cambie el escenario político estadounidense luego de las elecciones. Por esto es que ahora, la responsabilidad y el compromiso por convencer a aquellos con poder de levantar el embargo están en manos de la Isla. Únicamente ahí, cuando haya mayores garantías y menor represión, habrá chance de que los republicanos accedan.

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