La fotografía del cuerpo sin vida de Aylan Kurdi, un niño sirio de tres años, en las playas de Bodrum, Turquía, ha dado la vuelta al mundo. Tristemente famosa, la imagen se ha convertido en un símbolo de la crisis del desplazamiento de los refugiados hacia países de Europa como producto de los conflictos en el medio oriente. La falta de un plan de acción clara respecto del alto flujo de refugiados que son traficados en Europa y la completa indiferencia de los países más cercanos al conflicto como Arabia Saudi, Qatar, EAU y Kuwait son algunos de los problemas evidenciados y que merecen ser desarrollados para entender el caso a nivel macro. De esta forma, el presente editorial buscará responder en qué consiste la crisis migratoria actual y qué están haciendo los Estados de la región al respecto.
De acuerdo con la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados, un refugiado es una persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país”. Este es un estado legal, en tanto son los gobiernos quienes tienen que reconocer a la persona como un refugiado, lo que luego le permitiría gozar una serie de derechos y beneficios que otorga la Convención. Resulta pertinente distinguir a estos de los migrantes, quienes son aquellos que deciden mudarse por motivos económicos como mejorar la situación de sí mismos y sus familias. En cambio, los refugiados tienen que moverse si quieren salvar su libertad o sus vidas.
¿Cuál es la problemática actual? Como mencionamos líneas más arriba, existe una crisis migratoria que azota a varios países. Una causa de ella es la irrupción y expansión del Estado Islámico (EI) en la guerra de Siria, la cual ya ha cobrado la vida de más de 230.000 personas y provocado que 11,5 millones de sirios abandonen sus hogares[1]. Por otro lado, los países vecinos al conflicto como Jordania, Líbano y Turquía han comenzado a imponer restricciones a nuevos ingresos, desbordados ante la continua entrada de refugiados. Ante estas dificultades, los sirios que huyen del conflicto se han visto forzados a dirigirse a Europa. También encontramos otra crisis en Libia, debido al enfrentamiento entre dos gobiernos asentados en ciudades distintas- Tobruk, reconocido por la comunidad internacional, y Trípoli, controlado por milicias rebeldes. Esto ha favorecido el desarrollo de mafias que trafican con inmigrantes.
Ahora bien, esta situación no ha hecho más que evidenciar dos sustanciales problemas. Por un lado, Europa no tiene un plan de acción claro respecto del alto flujo de refugiados que está recibiendo. El 14 de septiembre, Alemania y Francia presentarán una propuesta para hacer frente a esta crisis, la cual implica hacer un reparto de refugiados entre los Estados miembro de la Unión Europa (UE) en base a cuatro criterios: Producto Interior Bruto, población, tasa de desempleo y esfuerzo previo de acogida realizado por el país. No obstante, los países del este -Hungría, Bulgaria, República Checa, entre otros- junto con Inglaterra han manifestado que rechazan firmemente la implementación de este sistema. El segundo problema radica en la ausencia de voluntad política por parte de los países del Golfo Pérsico. A pesar de que desde marzo de 2011, fecha en que inició la guerra en Siria, decenas han cruzado a Líbano, Jordania y Turquía, los sirios tienen considerables trabas para acceder a otros Estados árabes, especialmente a los del Golfo. Si bien ellos pueden solicitar un visado de turista o un permiso de trabajo para poder entrar a Irán, Kuwait, Arabia Saudita, entre otros, el proceso resulta muy costoso y está extendida la percepción de que los Estados del Golfo tienen restricciones no escritas que limitan a los sirios la obtención de una visa en la práctica.
Cabe preguntarnos entonces cómo puede aliviarse este problema. Según lo señalado por Laurence Peter en BBC News, lo primero sería que los países se pongan de acuerdo sobre las reglas de asilo; es decir, tendrían que establecer normas comunes eficaces para compartir datos completos de los migrantes. Esto estaría acompañado con una renovación completa del Reglamento de Dublín, en virtud del cual se supone que el primer país de la UE al cual llega un migrante debería procesar la solicitud de asilo. Así también, resultaría necesario establecer cuotas de asilo. Felizmente, Francia, Alemania e Italia están presionando para ello y la Comisión revelará un mecanismo permanente de la UE para la distribución de solicitantes de asilo en el bloque de veintiocho naciones. Por último, un gran reto para la UE es la creación de rutas de migración legal que consistiría en la creación de centros de acogida en África y Medio Oriente para manejar las solicitudes de asilo.
No cabe duda de la situación crítica por la que está pasando el Mediterráneo a causa de la crisis migratoria en Europa. Resulta de por sí lamentable huir de casa a causa de una guerra que parece no terminar, pero aun peor es encontrar ningún refugio en la búsqueda de un nuevo lugar para vivir. Desde esta tribuna saludamos la respuesta de ciertos países para actuar solidariamente de acuerdo con la protección internacional que tienen los refugiados, todo ello en aras de solucionar una de las mayores crisis migratoria y humanitaria.
[1] Según informa la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR).