Por Nadia Lazo Rivera, estudiante de XI ciclo de la Facultad de Derecho de la PUCP, e investigadora del Grupo en Investigación en Derecho, Género y Sexualidad de la PUCP (DEGESE); y Romy Castillo Villar, estudiante de último ciclo de la Facultad de Derecho de la PUCP e investigadora del DEGESE.
En los cinco últimos siglos, los pueblos indígenas han visto constantemente violentadas sus formas originarias de vida, a nivel material, con la destrucción de sus sistemas económicos, de producción y crianza de la vida y diversidad, y a nivel espiritual, con los intentos de erradicar su profundo vínculo con la madre tierra y los elementos que la conforman, siendo uno de los principales focos de este proceso, las mujeres indígenas, por ser ellas los ejes de articulación social y criadoras de vida. Esto es producto de situaciones sistemáticas que han conformado una estructura de exclusión[1] (2013:5).
A finales del 2015, la Defensoría del Pueblo emitió el Informe Defensorial N° 173-2015-DP , documento que buscaba describir y analizar la situación actual de la violencia contra la mujer en nuestro país. En dicho documento se observó que, a partir de la base de datos del Programa Nacional de Protección y Asistencia a Víctimas y Testigos, se había atendido respectivamente en el periodo del año 2014 y de enero a junio de 2015 alrededor de 17, 756 y 8, 388 denuncias por violencia familiar. El factor común en estas cifras es que el mayor número de denuncias tuvieron como víctimas a mujeres y, como agresores a hombres (parejas, cónyuges, convivientes, familiares, etc). Situación que refleja el alarmante número de casos donde evidenciamos que existe una cultura de violencia contra las mujeres y niñas de nuestro país.
En los últimos meses se han creado diferentes políticas públicas para abordar el problema y asistir a las víctimas, como por ejemplo la Ley N° 30364, Ley para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar. Sin embargo, las noticias del día a día nos muestran que aún queda un largo camino que recorrer para poder cambiar esta situación.
Paralelamente a los avances en el ámbito legal, también en el ámbito social se han manifestado diferentes voces de protesta y de clamor popular que buscan visibilizar la persistente violencia contra la mujer, como la próxima Marcha Nacional #NiUnaMenos, a realizase este sábado. Esta reacción espontánea de la población es un primer paso para romper un largo ciclo de violencia que aqueja a las mujeres de diferentes edades y de diferentes entornos socio-culturales.
Es necesario en este contexto enfatizar que ya no estamos frente a violencia contra la mujer, aquella mujer urbana, sino contra las mujeres, en el que debemos incluir a las mujeres indígenas de nuestro país. Su exclusión podría deberse a que, históricamente, la población indígena ha sido invisibilizada, y más aún en el caso de las mujeres indígenas. Esto viene a ser una total contradicción debido a que esta población representa un porcentaje considerable en nuestro país.
Según el informe presentado por Chirapaq y ECMIA[2], al año 2013 Perú era uno de los 5 países con la mayor población indígena en América Latina (87%), cuya mitad son mujeres. Esto implica la necesidad de incluir visiblemente a nuestra población indígena en una marcha como esta, que no solo ha tenido acogida nacional sino también internacional. Al ser esta marcha un icono actual de lucha que busca trascender y marca un hito, es importante también recordar e incluir a las mujeres indígenas.
Boaventura de Sousa Santos indica que para poder entender de cerca cuál es la lucha que buscan las mujeres indígenas, es necesario tomar en cuenta las características propias de la comunidad y cuál es el rol que desempeña la mujer en esa determinada cultura. Particularmente, en las comunidades indígenas, la mujer y el hombre son vistos como complementos desde una visión jerarquizada. Esta visión, aunada a la forma de administración de justicia dentro de la comunidad, muchas veces ha impedido que las mujeres tengan participación política dentro de la comunidad puesto que los hombres son los que tradicionalmente se han encargado de formar parte de los órganos de administración de justicia al interior de la misma.
Si bien poco a poco la mujer indígena ha adquirido mayor protagonismo dentro de la comunidad por medio de la creación de las ramas femeninas de comités o de rondas campesinas, aquellas mujeres que tienen la iniciativa de fomentar un rol más participativo en la comunidad se enfrentan a muchas veces a la oposición o desincentivo de los hombres en la comunidad.
Es así que las mujeres que forman parte de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP)[3] buscan que a raíz de esta campaña también se visibilice la violencia y discriminación actual que viven las mujeres indígenas en torno a la defensa de sus derechos como indígenas y como mujeres.
Este escenario es protagonizado por la comunidad campesina de Vichaycocha fundada el 30 de noviembre de 1618. Ellas vienen trabajando arduamente dentro de su comunidad por sobreponerse a las situaciones de discriminación y exclusión de las que vienen siendo víctimas. Lamentablemente, varias mujeres de la comunidad no solo son excluidas políticamente de la comunidad, sino sufren diferentes manifestaciones de violencia psicológica y física dentro de la misma que a veces queda impune.
Este año, las mujeres de la comunidad campesina de Vichaycocha lograron conformar el Comité de Mujeres y Ronderas de su comunidad y su presidenta, Martha Baldeón, nos deja el siguiente mensaje:
“Queremos tener voz. Hay palabras, gestos, actos que nos hieren en lo más profundo de nuestro ser. Exigimos participación de las mujeres en la toma de decisiones en bienestar de nuestra comunidad”
En ese sentido, no debemos olvidar que ‘ni una menos’ refleja el llamado desde diferentes y múltiples entornos a compartir el discurso que propugna la lucha efectiva contra la violencia de género en todas sus manifestaciones. Las mujeres indígenas día a día también sufren de diferentes manifestaciones de violencias y de exclusión en su comunidad. Este 13 de agosto recordemos que este sector invisibilizado también batalla día a día por hacer respetar sus derechos no solo ante el Estado sino ante su propia comunidad.
BIBLIOGRAFÍA
CHIRAPAQ y ECMIA
2013 Violencia y Mujeres Indígenas. Lima. Consulta: 06 de agosto de 2016.
(http://www.juntos.gob.pe/modulos/mod_infojuntos_V1/docs/51.pdf)
FRANCO VALDIVIA, ROCIO Y GONZÁLEZ LUNA, MARÍA ALEJANDRA
2009 Las mujeres en la justicia comunitaria: víctimas, sujetos y actores. Instituto de Defensa Legal (IDL). Lima.
DEFENSORÍA DEL PUEBLO
2015 Feminicidio Íntimo en el Perú: Análisis de Expedientes Judiciales (2012 -2015) Octavo Reporte de la Defensoría del Pueblo sobre el cumplimiento de la Ley de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres (2015). Lima. Consulta: 7 de agosto de 2016.
SALGADO ALVAREZ, JUDITH
2013 Manual de formación en género y derechos humanos. Quito. Corporación Editorial Nacional.
[1] CHIRAPAQ y ECMIA: Violencia y Mujeres Indígenas. Lima. http://www.juntos.gob.pe/modulos/mod_infojuntos_V1/docs/51.pdf .Consulta: 06 de agosto de 2016.
[2] Ibidem
[3] https://www.servindi.org/peru/27/07/2016/mujeres-indigenas-se-suman-niunamenos