Por Jean-Paul Saucier Calderón, Docente del curso de Derecho Romano Germánico y Common Law, miembro asociado del Instituto Riva-Agüero –PUCP, LL.M (c) en Teoría del Derecho por la Universidad de Toronto, Licenciado en Derecho por la Universidad McGill, B.C.L/LL.B., Licenciado en Ciencias Políticas y Filosofía (Ottawa).

La semana pasada, se dio a conocer una agresión racista que ocurrió en un parque de San Isidro. Una residente del distrito dirigió insultos racistas hacía una trabajadora del hogar (Sandra Pacush Rosales) que paseaba un perro, cuyos ladridos incomodaron a la agresora. Por su parte, una estudiante de Derecho de la PUCP, acudió para defender a la victima de racismo, lo que desató más ira y violencia racista.

El perro que ladraba no era de San Isidro, sino de Comas. Así lo decretó la mujer de tez blanca y cabello rubio. Si bien el dueño del perro era un vecino de San Isidro, este se transmutó en un perro chusco (es decir, «de Comas»)  al ser paseado por Sandra Pacush Rosales, una trabajadora del hogar (de tez menos blanca y, por lo tanto, oriunda de Comas). Este parece ser el entender de la (blanca) agresora.

De la misma manera en la cual el perro se transformó en chusco por ser asociado a la empleada del hogar, Grecia Pillaca Burga, una estudiante de Derecho de la PUCP, se transmutó en una “chola” o “serrana de mierda” (sic)  por la osadía que tuvo al oponerse a la agresora para defender a Sandra y a ese otro Perú[1] que, aunque indigne pensarlo a la señora, también es humano.

Este relato tan común nos recuerda cómo en el imaginario peruano está profundamente incrustado y normalizado el fuerte, y no tan invisible, nexo entre poder, clase social, etnicidad y espacio geográfico. Si bien puede ser fascinante la (micro)geopolítica de los parques sanisidrinos, quisiera resaltar dos reivindicaciones que se enfrentan en esta historia.

Va de suyo que la doña Chocano Bouillón –de tez blanca–  reivindica, por lo menos implícitamente,  su posición privilegiada debido al color de su piel, es decir su capital étnico.  Este le sirve a Chocano para legitimar los insultos, órdenes, y otras violencias que le impartió a la señora Pacush Rosales (empleada del hogar), Grecia Pillaca Burga (nuestra colega de la Facultad de Derecho), Célien Renggli (el enamorado de Grecia) y el perro al cual depuso de su estatus sanisidrino.

La invocación del capital étnico como fuente legítima de poder y su validación es parte del día a día peruano, y contribuye a reproducir jerarquías arbitrarias (todas son arbitrarias, pero tal vez unas más que otras)[2]. Además, en este caso el capital étnico llevó a Chocano Bouillón, a pensar que el Estado es un instrumento de extensión del privilegio de clase, que debe acatar su voluntad,  cual brazo armado de su prepotencia étnica.  Es así que buscó utilizar el sistema de justicia para re-victimizar a Grecia y a su enamorado, quienes en el imaginario de la doña tenían que servilmente someterse a su voluntad. La doña Chocano Bouillón  no tuvo suerte esta vez. Grecia[3] es una de esas “respondonas” quien, por su parte, reivindicó su “capacidad de indignarse”[4].

Esa capacidad de indignación le valió el sentido apoyo de la Facultad de Derecho de la PUCP y del Ministro de Cultura, quienes describieron en términos casi heroicos sus acciones. Si bien el uso del vocablo “heroico” es mío, no creo que sea exagerado. Sin ánimo de  mitificar comportamientos,  es cierto que hay algo potencialmente mítico[5] (una narrativa fundadora) en esas acciones individuales: cada una de estas contribuye a (re)construir una nación cuyas vívidas fracturas reproducen esas brechas históricas, sociales, políticas, étnicas y económicas que dividen profundamente al Perú de hoy, como al de ayer.

Esta solidaridad por parte de instituciones como la Facultad de Derecho de la PUCP y el Ministerio de Cultura recuerda, aunque en proporciones distintas, el reciente brote de unidad de la población ante la catástrofe climática que azotó al país. En el mismo sentido, en Razones de Sangre, hablando de la tragedia que causó el atentado terrorista de Tarata en Miraflores, en el 1992, Gonzalo Portocarrero resaltaba cómo Miraflores, lugar de exclusiones y privilegios, curiosamente, se ha “nacionalizado” mediante el sentimiento general de solidaridad que expresaron los peruanos ante el horror del terrorismo.[6]

Los pequeños relatos heroicos como el de Grecia muestran en qué medida el tejido social se construye y se destruye no tanto desde arriba, sino más bien desde abajo. Ciertamente, la “reconstrucción” del Perú era necesaria antes de que ocurrieran los huaycos del 2017.

Por supuesto, me podrían decir que Grecia no es “de abajo”, pues estudia derecho en una de las más prestigiosas facultades de derecho del país.  No se puede negar que ello es una suerte de privilegio, pero no significa que ella no pueda fomentar cambios “desde abajo”.

Algunos criticaron a la PUCP cuando se asaltó su comedor central en el 2015, afirmando que recién entonces  “El Perú llegó a la PUCP”.  A pesar de quese tilde de “resentidos sociales” a los autores de las críticas, no se puede desvirtuar por completo tales críticas como falsas, pues, en efecto, sugieren que los privilegiados[7] a menudo cierran los ojos ante la exclusión, que sea económica, política, social o étnica. Pero, paradójicamente, desde los espacios  privilegiados, también podemos contribuir  a  “nacionalizar” el Perú, Miraflores y San Isidro… Ese fue el ensueño que – creo yo – tuvo Grecia cuando decidió intervenir para reconstruir un pedacito del Perú “desde abajo”.


 ** Sobre el título: Consciente de las limitaciones de mi apreciación personal, y lo irónico de discutir la idea de capital étnico en el Perú desde una posición de privilegio (para un sector de la población soy un “blancón”), me aproximo de forma crítica tomando en cuenta que inclusive publicar en esta revista responde irónicamente al alcance del privilegio. Para una aproximación al concepto de capital que utilizo en este texto, véase: Pierre Bourdieu, La Censure, inform. sci. soc. 16 (3-4), pp. 385-388. 

[1] Véase, Jorge Basadre, “1945”. En P. Ricketts (ed.), Apertura. Textos sobre temas de historia, educación, cultura y política. Escritos entre 1924 y 1977. Lima Editorial Taller, pp. 489-494. [1943]

[2] Véase, Pierre Bourdieu, Meditaciones Pascalianas, Ed. Anagrama, 1999.

[3] Fui el profesor de Grecia en el ciclo 2016-I. En aquel entonces no me hubiera imaginado que un día la vería implicada en estos acontecimientos. No porque la creía incapaz de responder a situaciones como esta, sino porque en el aula siempre parecía ser una estudiante empeñosa, atenta, sosegada y cálida. Supongo que ello constituye una lección sobre quienes nos pueden enseñar lo que significa el heroísmo.

[4] Alberto Flores Galindo, Carta a los Amigos: http://www.andes.missouri.edu/andes/Especiales/AFG_CartaAmigos.html

[5] El uso del vocablo “mítico” refiere a una trama narrativa capaz de dar sentido y de fundamentar la construcción de una realidad o un ideal deseado.

[6] Gonzalo Portocarrero, Razones de Sangre : Aproximaciones a la violencia política, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1998.

[7] Es difícil negar que acceder a la PUCP sea un privilegio tomando en cuenta el panorama económico y educativo peruano.

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