Por Oscar Sumar, director de la carrera de Derecho en la Universidad Científica del Sur, Doctor en Derecho por UC Berkeley, director en Regulación Racional y ex director de Contenido de Themis

Hace poco, han sido noticia las municipalidades de Lince y Miraflores por sendas ordenanzas donde prohíben cosas tan insólitas como ir al gimnasio antes de las 8 am o caminar con audífonos en sus calles. Fuera de lo anecdótico de estas normas orwellianas, estos casos ponen en evidencia problemas fundamentales de la regulación municipal. Podemos identificar al menos cinco problemas que requieren atención:

Existe un alto desprecio por la libertad individual

Algo que llama poderosamente la atención de varias de las normas emitidas por municipalidades en los últimos meses es que parecen importadas de Corea del Norte. Parece como si un gran hermano, benevolente y recto, se hubiera sentado un rato a pensar la mejor forma en que sus súbditos podríamos vivir nuestras vidas. En Lince, en particular, la cosa está saliéndose de control: “No pueden ir a un restaurante pasadas las 12”, “No pueden trabajar más allá de las 9 pm” e incluso “No pueden ir al gimnasio antes de las 8 am”.

¿Es esa la función de una municipalidad? No se debería confundir orden u ornato con la imposición de modos de vida a todos los residentes. ¿Hasta qué punto estas normas no son un reflejo de la propia preferencia anti-libertaria de los vecinos?

Se regula anecdóticamente

Una de las más conocidas taras de los reguladores es que no tienen una agenda (Breyer, Breaking de Vicious Circle). Esto parte desde el problema trascendental de nuestra ausencia de partidos. Sin partidos, no hay ideas fuerza, no hay principios, no hay guías, ni planes, que luego informen la labor de las autoridades. Lo que queda es que estas siguen a la opinión pública y a la coyuntura, como barquitos de papel en el océano.

Resultado: aparece un accidente en la TV. Al día siguiente, la muni de Miraflores ya tenía listo su reglamento…

Cada problema no requiere una solución regulatoria

Esto es particularmente preocupante en relación a nuestra aproximación a la innovación tecnológica. Si nuestra actitud es casi como si un árbol realmente no ha caído en el bosque si no está regulado, entonces cualquier nueva tecnología necesariamente estará bajo los ojos de los reguladores.

Cada municipalidad es su propio feudo

Otro problema es que una misma situación, por ejemplo las apps de comida por delivery, podría tener 50 regulaciones distintas solo en Lima (tal como ha sido destacado en este artículo “Laberinto normativo: el inicio del caos para el transporte unipersonal”). Algunos podrán ver esto como algo positivo (competencia entre jurisdicciones), basándose en el “Efecto Delaware”, pero en realidad no lo es. Por un lado, el efecto Delaware rara vez ocurre (más bien, el “Efecto California” es la regla) y, por otro, hay una serie de costos que se producen por tener regulaciones dispares en tan poco espacio.

Por ejemplo, tal como ya he destacado en otro lugar, el Plan Zanahoria también generaba un costo social, al producirse una “sustitución territorial”. En castellano, si solo prohibían comprar alcohol a las 12 am en Miraflores, pero no en San Isidro, tendríamos a más ebrios manejando de Miraflores a San Isidro a las 12 am. Ese tipo de regulación puede hacerse en algunos lugares pero no en otros, porque si no su propósito se anula y más bien tiene el efecto inverso.

Efecto California

Tal como ya adelanté, más bien, el efecto más probable de la regulación local dispar es una “rat race”, donde cada grupo de interés beneficiario por la regulación va a buscar equiparar la regulación de otros distritos a la que existe en el más regulado.

Ejemplo, si soy un café que opera en X distrito y en dicho distrito tengo una serie de requerimientos. Imaginen que dicho café los cumple, por ser una cadena internacional, pero otros cafés locales no cumplen los requerimientos y cierran. La tendencia debería ser que esa cadena promueva que se establezcan esos mismos estándares en otros distritos donde opere. A eso se le llama el “Efecto California” y existe bastante evidencia sobre su existencia.

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