Por Guillermo Arribas, abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú, master en Derecho por Yale Law School, profesor de Derecho Civil de la Pontificia Universidad Católica del Perú y asociado de Payet, Rey, Cauvi, Pérez Abogados.

Hace unas semanas la política peruana hizo historia. Creo que ahora tenemos un panorama más claro de las cosas y se puede hacer un diagnóstico. La disolución del Congreso ha sido la conclusión de tres años de bullying institucional del Congreso al Ejecutivo. Tres años de “yo tengo la mayoría”, “ellos tienen el ejecutivo, nosotros el legislativo”. En ese proceso, las mayores víctimas hemos sido nosotros, todos los peruan@s. 

¿Es constitucional la medida de disolución impuesta por Vizcarra? Discutible, pero en la práctica argumentaré inocuo. Como abogado, yo estoy de acuerdo con voces como las de Cesar Landa y Francisco Eguiguren: sí creo que la disolución del Congreso es Constitucional. La interpretación literal es el método de interpretación más pobre de todos. Esto en especial en la interpretación constitucional, porque en la Constitución convive el carácter normativo del instrumento con el político. 

En el caso concreto, ¿cómo interpretar la elección de uno de los miembros del Tribunal Constitucional a pesar del pedido de confianza realizado por el gabinete de Del Solar? Considerar que la votación posterior de la confianza era legítima parece no más que una argucia política de estrella (muy hábil, por cierto). No había confianza que votar, porque la sustancia del pedido del ejecutivo ya había sido vulnerada. 

No niego que la lectura legal sobre la disolución del Congreso, tanto a favor y en contra, genera polémica. Ambos bandos tienen argumentos. No obstante, ¿por qué considero que esta discusión es ahora poco relevante? Porque en los hechos, el Congreso está cerrado. Las puyas de los excongresistas no son más que llorar sobre la leche derramada. ¿Esto significa que no habrá fiscalización por la decisión de Vizcarra? No, el Tribunal Constitucional se podrá pronunciar y el Congreso a ser elegido en enero del 2020 podrá revisar los actos del actual presidente.

Vizcarra será juzgado por la historia, para bien o para mal. Pero el Perú no debe preocuparse ahora por el legado de un presidente, sino por el siguiente paso en el procedimiento constitucional (tal como ha reconocido la OEA) que se ha activado: las elecciones de enero del 2020 para el Congreso de la República. No hacerlo es vivir lamentándonos del pasado en lugar de avanzar. 

Vargas Llosa, algunos (recientes) excongresistas y otros abogados han repetido lo mismo: no hay incentivos para que tengamos buenos candidatos al Congreso en las siguientes elecciones. ¿La explicación? Es solo un año y medio de cargo. En palabras de Tubino (el señor atacado por un cono rojo), “es imposible recuperar”. 

Discrepo. Aceptarlo sería reconocer el encargo congresal como el de un mercenario que busca 5 años de sueldo. Hoy más que nunca la chapa de “padres de la patria” se impone. El Congreso acotado del 2020 podrá tener mayor impacto que cualquiera de los últimos 30 años. Hoy tenemos la oportunidad de reformar instituciones como antes nunca y el deber de sacarnos de una crisis política que ya ha durado demasiado.

¿Retos? Llega este momento en el ocaso de una era en la política peruana. Los líderes tradicionales ya no están. No hay Alan García, Toledo, PPK, fujimorismo dividido (por decir lo menos), ni una izquierda no consolidada ni homogénea. Hay nuevas caras, el partido morado, una acción popular que se ve más joven, y una izquierda que suma algunos líderes bien articulados con una agenda más hacia el socialismo europeo. 

¿Quiénes van a ser los candidatos para estas elecciones? Vizcarra no tiene partido y ha dicho se mantendrá neutral. La responsabilidad recae en los 24 partidos hoy inscritos, ellos tienen que elegir sus candidatos. ¿Tendrán la capacidad para elegir candidatos de calidad para dos elecciones consecutivas en menos de 2 años? Difícil, las bases de nuestra vida partidaria parecen siempre flacas. Creo que se va a necesitar personas íntegras fuera de la política tradicional que den un paso al frente. 

Es este el gran reto, ¿quiénes serán los candidatos al Congreso para el 2020? Avanzar va a depender de tres elementos: (i) que los partidos inscritos elijan bien a sus candidatos, (ii) que las personas convocadas tengan el compromiso para asumir la responsabilidad (por el Perú, no “por la plata”), y (iii) que todas las ciudadanas y ciudadanos votemos a consciencia. Desde cualquier ámbito, bajo cualquier rol, en este momento del Perú todos tenemos que poner el hombro. 

Eliminemos el peruanismo “ya fue”. No, “no fue”.

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