Entrevista realizada a Omar Sar, doctor en Derecho y magister en Derecho Constitucional por la Pontificia Universidad Católica del Perú, y asesor jurisdiccional en el Tribunal Constitucional

A raíz de los significativos cambios en la educación que se han suscitado como consecuencia de la pandemia del COVID-19, Daniel Rodríguez, estudiante de la Facultad de Derecho de la PUCP e integrante del Consejo Editorial de Enfoque Derecho, conversa con Omar Sar, doctor en Derecho y magister en Derecho Constitucional por la Pontificia Universidad Católica del Perú, y asesor jurisdiccional en el Tribunal Constitucional.

  1. El desarrollo de nuevas tecnologías va a cambiar el mercado laboral y también la educación ¿Cómo se manifestarán esos cambios?

Efectivamente, con cada revolución industrial la tecnología ha cambiado la faz del trabajo. El vapor impulsó máquinas y locomotoras generando un nivel de producción nunca alcanzado hasta entonces. Los artesanos fueron desplazados y llegó la época de los operadores de máquinas.

Más tarde, la electricidad proyectó ese fenómeno ampliando la producción de bienes a niveles nunca conocidos hasta entonces. La tarea de quienes encendían luces de combustible en las calles y la de los operadores de calderas desaparecieron, pero se abrió campo para los electricistas, los operarios de plantas generadoras y los diseñadores de máquinas y productos.

La informatización del trabajo generó un nuevo salto cualitativo. El trabajo realizado por robots no es el futuro, es el presente. Los procesos mecánicos de ensamble y pintura de vehículos, por citar solo un ejemplo, ya no son realizados por humanos, sino por brazos mecánicos que hacen el trabajo de forma más precisa y sin detenerse.

La imprenta que Gutenberg inventó hacia mediados del Siglo XV mantuvo su influencia por siglos en la difusión del pensamiento, y la evolución que experimentara fue progresiva y gradual, en cambio las transformaciones ocurridas desde 1990 cuando la Organización Europea para la Investigación Nuclear, con sede en Ginebra, Suiza, puso en línea la primera página en la worldwide web[1] han sido dramáticas, sin mencionar que el crecimiento y desarrollo de la red resultó exponencial.

La revolución tecnológica, que caracteriza estos tiempos, se desenvuelve a una velocidad diez veces mayor que la revolución industrial. Además, afecta a una población global que resulta trescientas veces mayor y tiene un impacto tres mil veces superior al que se produjera en la Inglaterra de hace dos siglos[2].

El futuro es de la inteligencia artificial. Las máquinas inteligentes reemplazarán el 47% de los empleos actuales, según un estudio de Benedikt y Osborne realizado para la Universidad de Oxford[3]. El médico que hace su diagnóstico a partir de su conocimiento de la medicina y de los antecedentes del paciente no tiene ni la más mínima posibilidad de competir con algoritmos capaces de comparar millones de historias clínicas, avances científicos y tecnológicos y aplicarlos al caso del paciente tomando en cuenta variables como su composición genética, edad, presión arterial y condición de salud, entre muchos otros parámetros relevantes.

La tarea de los choferes desaparecerá por completo cuando los autos y camiones autotripulados se desplacen por rutas y ciudades, los analistas de datos tendrán que reconvertirse a nuevas actividades, tal vez como diseñadores de universos virtuales de realidad aumentada para lo que requerirá un proceso de formación adecuado.

Una cosa parecida va a suceder con la educación. El antiguo maestro orientado a la transmisión de datos va a desaparecer. Lo algoritmos podrán contarle los antecedentes y circunstancias de la revolución norteamericana con presentación interactiva, miles de datos animados y videos. Ningún humano puede competir con las máquinas en el ámbito de la información.

Piénselo de esta forma, hoy muy pocas personas no tienen a mano su teléfono inteligente, ya sea porque escucha música, lee sus correos, accede a mensajería intantánea y a redes sociales, consulta el estado del tráfico o recorre ciudades virtualmente, a través de Street view. No es difícil imaginar que en el futuro cercano los lentes de realidad aumentada cumplan ese omnipresente papel y le permitan asistir al campo mismo de batalla donde se libró la guerra civil norteamericana escuchando en vivo al propio general Grant dirigiéndose al ejército de la Unión.

Los docentes, y especialmente los universitarios, seremos motivadores experimentados. Trazaremos las líneas básicas de la actividad y promoveremos la reflexión. Además, favoreceremos el desarrollo de habilidades blandas como la empatía y el liderazgo. Por último, pero no menos importante, fijaremos los estándares éticos dentro de los que debe desenvolverse toda disciplina.

Instaremos a los estudiantes para que recurran a las inmensas bases electrónicas disponibles y pediremos que compartan con nosotros y con sus compañeros material interactivo que presente nuevas visiones del tema en debate.

La nueva docencia comienza ahora mismo. No lo deseamos, la realidad así lo ha impuesto.

2. ¿Cree que las condiciones de aislamiento derivadas de la pandemia de coronavirus influenciarán en el sistema educativo?

Como toda crisis, esta supone también una oportunidad. El paradigma profesor-alumno reunidos en el aula se rompió violentamente y estamos encarando una nueva forma de interacción por medios digitales. Hay dos opciones, enfrentar la crisis con dramatismo quejándonos e intentando resistirnos al cambio o comenzar ahora mismo lo que podríamos denominar la docencia digital del futuro.

Tendremos que adecuarnos al nuevo entorno y esto supone un reto para los profesores, pues nuestros mayores que no se adapten a la transformación digital no podrán continuar en la actividad. Es duro, pero el mundo no se detiene si los humanos no logramos adaptarnos al cambio. Ya vimos como unas actividades desaparecen y otras emergen de las ruinas de las anteriores.

Por eso son tan importantes los estudios prospectivos. Nadie puede aprovechar lo vientos que le son favorables si no sabe a dónde va. En cambio, si conocemos las tendencias podremos empezar a tomar medidas desde ahora.

Supimos del entorno Moodle y nos adaptamos a él hace más de un lustro. Tomó tiempo adquirir habilidad pero lo hicimos y montamos un aula virtual mucho antes de que fuera indispensable. Cuando ahora la necesitamos como herramienta clave para la clase misma no tenemos mayor dificultad y, de alguna manera, lideramos el proceso de desarrollo de la nueva actividad.

Pero el cambio será idénticamente profundo para los estudiantes que tendrán que hacer un esfuerzo especial de concentración pues la computadora ya no será un medio de esparcimiento y ocasionalmente de trabajo sino al revés. Será la parte central del ambiente de trabajo.

De otra parte la cuarentena asociada a la emergencia supondrá otro reto porque los estudiantes, que suelen vivir con sus familias, tendrán que coordinar con su entorno para poder acceder a un espacio adecuado para el estudio.

La reflexión y el debate a partir de lecturas, videos y trabajos será ahora la parte más importante del proceso de aprendizaje. Las habilidades de comprensión lectora y desarrollo verbal de ideas serán indispensables para quien quiera tener una oportunidad en el mercado laboral del futuro caracterizado, cada vez más por la importancia del conocimiento.

Además, la velocidad del proceso de desarrollo tecnológico es tan vertiginosa que difícilmente un profesional vaya a hacer una única cosa en el futuro. El proceso de formación va a ser continuo.

3. ¿Cambiará también la forma de ejercer la profesión de abogado?

Las tareas rutinarias ya están siendo desarrolladas por algoritmos inteligentes. La recopilación de datos o la búsqueda de jurisprudencia o de doctrina ya no será una tarea en la que se invierta el tiempo de un profesional humano.

Además, ¿cómo comparar la habilidad de una persona, por aplicada y laboriosa que sea, con los millones de datos a los que tiene acceso la inteligencia artificial que además aprende permanentemente a partir del feedback que recibe de la interacción?

La elaboración de demandas sencillas como las de los procesos civiles ejecutivos o la redacción de cláusulas contractuales o testamentos son tareas que ya están siendo realizadas por robots inteligentes. Los portales de internet desplazaron a las agencias de viajes, del mismo modo la inteligencia artificial está desplazando a los abogados que realizan tareas rutinarias o repetitivas.

El ejercicio tradicional de la abogacía no va a poder ofrecer un lugar a la enorme masa de abogados que las universidades añaden al mercado cada semestre, pero este no es un llamado a desertar sino a estudiar el panorama de forma creativa. Al fin y al cabo alguien debe aportar el conocimiento jurídico con el que se programan los algoritmos.

Un dato que debe tomarse en cuenta al respecto es que ya existen portales de resolución de conflictos sin intervención humana como modria.com y asistencia legal on-line mediante portales como legalzoom.com o rocketlawyer.com.

Creo que el reto del presente es estudiar más y mejor. Los chinos aplican la fórmula 9-9-6, es decir de 9 de la mañana a 9 de la noche por seis días a la semana. Eso da 72 horas semanales, la media de nuestros estudiantes no alcanza ni una pequeña fracción de eso. Tal vez ese ideal no sea realista, pero los jóvenes de hoy deberían tener en cuenta que la diferencia entre el éxito y el fracaso dependerá, cada vez más, del conocimiento que cada uno posea y del que sea capaz de procesar.

La inteligencia artificial, incluso, empieza a llegar a la administración de justicia. El Ministerio Público de la Ciudad de Buenos Aires ha empezado a trabajar con un sistema al que denomina “Prometea”[4] y que se aplica a proyectar resoluciones simples y repetitivas. Naturalmente que esto entraña el riesgo de que el sistema de inteligencia artificial no evalúe correctamente las sutilezas que pueden diferenciar un caso de otro, pero para eso se reserva el control humano.

Antes un empleado escribía a máquina una y otra vez la misma resolución adaptándola a cada caso. Luego evolucionamos al hombre que mediante una PC reemplaza en la plantilla los datos y los imprime en cada caso. Ahora el hombre se limita a controlar lo que la inteligencia artificial le da ya hecho. Estamos yendo cada vez más rápido.

Sin perjuicio de esa experiencia, que es de la máxima importancia, creo que el cambio va a comenzar por los estudios jurídicos antes de que se proyecte a la administración de justicia que marcha mucho más lento.

Sin embargo, el Tribunal Constitucional del Perú aprovechó la crisis para que sus Magistrados sesionen remotamente y ahora han añadido audiencias de vista de la causa por internet. Además, la ventanilla virtual ya está habilitada en la página del TC desde hace un año y por ende los escritos pueden presentarse por medio electrónico recibiendo en el email que se constituya las notificaciones del caso.

4. ¿Cuáles son los retos derivados del uso de la inteligencia artificial?

El primer y más importante reto es el de seguir siendo humanos. Si modificamos la genética humana para desarrollar una superinteligencia todo se habrá perdido porque existirá una brecha insalvable entre quienes tengan acceso a la superinteligencia y quienes queden literalmente fuera del sistema.

El Profesor Harari, que es uno de los analistas más lúcidos en esta materia, dice que si esa modificación genética se produce la relación entre los seres superdesarrollados y los inferiores será como la que existe hoy entre los hombres y los animales de compañía[5].

El segundo reto es el de programar las máquinas con una forma de ética que las mantenga dentro de determinado ámbito controlado. Los sistemas inteligentes no se preguntan por qué, sencillamente ejecutan aquello para lo que están programados independientemente de que sea jugar al ajedrez o bombardear ciudades.

Asistimos no solo a la interacción hombre-máquina sino a una extendida red de trabajo máquina-máquina, que es lo que se ha denominado internet de las cosas. Cuando los sensores de un robot abogado perciban que está empezando a bajar el stock de papel ordenará la reposición autónomamente y el abastecimiento lo llevará a cabo un dron que tiene un depósito literalmente en la nube.

Los robots son cada vez más capaces por cuanto pueden aplicar de modo eficiente el big data al ámbito de la inteligencia artificial y no es solo eso sino que existe un proceso intensivo de machine learning. Hoy no hay ningún ajedrecista en este mundo capaz de ganarle a Deep Blue, la computadora que acabó venciendo a Gary Kasparov en 1996.

El tercer reto es el de mantener la independencia respecto de las máquinas. El hombre primitivo era capaz de conseguir su comida cazando y recolectando frutos, confeccionaba su ropa a partir de las pieles de los animales y construía su vivienda o adaptaba una caverna. Hoy no somos capaces de realizar casi ninguna de esas cosas, dependemos cada vez más de la tecnología.

En la actualidad, ya no hacen falta cadenas para fijar la mirada del hombre en la pantalla como en el mito de la caverna que plantea Platón en La República. La humanidad sucumbe voluntariamente y los celulares conectados[6] extienden el ámbito del control, intermediando en la percepción de la verdad y bloqueando, de paso, las relaciones interpersonales que pudieran hacer posibles los proyectos de resistencia.

Encontrar un libro o conseguir información sobre un tema son tareas que se nos hacen cada vez más difíciles sin recurrir a la tecnología y ello supone el riesgo de que no podamos acceder al conocimiento que el “Gran Hermano” decida desconectar de la red.

El cuarto reto tiene que ver con la ciber-seguridad y la preservación de los datos personales. No se trata solo de enfrentar el riesgo del hackeo sino del resguardo de nuestra “huella digital”. ¿No se ha preguntado por qué las ofertas que recibe por internet son tan asombrosamente precisas? Pues la respuesta es sencilla, porque las empresas hacen minería de datos y almacenan sus preferencias, sus like, sus contenidos y todos los datos que usted brinda cada vez que usa un programa “gratuito”, como su correo electrónico, para comenzar por el principio.

Y, para terminar, volvemos al principio; el reto más trascendente es el de mantener un nivel educativo que permita mantener bajo control la inteligencia artificial sin renunciar a ser quienes fijemos el rumbo.

Si “Siri” o “Alexa” pudieran leer el pensamiento podrían recibir comandos sin acción física y ello sería cómodo y útil para personas con limitaciones motoras pero el peligro es inmenso, pues por su intermedio se podría acceder a lo más hondo de la persona, a su mente. De hecho, Facebook y Neuralink, entre otras empresas, están trabajando en sistemas que permitan la captación telepática, es decir, en la posibilidad de leer el pensamiento del usuario.

Ayudar a comprender los riesgos y desarrollar los límites es parte de la tarea de los maestros del presente porque mañana tal vez sea demasiado tarde.


Referencias:

[1] Se puede acceder a esa originaria página que se encuentra disponible en https://bit.ly/19uEIk0, Consultada el 28 de abril de 2020.

[2] Coll, Josep y Ferrás, Xavier. (2017). Economía de la felicidad. Barcelona: Plataforma actual, p. 65.

[3] El texto completo de dicho trabajo puede encontrarse en https://www.oxfordmartin.ox.ac.uk/downloads/academic/The_Future_of_Employment.pdf, consultada el 28 de abril de 2020.

[4] Puede encontrarse una descripción del proyecto en https://www.ambito.com/politica/justicia/prometea-inteligencia-artificial-hacer-justicia-n5061091, consultada el 28 de abril de 2020.

[5] Harari, Yuval Noah, Homo Deus – Breve historia del mañana, Ed. Debate, Barcelona 2014, p. 56.

[6] “Inteligentes” es el eufemismo con el que se denomina a estos equipos que extienden la caverna incluso hasta allí donde brilla el sol.

Fuente de imagen: Frases de la Vida

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