Con mucha expectativa asistí al I Seminario Internacional de Enseñanza-Aprendizaje del Derecho, de la Facultad de Derecho de la PUCP. Inevitablemente, este espacio fue una remembranza de mi propia formación jurídica en McGill, en Canadá, que se caracteriza por cuestionar de forma radical y continua sus métodos y fundamentos pedagógicos.[1] Asistir a este evento me permitió revivir la efervescencia que producen los espacios de auto-reflexividad académica.
Sin Pre-Juicio es un microprograma elaborado en conjunto por la Oficina de Plan de Carrera y Bienestar de la Facultad de Derecho de la PUCP y Enfoque Derecho, el portal web de actualidad jurídica de la asociación civil THEMIS.
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Este 7 de septiembre se conmemoran setenta años del voto femenino y ello nos lleva a reflexionar brevemente sobre cómo estamos y qué queda pendiente si hablamos de derechos de las mujeres.
Cada 31 de agosto, desde el 2005, se celebra el día internacional del blog. Fue Nir Ofir, bloguero israelí, quien propuso la fecha por el parecido que vio entre los números 3108 y la palabra “blog”. La conmemoración consiste en sugerir nuevos blogs entre los blogueros con la finalidad de conocer más de la riqueza y variedad que caracteriza estos espacios. Son bloggeros quienes tienen un blog, esto es, según la RAE, un “sitio web que incluye, a modo de diario personal de su autor o autores, contenidos de su interés, actualizados con frecuencia y a menudo comentados por los lectores”. La palabra viene del inglés “weblong” o bitácora en castellano. De ahí la connotación de “diario personal”; aunque hoy en día, la proliferación de estos espacios da cuenta de contenidos que trascienden las fronteras de lo estrictamente personal. Lo que importa es que exista una publicación periódica de contenidos en red.
Durante un interrogatorio en un proceso arbitral, uno de los abogados le preguntó al testigo: “Cuando realizó aquella afirmación en la carta, ¿usted faltó a la verdad?” El testigo bajó la mirada al suelo, se le descompuso el rostro. Miró al abogado y por 30 interminables segundos quedó en silencio. Finalmente, respondió: “No”.
Son ya casi 15 años desde la adopción de la Agenda de Desarrollo del Milenio y el establecimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, los mismos que tuvieron un rol protagónico en el desarrollo de la comunidad global. Sin embargo, estos últimos 15 años también han sido parte de un periodo de aprendizaje en el cual nos dimos cuenta que el desarrollo económico y social, enfocado solo desde y con acciones gubernamentales y organismos internacionales, no es suficiente para poder hacer frente a las problemáticas complejas que enfrentan millones de personas alrededor del globo día a día.
La sociología estudia el fenómeno de la medicalización de la sociedad desde los años sesenta del siglo XX. Ella ha sido definida como “aquel proceso por el cual problemas no médicos se definen en términos médicos, usualmente como enfermedades o trastornos”; es decir, una conducta o situación humana es descrita utilizando lenguaje y términos médicos, encuadrada en el marco teórico de la medicina o bien tratado a través de la intervención médica[1]. En la actualidad se debate la medicalización de conductas tales como la adicción a las compras, la obesidad, la adicción a internet -por mencionar algunas de las más polémicas- y un rango cada vez mayor de “trastornos de ansiedad”. Ha resultado evidente que a lo largo del siglo pasado los límites de la competencia de la medicina se expandieron sustancialmente debido a razones tan diversas como la profesionalización de la medicina, el accionar de “emprendedores morales”, la creciente eficacia de la medicina en curar y hasta erradicar enfermedades, el impacto de los movimientos sociales y los reclamos por el derecho a la salud, la organización de grupos de pacientes así como por la influencia y creciente presión de la industria farmacéutica[2].
En las últimas semanas tuve la suerte de participar en un programa intensivo de integración Iberoamericana que se desarrolló en España y Bélgica. Bajo el nombre de “XIII Edición para Jóvenes Líderes Iberoamericanos”, la Fundación Carolina, junto al Banco Santander y la Fundación Rafael del Pino, prepararon una ambiciosa agenda de visitas a distintas personalidades de estos países.
Considero que mis expectativas al publicar la primera Themis Revista de Derecho estaban muy vinculadas a mi vocación. Siempre fui amante del periodismo y del género revisteril. Inclusive en el colegio, cuando era adolescente saqué revistas. Cuando entré a la universidad se me ocurrió sacar una revista. Encontré de casualidad un nombre adecuado, que era Themis, por una revista famosa que existió en Francia durante el siglo XIX. Me di cuenta que esto tenía que ser un proyecto colectivo. Llame a varios colegas. Conversamos. Intercambiamos ideas. Hicimos un grupo fundador. Buscamos colaboraciones. Pedimos a un dibujante que nos hiciera la primera carátula. Yo me conseguí papel de la firma Paramonga, pues para ese entonces yo trabajaba en la empresa y me regalaron papel. Fui a la imprenta de un amigo de mi padre que nos dejó a un precio muy especial y salió el primer número. Fue una gran emoción sacar mil ejemplares. Se vendieron todos, y hasta hoy seguimos.